sábado, 3 de octubre de 2009

RIVALIDADES EN VENECIA


Por Eduardo García Aguilar

Las rivalidades y emulaciones de los grandes maestros Tiziano, Tintoreto, Veronese y Bassano en la segunda mitad del siglo XVI, son presentadas en la exposición « Rivalidades en Venecia » en la sala Napoleón del Museo del Louvre, en asociación con el Museum of Arts de Boston, hasta el 4 de enero de 2010. Desde ángulos muy originales y alrededor de temas específicos se despliegan 85 obras del gran Tiziano, decano y el más prestigioso de todos en ese momento, y de los nuevos artistas ascendentes, para hacer por primera vez de manera simultánea en una sala de exposiciones el estudio comparativo de sus cualidades y diferencias en medio de la expansión y apogeo de la gran ciudad en el ya muy analizado segundo cinquecento.

Tiziano, como Rafael y Miguel Angel, merced a la afirmación del individualismo renacentista, es un gran señor, nombrado conde palatino de Letrán por Carlos V y miembro de la corte imperial. Es además una figura que se codea con los poderosos del momento y adquiere incluso más rango que ellos, al gozar de rentas principescas y regalos reales sin fin, y tiene una altura, un éxito y una autoconciencia tan marcada de la grandeza, que todo ello se refleja en su propio autorretrato de 1562. Al morir en 1576 Tiziano es sepultado con todos los honores. De él dice Arnold Hauser que « Carlos V se inclina a recoger el pincel que Tiziano deja caer, y piensa que nada es más natural que un maestro como Tiziano sea servido por un emperador ».

Centro del comercio y las finanzas mundiales, Venecia es un hormiguero de riquezas inconmensurables y la concentración más impresionante de ricos potentados, patricios y eclesiásticos profanos de alto rango, que competían entre ellos por adornar de la mejor forma sus palacios situados entre los meandros abigarrados de la serenísima ciudad lagunar. Un enorme mapa muestra callejuelas, laberintos y canales junto a los cuales crecen palacios, iglesias, instituciones educativas y financieras que rivalizan para contratar a los mejores artistas. Cada año verdaderas hectáreas de paredes y superficies eran cubiertas por los artistas que desde todas las regiones de Italia y de Europa acudían allí buscando obtener los mejores contratos y oportunidades, generando entre ellos rivalidades, intrigas y crueles traiciones. Pero además obligaba a esos artistas a emularse en permanencia y llevar su talento hasta los puntos más altos jamás alcanzados por un grupo de artistas en ese siglo de oro veneciano, en medio de conflictos mundiales y conflagraciones como la famosa Batalla de Lepanto, que fue ilustrada con genio por casi todos ellos. Como en los tiempos modernos, tal emulación se dio por medio de concursos oficiales, como los convocados para la Biblioteca Marciana, La Scuola di San Rocco y la sala mayor del Consiglio de los Doges.

La exposiciôn se inicia con una serie de retratos de patricios, eclesiásticos, almirantes y personalidades de la Republica de Venecia a partir de supremacía de Tiziano en 1540, y la ascensión paulatina de jóvenes como el temperamental Tintoretto y Veronse, estrella emergente del firmamento pictórico italiano. Pasamos luego en otra sala a ver el despliegue el ingenio de los artistas para demostrar con obra el dominio de la pintura sobre las demás artes, en el marco de una polémica que estaba entonces en boga sobre ese tema de los parangones. A través de reflejos en espejos y espacios acuáticos se trata de mostrar la capacidad de la pintura para llegar a las tres dimensiones y volverse casi omnisciente al captar la realidad y el esplendor de los cuerpos humanos. Venus ante el espejo de Tiziano y Susana y los ancianos de Tintoreto son muestras de ese intento paranoico por demostrar el dominio del pincel sobre todas cosas.

Luego pasamos a buscar el límite entre lo sagrado y lo profano, a través de cuadros enormes donde las situaciones bíblicas son pretexto para mostrar con lujo de detalles comidas, figuras de seres humanos de todas las edades y la irrupción amplia de los animales domésticos, que comienzan a tener un especial lugar al lado de sus amos, como se ve en Los peregrinos de Emaús de Veronese. En otra sala se ve como los distintos artistas abordan la noche en sus telas, así como otros aspectos de la representación, como ocurre con el famoso El bautismo de Cristo de Tintoreto y los diversos San Jerónimo de Tiziano.


En el campo específico de los retratos mundanos, que nos acercan a la terrenalidad de los poderosos, incluso burgueses ascendentes, se destaca la soberbia imagen del dealer de la época Jacopo Strada de Tiziano, donde se ve su astuta mirada de vendedor al acecho para convencer a un posible cliente y la agitación corporal del comerciante, que obtuvo la gloria al ser pintado por Tiziano. Asimismo son de subrayar los retratos por Veronese de Iseppo da Porto y su hijo Adriano, asi como el de su mujer Livia y su hija Porzia. Ambos cuadros, efectivos y esenciales, muestran la majestuosidad serena y fría que dan la riqueza y el poder.

Tras un paso por los pequeños formatos decorativos, la exposición termina con una sala dedicada al cuerpo de la mujer, que tiene como centro protagónico las versiones de la violación de la virtuosa Lucrecia por el enérgico Tarquino, de Tiziano y Tintoreto, la primera de ellas ejemplo de violencia contenida y la segunda una versión plástica y sensual que muestra el deseo de diferenciación del más joven frente al maestro. Otras imágenes inolvidables del cuerpo femenino nos quedan en la memoria despuês de este saludable recorrido por la sala Napoleón que en permanencia está repleta de 500 visitantes del mundo entero.