Policarpo Varón (1941) siempre ha sido uno de los secretos mejor guardados de la narrativa y la literatura colombianas desde que publicó en 1973 su primer libro de cuentos El festín, en la editorial Oveja Negra. Desde entonces, el cuento que lleva ese título ha sido incluido en varias antologías del género en Colombia y América Latina y él continuó en la sombra ejerciendo la alegría de escribir cuentos y ser antes que todo un lector apasionado. Después publicó El falso sueño (1979), Jardín del intérprete (1977) y La mágica tragedia (1986).
En
su cuarto libro, Equilibristas
(2001), despliega su sentido del
humor y la libertad y flexibilidad narrativas.ambientados en un pueblo
tolimense afectado por la atroz violencia de aquel tiempo entre
liberales y conservadores y en Buenos Aires, a donde el de la voz
narrativa realiza varios viajes reales e imaginarios, anclados en el
mundo literario de la capital argentina, cuando estaba en su esplendor
la fama del gran mito ciego Jorge Luis Borges.
Buenos
Aires es una obsesión para un lector como Policarpo Varón, pues a lo
largo del siglo XX fue la Meca de las letras, el tango y el cine, un
lugar crucial del mundo editorial e intelectual del continente
latinoamericano, a donde todos querían llegar algún día, desde los
tiempos de José María Vargas Vila, Bernardo Arias Trujillo, Witold
Gombrowicz, Rabindranath Tagore y Victoria Ocampo. Buenos Aires era la
Nueva York del sur.
Visitar
Buenos Aires de la mano de Varón y adentrarse en su erudición literaria
es un viaje inolvidable, como lo es también andar por los parajes de
Tolima, caminando con el narrador y sus amigos, junto a ríos, veredas,
casonas abandonadas, remansos, carreteras y montañas. En cada cuento
suyo vivimos experiencias absurdas y nos enfrentamos al absurdo de la
vida y el tiempo, a través de su lucidez implacable.
.
"He
pensado que los pavorosos prejuicios religiosos, de bandera partidista y
culturales vividos por Colombia durante mi infancia y mi adolescencia
afectaron mi psiquismo y mis comportamientos hasta hoy", afirma
Policarpo Varón en el epílogo de este libro, donde cuenta su vida y su
pasión literarias.
"En
mis cuentos privilegio el lenguaje y el argumento - no la trama ni el
desenlace -", añade el autor, quien parte de "una anécdota, situación o
imagen que reveo o recuerdo", lo que "constituye el estímulo inicial
de mis cuentos" y de "ahí busco elaborar la ficción, la poesía activa,
que logro estudiando y desdoblando la anécdota, la situación o la
imagen que inicialmente me han conmovido, con la cándida esperanza de
que el lector encuentre una parábola general de la vida o el hombre", concluye.
Varón
pertenece a una vasta generación de escritores que empezaron a publicar
muy jóvenes en la revista Eco y emprendieron el camino literario con
vocación borgiana, tratando de conectarse con las nuevas corrientes y
abrir caminos para la literatura colombiana, antes de que surgiera la
deflagración comercial del boom latinoamericano y cayera el meteorito
brutal de Cien años de Soledad.
Ese
fenómeno comercial y de vanidades y ambiciones masculinas de machos
alfa, hizo perder en cierta forma la inocencia a los escritores que
hasta entonces hacían literatura como kamikazes, a sabiendas que ejercer
ese oficio los llevaba a experimentar dificultades económicas sin
nombre y un largo camino de soledad e incomprensión. Hasta entonces ser
escritor en América Latina era emprender el camino de los malditos y
siempre fueron vistos con desconfianza, como casos patológicos y
marginales poco frecuentables.
Bastaba
con observar la larga lista de los clásicos de la literatura universal o
latinoamericana para descubrir destinos trágicos de todo tipo,
encabezados por los emblemáticos suicidas, seguidos por los errantes que
aunque gloriosos terminaban mal como José Asunción Silva, Ruben Darío y
otros modernistas. Se emprendía la literatura como una opción
autodestructiva y utópica, hasta que en los nuevos tiempos el ejercicio
fue carcomido por el arribismo y la codicia.
Policarpo
Varón siempre ha sido para mi un faro y un ejemplo desde su retiro
entre libros. Cada encuentro con él en Bogotá ha sido una sorpresa y una
alegría, y lo vivido con él puede ser un relato suyo, como cuando me
llevó a conocer a su congénere Nicolás Suescún. Varón inició su camino
en el Tolima, luego trerminó el bachillerato en Medellín y después se
estableció en Bogotá, donde vivió muchas décadas, siempre inmerso en el
mundo de los libros y el estudio de las técnicas narrativas que aplica
en sus historias.
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Publicado en la patria. Manizales. Colombia. Domingo 20 de julio de 2025.