sábado, 21 de junio de 2025

LAS TARDES DEL TITANIC


Por Eduardo García Aguilar

Con frecuencia en tiempos de canículas veraniegas como ésta he llevado a algunos amigos amantes de la literatura y las artes de paso por la ciudad, a pasar la tarde en la calle del mercado africano en los sectores de la Gota de Oro, Chateau Rouge y Barbès, bullicioso epicentro de la vida subsahariana que facilita al amante de los viajes y los exotismos alejarse de otras realidades multiculturales del norte de la capital. 

En la calle y el sector de marras de la Goute D'or, suelo quedarme tardes enteras en El Titanic, un café y bar pequeño y muy popular, y ahí veo pasar a miles y miles de africanos que a lo largo del día cruzan el mercado clandestino de productos de contrabando o compran frutas, legumbres y carnes expuestas como si uno estuviera en alguna metrópoli de Senegal, Nigeria, Benin, Sudáfrica, Zimbabue  o Costa de Marfil. Los comerciantes ilegales suelen jugar al gato y al ratón con la policía que pasa con frecuencia para dispersarlos, pero ellos regresan al poco tiempo con su alegre bullicio.

En su mayoría son mujeres africanas de  todas las edades ataviadas con prendas supercoloridas, que llevan a sus hijos atados en la espalda. La algarabía es maravillosa y el ambiente cordial y las carnicerías y pescaderías atraen no solo a la gente sino a las voraces gaviotas que desde las costas del mar de la Mancha, en el norte, vienen por aquí para beneficiarse de los restos que les ofrecen los vendedores de productos cárnicos. 

Los visitantes de la ciudad que solo están unos días especialmente en verano, suelen deamabular por los sitios más conocidos y turísticos, como las grandes avenidas, museos, catedrales, riberas del Sena, barrios con tiendas concurridas y famosas como Galerias Lafayette, Printemps y La Samaritaine, pero no tienen tiempo para aventurarse a otros sitios de la capital como Barbès, Chateau Rouge, Stalingrad y el canal de l'Ourq, u otros como Belleville y Ménilmontant y la parte trasera de Montmartre, que también gozan de mala fama desde tiempos inmemoriales.

Aunque el viejo y espectacular París inmemorial descrito en infinidad de películas o en conocidos filmes de dibujos animados como el popular Ratatouille, la historia de la rata que además es chef de cocina, o Amélie Poulajn, filmada sobre la  mítica colina de Montmartre o la romántica Medianoche en París de Woody Allen, sigue ahí presente impresionando por su belleza, ostentación arquitectonica y opulencia, los sitios más periféricos, sucios a veces y de mala fama tienen su gracia y vale la pena visitarlos.

En tales lugares suelen acampar hacinados decenas y decenas de miles de inmigrantes ilegales del sureste asiático, medio Oriente o Africa que en permanencia llegan a la ciudad tras arriesgar la vida al cruzar el Mediterráneo en botes precarios, aventura en la que miles de personas, niños, mujeres, ancianos y jóvenes mueren cada año.

En esos barrios viven indios, paquistaníes, bangladesíes  o srilanqueses, especializados en las difíciles faenas de cocinar en sótanos ardientes para los restaurantes de la ciudad y dedicarse además a la limpieza, tareas en lo que suelen ser muy eficientes, guiados como son por la sabiduría y la resignación milenarias orientales.

Los chinos, que ya hace más de un siglo han conquistado espacios en la ciudad, tienen varias zonas como el Chinatown cerca de la Plaza de Italia y otros barrios céntricos donde, discretos y prudentes, poseen  tiendas de distribución comunicadas por túneles subterráneos, además de que poco a poco se han apoderado de los viejos bistrots franceses, ahora manejados muy bien por las nuevas generaciones descendientes de los veteranos y pacientes abuelos chinos de hace tiempos.

Pero nada igual a esta fiesta de los africanos que alegra la vida en invierno y verano. Frente al Titanic hablan, discuten y gritan como en los barrios populares carfibeños, latinoamericanos y del Tercer mundo. Están en el rebusque permanente, venden baratijas, ofrecen los servicios de peluquería  y salón de belleza para las señoras africanas y promueven los restaurantes manejados por matronas donde se degusta a bajo precio la culinaria del gran continente, platos enormes y llenos de proteína cubiertos de abundantes salsas de cebolla y maní. 

Ahí en El Titanic me siento como en la serie de novelas El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel o en la Película Casablanca, gozando de la vida al otro lado del Mediterráneo con los aromas del magreb y el oeste africano, en medio de plátanos, yuca, mangos, sandías y cocos tropicales. Y mis amigos se asombran de que el trópico esté escondido en París a la vuelta de la esquina.

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 22 de junio de 2025

 



sábado, 14 de junio de 2025

CASA QUE RESPIRA, DE SAMUEL JARAMILLO


Por Eduardo García Aguilar

La poesía colombiana tiene muchas joyas secretas que uno disfruta siempre, como ocurre con Morada al sur de Aurelio Arturo, Pensamientos del amante de Fernando Charry Lara o Los elementos del desastre de Alvaro Mutis, entre otros. 

Y entre las generaciones posteriores también hay varias colecciones inolvidables como Casa que respira, de Samuel Jaramillo González (1950), que es un libro de cabecera, de los que pueden estar siempre sobre el nochero, al lado de la lámpara, en las noches de lluvia.

El libro, en la impecable edición de Letra a Letra (Bogotá, 2016), reúne una veintena de textos que evocan la infancia y la adolescencia transcurridas por el hablante en una casa grande del Quindío en pleno Eje cafetero, donde el de la voz vive con su abuelos y familiares después de la muerte prematura y trágica del padre.

A lo largo de los poemas se describen los ámbitos de esa región cafetera con sus vientos y soles, lluvias y nieblas, ríos y quebradas, guaduales y prados, sembradíos, cafetales y trochas, pero además se adentra en el alma de personajes que vienen de otras épocas ancestrales y sobreviven en tiempos de violencia que rasgan al país y a la región generando cambios definitivos.

Ahí se avistan los temibles pájaros de la violencia que persiguen liberales y se sienten los temores que llevarán al abandono de esa casona de tres pisos, poblada de cuartos, chambranas, corredores y ventanas, patios, jardines, materos, donde transcurren las vidas de mujeres y hombres que tarde o temprano desaparecerán dejando al hablante preso de la nostalgia esencial del tiempo transcurrido.  

El  abuelo liberal y tal vez masón rodeado de libros secretos de librepensadores en los cuartos superiores de la casona, refugio del patriarca cafetero donde se encuentra la biblioteca que alimenta al de la voz poética, las máquinas de escribir a las que tiene acceso y lugar donde se hacen las cuentas del negocio, en medio de la tierna confianza del viejo por el nieto huérfano, que lo acompaña en tren los domingos en el desparecido ferrocarril hasta la finca de Quimbaya.

Todo se estremece con la irrupción de la joven y bella Estrella, cuyos senos untados de saliva y su alegría contagiosa conmueven al adolescente. Su llegada a la casa hace ver y germinar todo con mayor colorido y mucho tiempo después su voz seguirá rondando por la casa abandonada que respira como un ente intemporal y fértil.   

Desde la atalaya del librepensador el poeta ve transcurrir la vida de ese pueblo del Quindío y paso a paso descubre el mundo, el deseo, la soledad, la música que sale de las sórdidas cantinas, el paso del tiempo, ante lo que a veces se rebela al caminar solitario por las calles frías de los andes hasta el amanecer o a caballo entre las callejuelas de ese territorio de colonización donde recias figuras se abrían camino hacia la prosperidad, la enfermedad o la muerte.

Ahí está la abuela Soledad, la más bella de Circasia que se casa con el abuelo y se convierte en la matrona infalible de un mundo donde cumple la ardua tarea milimétrica de hacer que todo funcione desde la madrugada hasta el anochecer para que siempre esté lista la harina molida de maíz para las frescas arepas del desayuno y nunca falte ninguno de los alimentos, a la hora precisa en el comedor de la casa. 

Todo en medio de impecable limpieza, donde brillan pisos, paredes, corredores y amplias estancias de maderas y baldosas, y las sábanas y ropas recién lavadas y planchadas que huelen siempre a limpio. Tode ello regulado como una maquinaria de relojería. Así es el  mundo del  Eje cafetero, poblado de centenarios fantasmas coloniales y prehispánicos, de voces de espectros entre guacas de oro y miseria.

Samuel Jaramillo es autor de una vasta obra poética, ensayística y narrativa en la que destacan libros como Geografias de la alucinación, Selva que regresa, Bajo el ala del relámpago, entre otros muchos. Cada uno de sus libros, como el magnífico Casa que respira, es un estremecedor testimonio del paso del tiempo y de las llaves secretas del pasado que ayudan a cerrar para siempre los portones finales.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 15 de junio de 2025. 


viernes, 6 de junio de 2025

UN INDÍGENA EN LA CORTE DE MÉXICO

Por Eduardo García Aguilar

Por elección popular el nuevo presidente de la Suprema Corte de Justicia de México será Hugo Aguilar Ortiz, indígena mixteco originario de Oaxaca, quien fue asesor jurídico del movimiento zapatista. Desde los tiempos del liberal y reformista Benito Juárez (1806-1872), es la primera vez que un indígena de ese país preside la alta y poderosa corte, donde los magistrados ganan un sueldo mayor que el del presidente o presidenta de la República, en este caso la científica Claudia Sheinbaum.

La elección el 1 de junio de este brillante indígena a la Corte fue sorpresiva y los analistas lo consideran como una "obra maestra" de la nueva política mexicana, pues el personaje es intachable y quienes se oponían a la elección popular de magistrados y jueces promocionada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador tendrán poco que decir de esta impecable elección y del personaje.

"En la universidad, coincidí con otros hermanos indígenas, con quienes iniciamos una reflexión crítica sobre el derecho y la justicia que no contemplaban a nuestras comunidades y pueblos”, dijo Aguilar después de su resultar elegido. 

La elección popular busca cambiar el sistema judicial mexicano y una alta Corte que antes era una élite autocooptada mediante intrigas y que muchos veían como obstáculo para cambios o cómplice de encubrimientos en pasados gobiernos caracterizados por la corrupción y el crimen.  Aguilar aboga para que la justicia se acerque al pueblo y reconozca los cambios de sociedad.

Aguilar (1973) estudió en la Universidad Benito Juárez de Oaxaca y ha sido consultor del alto Comisonado para los derechos humanos de la ONU para México. Este hombre unos 50 años pertenece a la etnia mixteca, una de las más antiguas de México al lado de los zapotecas, que a lo largo de los milenios han vivido en este Estado del sureste mexicano que podría ser por su cultura milenaria prehispánica, barroca colonial y contemporánea, un país aparte.

Muchos de los nativos de Oaxaca han emigrado desde el siglo XX a Estados Unidos, donde representan una de las más numerosas comunidades y sus remesas e intercambios son de gran importancia para la economía local. En este lugar se encuentran las famosas ruinas milenarias de Monte Albán, así como magníficos templos católicos barrocos coloniales admirados en todo el mundo por su alto nivel estético, como la Iglesia de San Felipe Neri.

De Oaxaca han surgido grandes artistas plásticos y literarios como los pintores Rufino Tamayo y Francisco Toledo o el gran escritor y pensador José Vasconcelos, quien fue inspirador clave de las reformas culturales de la Revolución mexicana, además de autor de sus Memorias, un clásico de la literatura de ese país y cuyo primer volumen es el Ulises criollo..
   
Oaxaca ha sido cuna de grandes figuras de la historia mexicana como Porfirio Díaz, indígena que  fue héroe durante la lucha contra las invasiones del siglo XIX y llegó a escalar a la primera magistratura, convirtiéndose en un dictador que llegó a gobernar tres décadas el país con un equipo de tecnócratas positivistas hasta ser derrocado 1910, cuando tuvo que partir al exilio a París desde Veracruz. 

Durante su periodo el país se modernizó y logró prosperidad, aunque las injusticias prevalecieron hasta provocar la famosa Revolución mexicana de Emiliano Zapata y Pancho Villa en la segunda y tercera décadas del siglo XX, de la que salió el largo reinado del Partido Revolucionario Institucional, desplazado tras larga gesta opositora por López Obrador.

Pero la figura en que se inspira Aguilar es Benito Juárez, indígena zapoteco adalid de la Reforma liberal en el siglo XIX y héroe que derrotó a la invasión de su país cuando se instaló allí el emperador Maximiliano de Habsburgo, impuesto por el imperialismo francés de Napoleón III con el apoyo de los conservadores monárquicos pro-europeos mexicanos.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia.  Domingo 8 de junio de 2025.