sábado, 19 de julio de 2025

LOS SECRETOS DE POLICARPO VARÓN

Por Eduardo García Aguilar


Policarpo Varón (1941) siempre ha sido uno de los secretos mejor guardados de la narrativa y la literatura colombianas desde que publicó en 1973 su primer libro de cuentos El festín, en la editorial Oveja Negra. Desde entonces, el cuento que lleva ese título ha sido incluido en varias antologías del género en Colombia y América Latina y él continuó en la sombra ejerciendo la alegría de escribir cuentos y ser antes que todo un lector apasionado. Después publicó El falso sueño (1979), Jardín del intérprete (1977) y La mágica tragedia (1986).

En su cuarto libro, Equilibristas (2001), despliega su sentido del humor y la libertad y flexibilidad narrativas.ambientados en un pueblo tolimense afectado por la atroz violencia de aquel tiempo entre liberales y conservadores y en Buenos Aires, a donde el de la voz narrativa realiza varios viajes reales e imaginarios, anclados en el mundo literario de la capital argentina, cuando estaba en su esplendor la fama del gran mito ciego Jorge Luis Borges.

Buenos Aires es una obsesión para un lector como Policarpo Varón, pues a lo largo del siglo XX fue la Meca de las letras, el tango y el cine, un lugar crucial del mundo editorial e intelectual del continente latinoamericano, a donde todos querían llegar algún día, desde los tiempos de José María Vargas Vila, Bernardo Arias Trujillo, Witold Gombrowicz, Rabindranath Tagore y Victoria Ocampo. Buenos Aires era la Nueva York del sur.

Visitar Buenos Aires de la mano de Varón y adentrarse en su erudición literaria es un viaje inolvidable, como lo es también andar por los parajes de Tolima, caminando con el narrador y sus amigos, junto a ríos, veredas, casonas abandonadas, remansos, carreteras y montañas. En cada cuento suyo vivimos experiencias absurdas y nos enfrentamos al absurdo de la vida y el tiempo, a través de su lucidez implacable.                                .  

"He pensado que los pavorosos prejuicios religiosos, de bandera partidista y culturales vividos por Colombia durante mi infancia y mi adolescencia afectaron mi psiquismo y mis comportamientos hasta hoy", afirma Policarpo Varón en el epílogo de este libro, donde cuenta su vida y su pasión literarias.

"En mis cuentos privilegio el lenguaje y el argumento - no la trama ni el desenlace -", añade el autor, quien parte de "una anécdota, situación o imagen que reveo o recuerdo", lo que "constituye el estímulo inicial de mis cuentos" y de "ahí busco elaborar la ficción, la poesía activa, que logro estudiando y desdoblando la anécdota, la situación o la imagen que inicialmente me han conmovido, con la cándida esperanza de que el lector encuentre una parábola general de la vida o el hombre", concluye.

Varón pertenece a una vasta generación de escritores que empezaron a publicar muy jóvenes en la revista Eco y emprendieron el camino literario con vocación borgiana, tratando de conectarse con las nuevas corrientes y abrir caminos para la literatura colombiana, antes de que surgiera la deflagración comercial del boom latinoamericano y cayera el meteorito brutal de Cien años de Soledad.

Ese fenómeno comercial y de vanidades y ambiciones masculinas de machos alfa, hizo perder en cierta forma la inocencia a los escritores que hasta entonces hacían literatura como kamikazes, a sabiendas que ejercer ese oficio los llevaba a experimentar dificultades económicas sin nombre y un largo camino de soledad e incomprensión. Hasta entonces ser escritor en América Latina era emprender el camino de los malditos y siempre fueron vistos con desconfianza, como casos patológicos y marginales poco frecuentables.

Bastaba con observar la larga lista de los clásicos de la literatura universal o latinoamericana para descubrir destinos trágicos de todo tipo, encabezados por los emblemáticos suicidas, seguidos por los errantes que aunque gloriosos terminaban mal como José Asunción Silva, Ruben Darío y otros modernistas. Se emprendía la literatura como una opción autodestructiva y utópica, hasta que en los nuevos tiempos el ejercicio fue carcomido por el arribismo y la codicia.

Policarpo Varón siempre ha sido para mi un faro y un ejemplo desde su retiro entre libros. Cada encuentro con él en Bogotá ha sido una sorpresa y una alegría, y lo vivido con él puede ser un relato suyo, como cuando me llevó a conocer a su congénere Nicolás Suescún.  Varón inició su camino en el Tolima, luego trerminó el bachillerato en Medellín y después se estableció en Bogotá, donde vivió muchas décadas, siempre inmerso en el mundo de los libros y el estudio de las técnicas narrativas que aplica en sus historias.
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Publicado en la patria. Manizales. Colombia. Domingo  20 de julio de 2025.