Por Eduardo García Aguilar
Cada año, por febrero, cuando la temporada es benévola, se celebra la Feria del libro de Calcuta, que se convierte en esa semana en un centro de la cultura y saber bajo el patrocinio de Rabindranath Tagore, originario de esa región india, y de otros sabios que han escrito y vivido en esa urbe desde donde gobernó durante mucho tiempo el imperio colonial británico. Muchos de esos viejos edificios y palacios gubernamentales de tipo colonial siguen de pie, aunque algunos en estado ruinoso y en sus muros crecen hierbas y plantas que hunden sus raíces en el cemento.
Solo he ido una vez a la Feria del Libro, pero cada uno de los días vividos allí siguen presentes, ya que lo que más me impresionó es el calor humano de los anfitriones y las similitudes de ese pueblo con América Latina. Calcuta, a la que ahora llaman Kolkata, es tierra caliente, por lo que uno podría sentirse como si estuviera en una ciudad latinoamericana del Caribe o el Amazonas. Está bañada por algún brazo del Ganges, que ya en esos confines se convierte en húmedo Delta lleno de naturaleza, vegetación, fauna y siempre cruzado por el vuelo de las aves.
Tanto en Nueva Delhi como en Calcuta y otras ciudades uno podría sentirse también como si estuviera en México y Perú, países donde la sangre indígena está más presente y es mayoritaria entre la población. Bien es sabido que en estos dos países donde durante milenios reinaron poderosas y ricas civilizaciones, las poblaciones indígenas se quedaron ahí y con ellas el imperio español instaló dos virreinatos donde reinó el arte y la arquitectura barroca y el sincretismo cultural y religioso, por lo que son tan ricas y originales.
En otras partes de América Latina las poblaciones indígenas fueron exterminadas o cayeron diezmadas por las enfermedades y su presencia es menor en la actualidad. Por esa razón el imperio colonial importó población africana esclava para trabajar en esos territorios, creando otro tipo de mestizajes y sincretismos culturales. En los países del Cono Sur latinoamericano, aunque los rastros de la presencia indígena sigue presente en algunas zonas pese al exterminio colonial, se dio la inmigración masiva de millones de europeos de todos los orígenes, italianos, judíos, polacos, esteeuropeos, ingleses, italianos, alemanes o franceses, por lo que se dice que argentinos, chilenos y uruguayos descienden de los barcos.
La población indígena en el continente americano habría llegado tardíamente después de varias olas migratorias asiáticas milenarias a través del Estrecho de Behring. El Homo Sapiens ya había llegado de la misma forma decenas de miles de años antes a otras regiones como Europa occidental y del Este, Oriente Medio y a todas las regiones asiáticas, hasta las más extremas. Y desde allí, siempre en busca de tierras y espacios, fue ascenciendo el hombre hasta cruzar en época climática benévola el estrecho casi polar de Behring para poblar poco a poco el continente americano.
Al estar en la India o en otros países asiáticos uno siente con toda claridad las similitudes étnicas del pueblo indígena latinoamericano con aquellos pueblos y por esa razón los latinoamericanos somos recibidos allí como hermanos. Basta decir que uno viene de América Latina para que se le abran todas las puertas de la conversación y el afecto. Esa misma sensación la sintieron Jorge Zalamea y Miguel Angel Asturias cuando visitaron juntos aquellos lugares en los años 30 del siglo XX, cuando reinaba ya en el mundo la figura literaria de Rabindranth Tagore, Premio Nobel que visitó después Argentina invitado por Victoria Ocampo y cuyos libros fueron traducidos y publicados en español en la colección de Austral de Espasa Calpe.
Durante mi estadía en Calcutta o Kolkata tuve la oportunidad de ser recibido por varias academias literarias y departamentos de literatura locales y visitar a los principales y más longevos autores de la ciudad, quienes contaban con emoción todas las peripecias que les tocó vivir en le siglo XX, en especial el traumático proceso de independencia del imperio británico. Y durante esas visitas y encuentros me sorprendió como conocían de bien la literatura latinoamericana. Vallejo, Gabriela Mistral, Victoria Ocampo, Neruda, Rulfo, Paz, Asturias, Carpentier, Zalamea, García Márquez, entre muchos otros, eran nombres familiares para ellos.
Algunos de los ancianos escritores de las academias recordaban a Asturias, Neruda y Zalamea y en las universidades y en la Feria del libro era comun cruzarse con jóvenes estudiantes que sabían el español porque lo habían estudiado con rigor en las academias indohispánicas de Kolkata o en las universidades. En menos de una semana estaba uno rodeado por la cálida amistad de los habitantes de Calcutta y hacia el crepúsculo, cuando llegaban los pájaros a posarse en los árboles para dormir, recuerdo las largas veladas con ellos hablando de literatura.
Tuve muchos encuentros en la Feria del Libro, pero hay uno que me sorprendió y aun guardo con especial afecto. Un sabio ataviado con prendas frescas y coloridas usuales en aquellos lugares cálidos vino a regalarme especialmente los tres volúmenes ilustrados de su libro sobre las similitudes entre la cultura prehispánica de México y Perú y las más antiguas culturas que reinaron en India, mucho antes de que llegaran los musulmanes.
El hombre recorrió Perú, Guatemala y México y visitó muchas pirámides y sitios arqueológicos milenarios de las culturas más famosas de aquellas regiones como mayas, olmecas, toltecas, mixtecos, aztecas, así como las múltiples culturas peruanas anteriores a los incas. Los tres volúmenes cotejan con ilustraciones y fotografías minuciosas todas esas similitudes y coincidencias. Fue uno de los momentos más calurosos y fascinantes de mi estadía en Calcutta.
Con frecuencia repaso ese libro y leo sus disquisiciones en torno a los vasos comunicantes probables entre aquellas culturas milenarias. Muchas imágenes, estructuras, figuras geométricas, zoomorfas, vegetales son comparadas y explicadas por este sabio, convencido de que los pueblos prehispánicos y los arcaicos de la india pertenecen al mismo tronco étnico y cultural. No sabría ni podría hacer un diagnóstico científico de aquellas especulaciones, pero lo cierto es que muchas veces, sentado en alguna pirámide de ciertas ciudades cercanas al Ganges, como en Benarés, Agra, Nueva Delhi o Calcutta, sentí que había ido a Oriente para reencontrarme con América Latina.
París, 8-II-2020