lunes, 14 de diciembre de 2020

EL ACUERDO DE PARÍS SOBRE EL CLIMA


Por Eduardo García Aguilar


Hace cinco años 195 países participantes lograron llegar a los Acuerdos de París y ahora, como soñar no cuesta nada, se reúnen en medio de la pandemia y en plena virtualidad planetaria buscando ratificar los objetivos planteados para reducir el calentamiento de la tierra, expresado en huracanes y ciclones devastadores, incendios forestales, inundaciones sucesivas, desaparición de las cumbres nevadas y humedales y la reducción dramática de los casquetes polares ártico y antártico.

Después del avance de aquella reunión, muchas esperanzas se vinieron al suelo, pues lo primero que hizo Donald Trump al llegar al poder en Estados Unidos, fue salirse del acuerdo y sabotearlo a lo largo de su mandato, que culmina en enero, pues según él no existe tal cambio climático y el mundo puede seguir destruyendo bosques y contaminando el planeta.

Y como no hay mal que por bien no venga, la llegada de la pandemia que sacudió al mundo en este largo año excepcional de 2020, mostró con total claridad que el planeta necesita reducir la velocidad y la naturaleza de sus objetivos productivos y tecnológicos. Trump y su comparsas en el mundo fueron desmentidos por la realidad de la peste, que reveló al orbe la necesidad de que los humanos cesen su delirio depredador.

De repente todos vimos como nuestros cielos se quedaron libres del desenfrenado tráfico de la aviación mundial y del turismo enloquecido que histerizaba a los habitantes del planeta, ávidos de viajar y gastar sin sentido. También vimos como lucían las grandes y las pequeñas ciudades en los momentos más drásticos del confinamiento aplicado en todas partes ante la devastación mortífera provocada por la peste del siglo XXI.

Calles vacías de vehículos y contaminación, baja en el índice de accidentes, recuperación de espacios por parte de los animales que antes huían de la locura humana, fueron algunos de los efectos benéficos de la crisis. Muchos vieron los cielos libres de esas líneas contaminadoras expulsadas por los enormes aviones y también los mares descansaron al observar a los paquebotes del turismo de masa que invadían sitios de sueño, playas, bellas ciudades como Venecia, a los cargos petroleros y químicos y a las minas contaminadoras, paralizados todos por el cese súbito de las actividades económicas.

Por el avance terrorífico de la peste en Brasil, cuyo gobierno hacía coro con el de Trump negando el virus y el cambio climático mientras se incendiaban las selvas amazónicas, las actividades depredadoras contra la naturaleza impulsadas por los ávidos de la ganancia tuvieron cierto reposo obligado, dejando en paz a los habitantes originarios y a los animales que morían bajo el fuego provocado por quienes arrasan los bosques, afectando al pulmón amazónico del planeta.

Los activistas y los países y líderes mundiales comprometidos con el Acuerdo de París se preparan ahora para la nueva reunión COP 26, que se llevará a cabo el año entrante en Glasgow, en Escocia. Los expertos y los científicos siguen publicando informes donde explican en detalle que los objetivos deben cumplirse para que el planeta se salve de la autodestrucción, que lo convirtiría en un globo desierto, una inmensa roca fría cubierta de óxido como en los libros o las películas de ciencia ficción.

Las nuevas generaciones trabajan par proponer alternativas: reducir el uso de energías fósiles, el uso de los vehículos o al menos convertirlos en aparatos ecológicos no contaminadores, cambiar los hábitos y proponer el reciclaje de electrodomésticos, ropas y muchos elementos de la vida cotidiana, reducir el turismo masivo que invade y destruye, avanzar hacia la construcción de edificios y habitaciones ecológicas, proteger el agua, cuidar la naturaleza, promocionar el trueque, dejar de vivir arrodillados ante el dios automóvil.

Muchos adolescentes y jóvenes de este siglo XXI han tomado conciencia de esas necesidades y se mueven en la India, Suecia, Estados Unidos, América Latina, África, Asia, para hacer posible esos cambios, pero las fuerzas retardatarias hacen todo para impedir el cambio, lo que se traduce en el asesinato en muchas partes mundo de  activistas ecológicos que luchan contra la construcción de aeropuertos absurdos en lugares paradisíacos, represas megalómanas, avenidas locas que matan ciudades y se oponen a la minería de las grandes multinacionales, que tras extraer las riquezas solo dejan miseria y desiertos.

Esos jóvenes que ahora alzan la voz muestran el rumbo que los viejos sátrapas vampiros del poder y el dinero como Donald Trump y sus admiradores quieren frustrar en un baño de sangre y destrucción. No todo el mundo está loco. La humanidad puede cambiar de rumbo y aun está a tiempo. El éxito no está en enriquecerse, robar, matar, arribar, gritar, odiar, hacer la guerra, sino en luchar por un mundo más justo y más leal con la naturaleza. La poesía está a la vuelta de la esquina. El sueño se puede tocar con nuestros corazones. Solo basta mirar las flores, los ríos, el mar, los volcanes y escuchar el canto de los pájaros.   
 
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Publicado el domingo 13 de diciembre de 2020 en La Patria. Manizales. Colombia. (Incluye pequeños ajustes en los párrafos 1 y 7).