En Negra espalda del tiempo (1998) el escritor español Javier Marías abordó el tema de la relación entre el narrador ficticio que habla en las novelas y el autor que las firma. Luego de escribir Todas las almas, que se inspiraba en los dos años de juventud que vivió en Oxford entre 1983 y 1985 como profesor de literatura, Marías (1951-2022) enfrentó polémicas y chismografías entre sus excolegas, amigos o exvecinos, ya que muchos pensaron que su obra era en clave y que los personajes estaban basados en personas reales.
Cuando se iba a traducir al inglés, después de tener gran éxito en su país y en el mundo hispanoamericano, el editor británico consultó abogados y dudó en publicarla temeroso de poder ser objeto de demandas y juicios. En el cerrado mundillo académico de Oxford se desataron las comparaciones y todos los conocidos por Marías se vieron reflejados en las características de los personajes, descritos como es usual en el autor español con implacable ironía y sarcasmo. Algunos se enfurecieron y otros amenazaron veladamente al autor, por lo que el propio decano del departamento de letras hispánicas de Oxford tuvo que terciar en la polémica y aclarar el entuerto, exonerándolo de cualquier culpa.
Marías, ganador del Premio Rómulo Gallegos en 1995 con Mañana en la batalla piensa en mí, es sin lugar a dudas uno de los más grandes narradores vivos del ámbito hispanoamericano y se considera uno de los novelistas mundiales más importantes de su generación, por lo que ha sido mencionado varias veces en las quinielas para el Nobel de literatura. Ha escrito una veintena de libros donde despliega su talento, al abordar desde diversos ángulos los personajes y las situaciones, utilizando una ágil prosa de oraciones largas y musicales que seducen al lector y lo enredan hasta el infinito como en una tela de araña. Sus historias, como en su magistral Los enamoramientos (2011), nos enfrentan a los puntos claves de la vida humana, a los fantasmas del pasado y los azares del destino, viajan con impacable lucidez por los laberintos del tiempo ineluctable que pasa y actúa en círculos concéntricos enredando y triturando a mujeres y hombres, niños, jóvenes y viejos, en una serie de situaciones escabrosas frente a las cuales Marías no se reprime ni tiene piedad para relatar.
Los enamoramientos me sedujo y lo devoré fascinado y aterrorizado durante varios días de envolvente lectura, de
viaje por un extraño e impar tejido de palabras y reflexiones sobre la
vida, la muerte, el deseo, el amor, la traición y el silencio. Esta
lectura me recordó los ámbitos novelísticos de François Mauriac, el
excelente escritor francés cuyas obras nos sacuden y quien sin duda debe
ser referencia de Marías.
La novela tiene todo para ser antipática
para muchos lectores porque la narradora es una « joven prudente » que
trabaja en una editorial y desde adentro nos muestra el mundo fatuo de
los autores y la rutina terrible de esa profesión donde predominan
personajes atroces llenos de ambición como ese detestable novelista
Garay Fontina que sueña con el Nobel.
Los diálogos y reflexiones subjetivas de
esta joven intelectual y su amante Díaz Varela son precisos,
envolventes, llenos de referencias literarias a autores como Shakespeare
o Balzac y su inquietante pequeña novela El coronel Chabert, que es a
su vez personaje de la obra. Hay allí sólo ámbitos interiores,
encuentros y desencuentros en torno al extraño asesinato de un hombre
apuesto que hacía parte de una pareja perfecta como son todas las
parejas perfectas que cruzamos en nuestra vida y que la narradora
observa diariamente en un café a la hora del desayuno.
Quedé atrapado en el mundo imaginario de
Marías, que desmenuza la gigantesca e inagotable madeja de la vida. Una
superficie de palabras que se va tejiendo y destejiendo y a través de la
cual viajamos por cuerpos, rostros de personajes, estados de ánimo,
como si se tratase de una gigantesca telaraña a donde nos conduce con
maestría una voz perversa que nos deja allí inermes y mudos, poseídos
por el malestar esencial.
Por eso puede decirse que si aún hay autores como Javier Marías, podemos confiar entonces en que la literatura que muerde, sacude y mata, seguirá firme su camino en un mundo que le será cada vez más hostil y tratará de aniquilarla.
Por eso puede decirse que si aún hay autores como Javier Marías, podemos confiar entonces en que la literatura que muerde, sacude y mata, seguirá firme su camino en un mundo que le será cada vez más hostil y tratará de aniquilarla.
Su obra toda es una comedia humana contemporánea donde salen a relucir la soledad, el hastío, la miseria, la mezquindad, el odio, y las vicisitudes del deseo y del amor en las que se enfrascan los seres descritos. La densidad de sus relatos surge de la capacidad para describir y poner a interactuar a sus criaturas de ficción desde todos los ángulos posibles, agotando los claroscuros y las sinuosidades de la vida. En todos sus relatos ronda la muerte que acecha juguetona siempre a los personajes y proyecta sombras sobre los ámbitos y las acciones descritas.
Ya sean seres contemporáneos o figuras históricas u olvidadas de pasados remotos, todos son construidos con una minuciosidad que no deja cabos sueltos. La deriva de sus seres se ancla en el pasado familiar, en las relaciones laborales, filiales, de amor o amistad. También aparece en su obra de manera regular el auge y la caída de las existencias a través de seres que en pleno apogeo de la juventud viven aventuras extraordinarias y luego decaen y tienen fines atroces o lamentables y van raudos hacia el olvido.
En Negra espalda del tiempo, un artefacto de la estirpe de los ovnis, además de aclarar las confusiones entre sus personajes y la vida real, como ocurre con la pareja de libreros que está convencida de haber sido retratada por el autor, o desmentir que alguna mujer casada y real de Oxford fuera la amante suya como sí ocurre con el personaje, Marías escruta la vida de figuras británicas que vivieron las guerras del siglo XX y a través de ellas nos hace viajar a la Ciudad de México de los años XX y al Madrid franquista de los años 50.
Hijo del filósofo Julián Marías y de Dolores Franco, que tuvieron que exiliarse durante parte de la dictadura en Estados Unidos, el autor cuenta en esta obra autobiográfica muchos aspectos de su vida familiar, como la muerte de su hermano mayor a los tres años de edad y la presencia de su fantasma en su familia a través de viejos y arcaicos juguetes conservados. Y con dolor y nostalgia describe la Madrid de su tiempo y las casas vividas, así como su especial relación con su madre o el impacto que dejó en él una amante que tenía una cicatriz en el muslo, cráter lunar excitante.
Marías deja claras las reglas del juego para el lector, pues a lo largo de esas trescientas páginas relatará sin plegarse a la tradicional obligatoriedad de un argumento con desenlace y solo contará movido por una fuerza original cuyo objetivo es solo llegar al final del libro. A lo largo de este extraño objeto narrativo ocurren muchas cosas, pero a la vez reflexionamos en permanencia sobre el arte de escribir y la extraña condición del escritor.
Al final asistimos a las vicisitudes por las cuales Marías terminó convirtiéndose en Rey de Redonda, al recibirla como herencia literaria de la mano del anterior rey Jon Wynne-Tyson, que a su vez la había heredado de John Gawsworth y de M. P. Shiel, todos escritores, y de paso visitamos esa isla inhabitada del Caribe que vio en su tiempo Cristóbal Colón. La obra está ilustrada con fotografías de algunos personaje y de ámbitos citadinos de Oxford, recortes de periódicos, portadas de libros olvidados y mapas de la misteriosa isla caribeña. Marías siempre se sale con la suya y es un placer leerlo y dejarse seducir por su gran talento y su vasta cultura literaria.
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* Publicado el domingo 24 de noviembre de 2019 en La Patria. Manizales. Colombia. Actualizado el 11 de septiembre de 2022 con motivo de la muerte del autor..