domingo, 22 de septiembre de 2013

CON ANGELA MERKEL EN LA CANCILLERIA

Por Eduardo García Aguilar
Nunca me había sentido tan bien y relajado en un palacio presidencial, en este caso la Cancillería alemana, una edificación ultramoderna donde comenzaba a reinar Angela Merkel, originaria de la República Democrática Alemana (RDA), quien se ha convertido en la gran zarina de Europa y una de las más populares dirigentes de la Alemania contemporánea de la posguerra.
Nadie hubiera imaginado que esa muchacha modesta que solía ir en verano a los lagos nudistas, esa aplicada estudiante de fisica que se vestía de manera sencilla y se maquillaba poco, llegaría un día a ser la Canciller de un país que siempre privilegió a los grandes varones autoritarios, desde Bismarck hasta Hitler, y de Willy Brandt hasta Kohl.
Nacida después de la guerra, Merkel creció sobre las ruinas de un país dividido que fue llevado a la catástrofe por un pintor fanático y loco de bigote, que con su histrionismo nacional-socialista, odio a los judíos y discursos desbordados, amor por los ejércitos compactos y las hordas asesinas, sedujo a todo un pueblo magnetizado.
Las ruinas de Alemania por supuesto no fueron obra solo de la locura de Hitler, sino que se anclaban en realidades muy concretas, derrotas pasadas y anhelos ancestrales que se concretaron en sus palabras y constituían sin duda la materia prima de esa deriva colectiva. Después de la pesadilla el país quedó en ruinas, dividido en dos, con sus ciudades arrasadas y la riqueza perdida, mientras cada familia en silencio se reconstruía contando sus muertos y ocultando para siempre las complicidades de los suyos en los crímenes cometidos contra millones de judíos, gitanos, extranjeros, izquierdistas, intelectuales y marginales que no se acomodaban a los cánones de la megalomanía racista.
A Merkel le tocó el dominio sovietico en la RDA, las avenidas marcadas por las estatuas de Marx, Lenin y Stalin y a los otros la prosperidad capitalista en la Republica Federal Alemana, que como toda Europa se reconstruía con la millonaria ayuda estadounidense y crecía a pasos agigantados. A un lado el dominio de la policia Stasi, que vigilaba los pasos de cada uno de los ciudadanos para protegerlos de la tentación capitalista y occidental y al otro las delicias desbordadas del glamour y el consumismo, el hedonismo, la libertad y el juego de una democracia domesticada.
Caído el muro de Berlín, que era el emblema de esa división y de la guerra fria, la RDA quedó huerfana de su protector soviético y de un día para otro sus habitantes tuvieron que enfrentarse a la competencia desbordada del capitalismo, viviendo en el desempleo sin ayudas y viendo como las fábricas y las mastodónticas instituciones artificiales de la patria socialista quedaban abandonadas de funcionarios y obreros y pasaban al olvido. Hoy, muchos de los  habitantes de esa parte este de donde viene Merkel, viven la nostalgia de los tiempos soviéticos, con su inocencia llena de secretos ocultos y terribles.
Cuando entré a la Cancilleria y más tarde, después de los discursos y las ceremonias, hablé con Merkel en el cóctel bajo los rayos de sol que cruzaban a través de las enormes vidrieras, senti su sencillez y la calidez auténticas de esta mujer, una muchacha del pueblo nacida a mediados de los años 50 o sea de mi generación. La poderosa Canciller es una mujer sencilla y simple, como si nunca olvidara de donde viene,  mira a los ojos, sonrie y habla al interlocutor interesada a su vez por sus orígenes, en mi caso el lejano país de Colombia.
Posamos juntos para la foto y quedó allí plasmada con su amplia sonrisa generacional, mientras a los lejos los discretos guardaespaldas vigilaban. El ambiente no era para menos, pues estábamos entre escritores e intelectuales del Pen Internacional, provenientes de todo el mundo. Tuve el privilegio de ser uno de sus pocos interlocutores y después lo tuivieron unos escritores nepalíes y afganos, que con sus trajes tipicos la rodearon y empezaron con ella animada conversación.
Han pasados los años y dos períodos al mando de Alemania. El peso del poder ha tocado con fuerza su rostro y su cuerpo. Ahora es la mamá de los alemanes y casi todos la quieren como su protectora en tiempos de crisis. Cuando la vi pasaba sus primeros años  de gobierno y su rostro era aun diáfano y firme y sus ojos de un azul romántico la hacían ver todavía como la muchacha descomplicada del campus universitario que salió de pic nic con sus amigas hacia algún bosque cercano y de repente, como en un cuento fantástico de los hermanos Grimm, se vio catapultada sin saberlo al Palacio del Príncipe, donde fue coronada Reina ante su estupor.
Luego vino la terrible crisis económica mundial de 2008 y como líder europea tuvo que manejar un barco a la deriva y mantener firme a su país mientras los otros alrededor caían como cartas de naipe. Ha sido firme en sus decisiones económicas y ahorrativa como un ama de casa y en otros campos ha cedido lo impensable, como decidir el paulatino fin de la energía nuclear y negarse a participar en las aventuras bélicas francesas y británicas.
Alemania ha logrado mantenerse en una situacion privilegiada con bajas tasas de desempleo y una economía pujante que se da el lujo de abrir las puertas del trabajo a cientos de miles de inmigrantes anuales que provienen de países en quiebra como España, Portugal o Grecia y de otras naciones del Este, como Hungría y Polonia. En materia energética ha dado el giro y eso se ve en la proliferacion de células solares en las casas del campo y las ciudades, así como las aspas de las torres eólicas. La influencia de los Verdes ecologistas es real y concreta.
Dicen que en su despacho guarda una imagen de la gran Catalina de Rusia, su modelo secreto. Merkel, con su pragmatismo, sedujo a una gran mayoría de los alemanes y en su tercer período puede gobernar ya sea con sus aliados liberales o con los Verdes o los Socialdemócratas o sola.
Antes que por el sectarismo de las ideologías, Merkel es guiada por la busqueda del bienestar de sus súbditos, el equilibro de su pais y la perivencia de una Europa en crisis. Nadie duda ahora que pasará a la historia como la insomne madre sensata que alguna vez gobernó su país con éxito, ayudada por los gnomos y las hadas milagrosas de los bosques alpinos.