jueves, 9 de marzo de 2023

LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA EN EUROPA

Por Eduardo García Aguilar

En las barras de los bares populares europeos, a la hora de crepúsculo, se oye todo tipo de conversaciones que reflejan el ambiente del continente en estos tiempos difíciles, afectados por el retorno ineluctable de la guerra en territorios que no la conocían desde hace ocho décadas, salvo si exceptuamos el conflicto en la ex Yugoslavia balcánica de fines del siglo XX, que causó duras inquietudes en Occidente.

El viernes por la tarde de este comienzo de marzo, antes de la noche, cuando en el cielo ya oscuro se perciben muy cerca y brillantes Júpiter y Venus en confluencia con la Luna, es bueno escuchar lo que dice la gente o eso que llamamos en política el pueblo, la muchedumbre, la plebe, la infame turba que opina pero poca influencia tiene en las decisiones de las élites y los gobernantes.

En las noticias del día a comienzos de marzo las cadenas televisivas han difundido en la tarde por primera vez en muchos meses la noticia de la molestia creciente de grandes sectores de la población europea que no acepta los miles de millones de euros gastados a costa del contribuyente para ayudar con dinero, armas y todo tipo de subsidios al proyecto de guerra de Ucrania, cuyo dirigente, aliado con Estados Unidos y Polonia, quiere llevar hasta las extremas consecuencias sin dar atisbos de querer negociar.

Occidente, pero en primer lugar Estados Unidos, han inyectado decenas de miles de millones de dólares y varios países entregan euros, armas y municiones al actor cómico Zelenski que dirige su país y ha causado con su intransigencia el exilio de millones de compatriotas, la muerte de decenas de miles de civiles y soldados, mientras él se pasea por las capitales haciendo propaganda para la guerra.

Aunque la propaganda periodística occidental pro-estadounidense favorable a los designios de la OTAN hace creer con sus poderosos medios televisivos que toda Europa está unida y compacta a favor de la guerra contra Rusia y el objetivo de derrotarla y aplastarla como en otros tiempos quisieron Napoleón y Hitler, los medios empiezan a mostrar que amplias capas de la población pacifista quiere que se presione a Ucrania a negociar y se haga el juego de la diplomacia para evitar una grave escalada hacia la Tercera guerra mundial. Ahora es claro que la guerra es entre dos imperios: una Rusia renaciente amenazada por Occidente que se defiende y Estados Unidos revigorizado con su brazo armado de la OTAN y deseoso de reducir la esfera de influencia de su rival.

Antes censuradas y ocultas, se muestran ahora con timidez imágenes de manifestantes pacifistas que en Berlín y Múnich están en contra de que el gobierno alemán, encabezado por los socialdemócratas, en alianza con los liberales y Verdes, más papistas que el papa, envíen tanques Leopard y pertrechos y dinero a Ucrania para encender la guerra. Es un movimiento que crece en la sociedad alemana, presente en la línea de frente del conflicto y que ya conoce por las dos guerras mundiales experimentadas las consecuencias terribles de tales conflagraciones.

Es un movimiento espontáneo de amas de casa, personas mayores y jóvenes, trabajadores, obreros y funcionarios de diversas tendencias, tanto de derecha, centro o izquierda, que se resisten a hacerle el juego a Estados Unidos, país alejado geográficamente del conflicto y que no está poniendo los muertos ni corre peligros inmediatos, como sí ocurre con Alemania y otros países europeos. Es un fenómeno nuevo que une a gente de izquierda y de derecha en torno al objetivo de la paz.

En los bares la gente de estos países discute sobre las consecuencias graves y palpables de la guerra para la vida cotidiana: inflación desbordada, aumento del costo de la energía e incremento vertiginoso de la pobreza en muchas capas de la sociedad,  como no ocurre desde la crisis financiera de 2008. El sabotaje probablemente occidental de los recientes y costosísimos oleoductos germano-rusos Nord Stream dio el mensaje claro de que Estados Unidos y la OTAN y sus aliados más radicales europeos desean entrampar a Europa y que ella sea la que pague el pato.

A lo que se agrega la carga presupuestal que representa para estos países la ayuda bélica y la atención de casi 10 millones de ucranianos refugiados que se agregan a los millones ya ingresados desde hace más de una década a causa de las guerras en Asia, Medio Oriente y África, causadas por Estados Unidos y las potencias occidentales.

La gente cuenta en sus coversaciones lo difícil que es llegar a final de mes y la presencia cada vez más palpable de familias con hambre, viejos y jóvenes, que deben recurrir a las distintas asociaciones caritativas para comer, como ocurrió en Estados Unidos en la crisis de 1929.

Muchas de esas personas que hablan en las barras de los cafés son cultas y formadas, trabajadores con experiencia ya jubilados que se asombran por la irresponsabilidad de los líderes europeos actuales. 
 
En muchos países de este continente, pero ahora especialmente en Alemania, y pronto en Francia, Bélgica, Austria e Italia crece un movimiento pacifista que aboga por prontas negociaciones y el fin de la guerra, para que millones de ucranianos retornen a su país y pare la muerte de miles y miles de soldados rusos y ucranianos, instrumentos de un conflicto bipolar de imperialismos en pugna irresponsable.