Por Eduardo García Aguilar
El miércoles 18 de diciembre murió a los 87 años de edad en Caen el poeta y ensayista Claude Couffon (1926-2013), uno de los principales hispanistas franceses del siglo XX, traductor de numerosos autores españoles y latinoamericanos, a quienes a lo largo de su vida y hasta el final, les abrió con generosidad las puertas de su país.
En la línea de otros hispanistas y latinoamericanistas como Valery Larbaud, Marcel Bataillon, Roger Caillois, Jacques Gilard y Claude Fell, su carrera se inició con sus investigaciones sobre la muerte de Federico García Lorca, víctima de las fuerzas franquistas. Hace poco, con motivo de nuevas pesquisas incómodas en busca de los restos del poeta andaluz, lo que molestaba a los nostálgicos de la dictadura, Couffon regresó al lugar de los hechos en España y fue ampliamente entrevistado sobre el caso por la prensa española.
Profesor de la Sorbona, Couffon difundió en Francia desde los años 50 a diversos autores latinaomericanos como Pablo Neruda, Miguel Angel Asturias, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, entre otros autores del boom y del post boom. Y en la primera década del siglo XXI tradujo con entusiasmo a jóvenes poetas mujeres latinoamericanas y publicó antologías de poesía dominicana, cubana, mexicana, hondureña.
Ya en la ancianidad, retirado de la universidad, Couffon, gran amante del vino, la amistad y las mujeres, seguía sus actividades en su ciudad natal normanda de Caen y en el puerto de Saint-Malo, legendario lugar de corsarios y piratas y traficantes de esclavos donde está enterrado Chateaubriand. Cada año invitaba allí a un autor español o latinoamericano para difundir y traducir su obra entre los estudiantes, en jornadas inolvidables para unos y otros.
Tuve la oportunidad de verlo en los años 70 cuando estaba en su apogeo y era una eminencia reconocida como uno de los principales expertos de literatura española y latinoamericana, pero fue en la primera década de este siglo cuando pude conocerlo de cerca y hablar con él muchas veces en encuentros literarios en la Casa de América Latina o en reuniones con amigos comunes. Con cierta frecuencia regresaba a París desde su retiro o hacía viajes a México o España, pese a que tenía ya graves problemas de salud.
A diferencia de otros hispanistas mucho más tímidos y lejanos, Couffon era lo que se llama en Francia un "bon vivant", buen amigo de sus amigos, abierto al diálogo y al sentido del humor, siempre mirando directamente a los ojos con la picardía y la sonrisa a flor de piel.
Bajo de estatura, corpulento, y con un rostro de libertino dieciochesco, rubicundo tal vez por una vida de buena comida y buen vino, Couffon nunca dejó de leer e interesarse por la literatura de ese Extremo Occidente que es América Latina, que en estas épocas ha pasado de moda en Francia y ha sido suplantada por otras preferencias tales como la literatura asiática, africana, nórdica o norteamericana.
La gran amistad entre los franceses y la literatura latinoamericana tuvo uno de los primeros puntos fundacionales climáticos en París con la traducción y la publicación en francés de Leyendas de Guatemala, libro del entonces joven escritor Miguel Angel Asturias, quien con el tiempo se izaría hasta obtener el Premio Nobel. Asturias vino a Francia en los años 30 a realizar sus estudios en la Sorbona y perteneció a una generación muy activa de latinoamericanos, entre los que figuraban César Vallejo, César Moro y los hermanos Ventura y Fernando García Calderón, de Perú y Alfonso Reyes, de México, entre otros.
Antes, a fines del siglo XIX y comienzos del XX, vivieron en París lo modernistas Rubén Darío, José María Vargas Vila y Enrique Gómez Carrillo, pero sus obras no lograron ganar al amplio público francés de entonces, como si ocurrió de inmediato con Miguel Angel Asturias y después, a lo largo de varias décadas sin interrupción, con Jorge Luis Borges, antes de que estallara el boom en los años 60.
Este movimiento del boom conquistó al calor de las luchas políticas latinoamericanas y europeas, a amplios sectores de la sociedad francesa, que veían en las obras de Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Alejo Carpentier, Jorge Amado, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Alvaro Mutis y Mario Vargas Llosa, una especie de amplio ventanal hacia un edén tropical en plena ebullición revolucionaria y antidictatorial.
En ese marco, la gloria de los latinoamericanos otorgaba a los hispanistas y latinoamericanistas galos un aura que parecía iluminarlos de manera paralela a las proezas de sus pupilos literarios de ultramar.
Los traductores y difusores de las obras de César Vallejo, Pablo Neruda, Jorge Luis Borges, Octavio Paz y demás autores latinoamericanos del siglo XX entraban a ese club colorido que reinó hasta desvanecerse después de la caída del Muro de Berlín.
En la actualidad se realizan muchas actividades en la Maison de l'Amérique Latine (Casa de América Latina) del bulevar Saint Germain, pero ya sin el impacto glorioso de los años 60 y 70. Hay en las universidades y en algunas editoriales una nueva generación de hispano-latinoamericanistas muy activos, pero la literatura de ese continente ya no logra el impacto que tuvo en el siglo anterior y las apariciones son como fugaces y diminutos fuegos pirotécnicos.
Con la desaparición de Couffon termina una época de esa gran amistad ultramarina. Habrá que recopilar y editar sus artículos aparecidos en Le Figaro Littéraire, Le Monde, Les Lettres Françaises, Les Temps Modernes, Europe y Le Magazine Littéraire, para hacer una bitácora de aquella luna de miel franco-latinoamericana casi extinguida.
Y también debemos poner atención a su obra poética, en la que se destacan obras como Cuaderno de la bahía del Monte Saint Michel, Cuerpo otoñal y Ventana a la noche, entre otros libros suyos. Los latinoamericanos y los españoles debemos mucho a este gran amigo de nuestras palabras que ahora descansa en paz lejos de la belleza del cuerpo femenino, la poesía y el vino.