viernes, 19 de mayo de 2023

LA MÁGICA CIUDAD DE RIMBAUD

Por Eduardo García Aguilar


Cuando un adolescente queda seducido por la literatura y decide dedicarse a escribir, en todo piensa menos en que ese camino lo llevará al éxito, la fama o la gloria, sino por el contrario a una larga y difícil vida parecida a la de los héroes que se le atraviesan en las iniciales y apasionadas lecturas: Cervantes, Hölderlin, Nietzsche, Rimbaud, Wilde, Whitman, Verlaine, García Lorca, José Asunción Silva o Dostoievski.

El primer héroe que se aparece en el camino es Arthur Rimbaud (1854-1891), emblema máximo de los autores precoces, cuya obra solo fue conocida y tuvo repercusión mucho después de su trágica muerte a los 39 años de edad en un hospital de Marsella, en el Mediterráneo, donde le amputaron una pierna que ya traía infectada desde Abisinia, país africano donde había vivido gran parte de su edad adulta dedicado a los negocios, entre ellos la gerencia de una trilladora de café.

Rimbaud murió sin saber que algun día sería el poeta más famoso del mundo. Fue un insumiso y desde casi niño se caracterizó por su famosas fugas de la casa familiar y los viajes aventurados a pie por los espacios, bosques y caminos cercanos a la ciudad natal Charleville, situada en el este de Francia, en la región de las Ardenas, sobre la que se han escrito muchos textos porque sus bosques parecen encantados y poblados de fantasmas socarrones y maravillosos.

El primer universo fantástico del jovencito fugitivo que era Rimbaud se dio en esos valles y montañas a veces apacibles que tan bien describe ya en el siglo XX un autor de la región, André D'Hôtel (1900-1991) en su novela El país a donde nunca se llega, que ganó en 1955 el Premio Fémina y ha sido un éxito como novela del género fantástico o incluso del realismo mágico.

A mi me llegó ese libro gracias a una recomendación que me hizo alguna tarde Alvaro Mutis en México, quien en su infancia vivió en los años 20 y30 en Bélgica, país fronterizo con estas zonas que se confunden a uno y otro lado de la línea de la demarcación y donde a través de los siglos se han situado los frentes de muchas guerras.

Mucho tiempo después encontré por azar ese libro en una librería de viejo y entré a ese mundo extraordinario, fantástico, donde André D'Hôtel, nacido en Attigny, cuenta las aventuras y peripecias de un adolescente que como Rimbaud también solía desaparecer de su casa para internarse en aquellos bosques, valles, prados y recovecos poblados de misterios, fantasmas, animales fabulosos, barcos encantados y por supuesto alguna bella muchacha igual de fugitiva de la que se enamora.

Mutis ya había muerto en 2013 y por lo tanto no pude agradecerle con entusiasmo aquella recomendación que me había hecho décadas antes. La zona del gran este francés descrita por D'Hôtel y sitio por donde se fugaba Rimbaud, tiene una larga historia pues por allí vivieron los antiguos reyes merovingios y carolingios medievales, entre ellos Pipino el Breve y Carlomagno, mundo que por supuesto decía mucho al poeta colombiano autor de la saga poética y narrativa de Maqroll el Gaviero.

El mítico Rimbaud era pues originario de un mundo encantado que se remonta hasta los tiempos galo-romanos, o sea un territorio milenario donde vivieron generaciones que dejaron huellas junto a los remansos de los ríos o bajo el manto profundo de árboles y bosques antiguos visitados a veces por bellísimos caballos fantasmas y locos, como ese que aparece en la novela de André d'Hôtel.

Aunque Rimbaud siempre renegó de su ciudad natal Charleville, la verdad es que es encantadora. Capital de la región de los Ardenas, ahora con el nombre compuesto de Charleville-Mézières, tiene la céntrica Plaza Ducal, que parece réplica de la parisina Place de Vosgues, la más antigua de París en la actualidad, construida a comienzos del siglo XVII con arcadas y muros de ladrillos rojos, y lugar donde solían pasar tiempo los Tres mosqueteros contados por Alejandro Dumas y tenía su casa Víctor Hugo.  

Charleville es una ciudad donde domina el color rosa de las piedras de las grandes canteras de la zona, con las que está construida, lo que le otorga una especial atmósfera. Al frente de la casa natal de Rimbaud pasa el río Meuse, que el niño veía mientras crecía desde la ventana de su habitación.

La tumba del poeta, sitio de peregrinación, está en un cementerio cerca de allí, así como el Museo en su honor instalado en un edificio centenario. Una ciudad bellísima que él detestó y abandonó para recorrer el mundo e instalarse en uno de los lugares más recónditos y peligrosos, en el famoso Cuerno de Afríca, donde están Somalia, Yibuti, Eritrea y Etiopía. Quien llegaba allí nunca regresaba o, si regresaba, era para morir, como Rimbaud.
                     
                                          

sábado, 13 de mayo de 2023

¿ESCRIBIR NOVELA PARA QUÉ?


Por Eduardo García Aguilar

La novela tuvo su gran auge en el siglo XIX en los mundos hispano, anglosajón, ruso y francés y ya en la primera mitad del XX se extendió con fuerza a otros ámbitos exóticos y lenguas minoritarias como las esteuropeas. En un mundo sin  televisión ni cine, la novela era una de las formas de viajar y entretenerse con mundos paralelos, personajes inolvidables y largas sagas y aventuras humanas plasmadas por enérgicos y protéicos autores que daban la vida por ello con un trabajo desenfrenado, tal y como ocurrió con Balzac, Dumas, Zola, Dickens, Twain, Dostoievski y Tolstoi. Y sus obras se publicaban por entregas en los periódicos.

En Colombia tuvimos grandes éxitos continentales como La María de Jorge Isaacs, emblema de la literatura romántica, las novelas y panfletos de José María Vargas Villa, el gran best-seller latinoamericano de su tiempo y quien publicó cien obras que aparecían en periódicos y folletos distribuidos masivamente en kioskos españoles, y para rematar, La Vorágine, de José Eustasio Rivera, clásico de la literatura telúrica latinoamericana.
 

 
Los países latinoamericanos tienen sus clásicos novelísticos del siglo XIX y el siglo XX, pero fue en la segunda mitad del siglo pasado cuando el género tuvo el gran auge que lo llevó a atraer lectores en el mundo entero. Jose María Arguedas, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Rómulo Gallegos y Miguel Otero Silva, Alejo Carpentier, Miguel Ángel Asturias, Juan Carlos Onetti y Manuel Mujica Láinez y Julio Cortázar son algunos de esos nombres.

Es probable que muchas de las obras de esos autores hoy serían rechazadas por las editorales por no acomodarse al género comercial en boga de literatura fácil, escrita con una prosa insípida de fácil acceso y con temáticas autobiográficas o ligadas a temas populares o de actualidad farandulera. Me imagino la cara que harían hoy las editoriales con libros tan complejos como Paradiso de José Lezama Lima, Bomarzo de Manuel Mujica Láinez, Rayuela de Julio Cortázar, El Aleph de Borges o El otoño del patriarca de García Márquez, para mencionar solo algunos.

Editoriales, agencias y talleres literarios indican ahora a los jóvenes que deseen incursionar en el mundo de la novela una serie de reglas básicas para tratar de tener éxito y lectores, por lo que poco a poco es la novela negra, para adolescentes o policiaca la que domina el panorama con argumentos e intrigas previsibles y de fácil lectura. 

Los formatos y las frases de las novelas deben ser cortos para no cansar al lector y la dosificación de los capítulos amena, y si posible basada en temas autobiográficos o de moda. Los libros que circulan hoy son trabajados de antemano por agencias, gosth-writers o los editores finales. O sea que el autor cree publicar su libro, pero no es suyo. Es un autoengaño. Y a veces terminan creyéndose escritores o autoras. Está en boga escribir novelas sobre personalidades famosas o de la farándula de cada país, como Emiliano Zapata, Pancho Villa, Frida Kahlo, Pablo Escobar, o en el caso de Argentina Evita Perón, Carlos Gardel, el Che Guevara o Maradonna.

El autor así entra al mercado con facilidad, pues las novelas basadas en esos personajes históricos o de la farándula atraen de inmediato al comprador seducido por la portada, donde aparecen los íconos del pasado o el momento: León Trotsky, Daniel Santos, Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Lady Di o Celia Cruz, o  algún dictador o presidente latinoamericano grotesco. Así pululan novelas que ya traen en la tématica el atractivo o el gancho comercial: novela de violencia, narco o mafia, dictadura, tango, Hollywood, mambo, rock, salsa o reggaetón.


 
El novelista se ha convertido así en un empleadillo que de antemano se autocensura para ofrecer un 
producto domado de baja calidad y no una obra suya que traiga sus huellas dactilares, como sí ocurría con los grandes autores y autoras del siglo XX en el continente.

En lo autobiográfico se cuentan siempre tragedias de discriminación, abuso, marginalidad, suicidios, crímenes pasionales heterosexuales u homosexuales, historias cortas y lacrimosas contadas con prosa fácil y en primera persona. En países afectados por el narcopoder, los temas de moda son política, violencia, guerrillas, narcos o paramilitares y preferible si están escritos con palabras soeces de injuria, mientras más vulgares mejor, por lo que cualquier tema que aborde temáticas humanas o estéticas se considera anómala o carente de interés. 

Las portadas de las novelas traen siempre una mujer semidesnuda en la playa, un papagayo parado en un poste ante un paisaje tropical, un racimo de bananos o cadáveres yacientes entre regueros de sangre. En todo ese mundo reina el mal gusto, la falta de imaginación y los efectismos fáciles de una narrativa de ínfima categoría. Un libro de Borges, Marechal, Lezama Lima, Mujica Láinez, Mutis o Cortázar sería considerado ahora obra de un loco.

¿Escribir novelas para qué? Si es para ganar dinero lo más seguro es que la decepción arrollará al aspirante, pues casi ningún novelista hoy puede vivir de sus regalías, salvo tal vez los grandes best-seller anglosajones que dominan el mercado mundial.

Debe saber el autor que la novela es un género agonizante que ya fue reemplazado por las series de Netflix, que de hecho pronto lanzará al aire versiones de Pedro Páramo y Cien años de soledad. 

Si alguien utópico insiste en escribir novelas sin recurrir a un ghost-writer, podría contentarse al menos con ser su propio y solitario autolector, o sea el sueño profundo del gran Borges, quien decía que no había que escribir para los otros sino para uno mismo.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 14 de mayo de 2023.





viernes, 5 de mayo de 2023

EL ETERNO VERANO DE MARVEL MORENO

Por Eduardo García Aguilar

Conocí a Marvel Moreno (1939-1995) gracias al hispanista francés Jacques Gilard, a quien vi por primera en un gran encuentro de literatura hispanoamericana en la Universidad de Toulouse donde estuvieron presentes Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos, Juan José Saer, Flor Romero de Nohra, Alba Lucía Ángel, entre otros. En ese entonces estudiaba en la rebelde Universidad de Vincennes y nos invitaron a realizar una exposición del Centro de Información para América Latina que animábamos allí y a donde acudían muchos de los exiliados latinoamericanos. 

Con Jacques nos hicimos amigos porque encontré su billetera con papeles y dinero que él había perdido en el auditorio y lo busqué por toda la universidad sin conocerlo para entregársela. Me hizo una fiesta por ese gesto y empezó así una larga relación literaria. Él era un brillante y joven académico que estaba en ese entonces dedicado de lleno a la literatura colombiana, recopilando la obra periodística de Gabriel García Márquez y los escritos de Alvaro Cepeda Samudio y por supuesto era muy amigo de Marvel, la admiraba y ya sabía de su obra en marcha.

Yo era un muchacho y aunque ya había escrito y publicado en revistas y suplementos desde la adolescencia, hacía mis primeros intentos de escribir una novela larga y un día que él vino a París me la presentó al frente de su casa en la rue Croulebarbe y le pidió a ella que leyera mis textos y nos viéramos para hablar de literatura. Marvel también estaba enfrascada en la redacción de sus cuentos y novelas.
 
Después de ese primer encuentro Marvel me invitó a su casa para que charláramos. Ella no había publicado aun ningún libro, aunque sí cuentos en revistas. Gilard la admiraba mucho, pues había pasado temporadas en Barranquilla y se sentía barranquillero adoptivo, costeño esencial. Él fue el primero en percibir con claridad, antes de que ella publicara sus obras más importantes, Algo tan feo en la vida de una señora bien (1980) y En Diciembre llegaban las brisas (1987), la magnitud literaria y las posibilidades de Marvel.
 
El feminismo estaba entonces muy en boga en Francia a través del Movimiento de Liberación Femenina (MLF), a cuyas manifestaciones acudíamos los estudiantes con nuestras amigas o novias feministas. Esos años fueron importantes, pues en Francia se acababa de votar la autorización del aborto, promovida por la ministra Simone Veil, y el MLF era un movimiento muy activo al que éramos muy sensibles los estudiantes.
 
Cuando ella llegó a vivir a París y decidió quedarse la literatura feminista circulaba mucho entre los jóvenes, especialmente a través de la editorial Femmes, que publicó poco después en francés a Marvel Moreno. También circulaban traducciones de feministas norteamericanas como Betty Friedan, Kate Millet y Erica Jong. Ella estaba muy conectada con esa atmósfera de liberación feminista cultural y sexual generalizadas de los años 60 y 70, en tiempos posteriores a mayo del 68.  

El día muy soleado de mayo cuando la conocí hacía mucho calor y me impresionó su frescura y belleza. Era una mujer alta, moderna, con una larga cabellera y gestos de gacela, piernas largas. Llevaba jeans y una blusa blanca vaporosa. Tenía 39 años y había nacido en septiembre como yo, o sea que compartíamos el hecho de pertenecer al signo Virgo. Gilard estaba feliz, muy excitado esa tarde y bromeaba mucho con ella. Veo esa tarde espléndida en mi memoria como si hubiera sido ayer. Por los azares de la vida, he vivido todo este siglo XXI en la Place D'Italie, a unas cuadras de la rue Croulebarbe, veo su edificio desde mi apartamento y cada vez que paso por ahí me acuerdo de ella. 

Marvel le dio una estocada al mundo patriarcal de las élites de Barranquilla y lo plasmó para siempre sin miramientos. Un mundo de patriarcas vulgares y poderosos que pervive intacto en la actualidad. Después de ser la reina del Carnaval, y compartir con la Miss Universo Luz Marina Zuluaga, que asistió a su coronación, dejó atrás todo eso y se convirtió en un mito insumiso de la ciudad, la mujer que se rebela contra su destino, problemática, que cuenta todo, la mujer conflictiva que adopta la causa de las insumisas.

Fue una luchadora contra la dominación patriarcal en la Costa Atlántica, que también se extiende a los territorios interiores y capitalinos de Colombia, cuestionados por Helena Araújo en sus novelas Fiesta en Teusaquillo y Las cuitas de Carlota. Machismo y falocratismo que se extiende a todo el continente y al mundo y domina desde hace milenios. De hecho, su último libro salió gracias a que un movimiento de jóvenes estudiantes barranquilleras rebeldes cuestionaron con un performance durante una mesa redonda sobre Marvel la censura familiar y exigieron la publicación de El tiempo de las amazonas (2020), que es un libro muy subversivo aun para hoy.

Barranquilla siempre vivirá en su obra, la de una reina de belleza que estudia, lee y se rebela como una estrella de rock de los maravillosos años 60 y 70 y la cuestiona desde diversos ángulos con la fuerza de Susan Sontag, Angela Davis y Patti Smith. Su primera y más conocida novela En diciembre llegaban las brisas, publicada por Plaza y Janés, está marcada por el decidido carácter antipatriarcal de su obra, centrada en su ciudad natal y las tradiciones y taras sociales, culturales y de género que tuvo que padecer en aquel ambiente del que huyó para siempre y al que no volvió. Ella se atrevió a enfrentar ese mundo y alejarse de él en un barco que va sin retorno con las velas abiertas.