Por Eduardo García Aguilar
Con la muerte de Ariel Sharon a los 85 años, después de ocho en estado de coma, desaparece uno de los grandes halcones de la derecha israelí, considerado un "criminal" por los palestinos y un héroe por los israelíes. Involucrado en la terrible masacre de Sabra y Chatila en 1982 en Líbano, por lo que al año siguiente tuvo que renunciar como ministro de Defensa, el llamado "bulldozer" regresó al poder en 2001 y de manera paradójica contribuyó al deshielo de la situación israelo-palestina con la histórica retirada de la franja de Gaza en 2005.
Como ocurre en todas las guerras entre naciones o conflictos armados internos de los países, tarde o temprano los enemigos de siempre deben terminar en la mesa de negociaciones y lograr acuerdos de paz, pues no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista.
En varias ocasiones alemanes y franceses tuvieron que llegar a armisticios y hoy, después de dos espantosas guerras mundiales, ambos países son amigos y colaboran en la construcción de una Europa unida y democrática. Las terribles cicatrices quedan para la historia, aunque la rivalidad política y económica sigue siendo un motor que da vitalidad a sus sociedades. Las huellas y las ruinas dejadas por los bombardeos, las heridas familiares, la memoria del terrible exterminio de los judíos y de otras minorías están presentes y siguen recordándose como atrocidades que no pueden repetirse.
En Vietnam, el héroe militar Nguyen Giap (1911-2013) murió el año pasado a los 102 años, después de haber sido el artífice de las históricas derrotas de Francia y Estados Unidos en las guerras de Indochina y de Vietnam. Estados Unidos, que realizó espantosos bombardeos, exterminios y torturas masivas de la población en su enconada lucha anticomunista, y Vietnam, el pequeño David asiático que venció al Goliath gringo, terminaron décadas después por reunirse y comerciar en paz.
Como ejemplo de esa voluntad de paz, el líder republicano John Mc Cain, quien fue cautivo como soldado de la guerrilla del Vietcong, realizó una visita en su residencia al viejo militar enemigo para un encuentro cordial que describió en un afortunado artículo publicado en la prensa estadounidense como obituario del longevo general. La guerra de Vietnam fue de las más atroces de la historia, pero tras la derrota inconcebible del imperio, los viejos contrincantes terminaron por reunirse y hablar mientras tomaban un jugo de mango.
Lo mismo ocurrió en Sudáfrica entre el recién fallecido Nelson Mandela y sus enemigos blancos del Apartheid, que lo tuvieron preso en mazmorras durante décadas, acusado de "terrorista".
El temible militar Ariel Sharon (1928-2013) llegó a la conclusión durante su mandato como onceavo primer ministro israelí, de la necesidad de renunciar a la colonización indefinida y al sueño de un Gran Israel con las fronteras logradas en la famosa Guerra de los Seis Días, en la que combatió en 1967 al lado del famoso general tuerto Moshé Dayan y del jefe militar Isaac Rabin.
De manera sorpresiva Sharon retiró a su ejército de la Franja de Gaza luego de casi cuatro décadas de ocupación, abriendo nuevas vías hacia una negociación que hoy continúa con nuevos protagonistas, el palestino Mahmud Abas, sucesor de Yaser Arafat (1929-2004), el secretario de Estado estadounidense John Kerry y el nuevo halcón israelí Bejamin Netayahu.
En el camino quedaron inmoladas las figuras que firmaron los Acuerdos de Paz de Oslo en 1994: Isaac Rabin (1922-1995), asesinado por un extremista israelí y Yaser Arafat, quien para los palestinos fue envenenado por el enemigo.
Rabin y Arafat son el ejemplo máximo del acercamiento de encarnizados enemigos bajo el patrocinio de Noruega, país que ha propiciado acuerdos tan importantes como los que solucionaron los sangrientos conflictos armados en El Salvador y Guatemala y que apadrina ahora las negociaciones de paz en Colombia entre la insurgencia armada y el gobierno. Rabin y Arafat obtuvieron un criticado Premio Nobel de la Paz y su estrechón de manos junto a Bill Clinton en la Casa Blanca es histórico y siempre está presente en las difíciles negociaciones en curso.
Sharon vivió en estado vegetal durante ocho años y recientemente, en diciembre, los médicos registraron una excepcional actividad cerebral en el paciente, internado en un hospital en Tel Aviv. Tal vez en su profundo sueño Ariel Sharon soñaba con levantarse para continuar en sus esfuerzos de lograr al fin fijar las fronteras necesarias para llegar a un acuerdo con el enemigo palestino. O tal vez soñaba con todas sus muchas guerras en las arenas del desierto donde su pueblo ha vivido durante milenios.