Por Eduardo García Aguilar
Este
jueves se inauguró el Salón del Libro de París, que cada año se da cita
en la Puerta de Versalles y atrae a centenares de librerías de Francia y
el mundo en un aquelarre interminable de conferencias, debates,
presentaciones y coloquios sobre el futuro del libro y las nuevas
alternativas para la edición, en especial las virtuales.
La
inauguración contó con la presencia de la ministra francesa de Cultura
de Francia, Fleur Pellerin, joven de origen coreano adoptada siendo bebé
por una familia francesa y que ahora es una de las principales
representantes de la “diversidad” en las altas esferas del gobierno, con
ministros originarios del “extranjero”, como el del Interior, el
catalán Manuel Valls, la de Educación, la joven marroquí Najat
Vallaud-Belkacen y la de Justicia, la muy criticada por los derechistas,
la guyanesa Christiane Taubira.
En
esta ocasión el país invitado fue Brasil, que trajo una amplia
delegación encabezada por Nélida Piñón, Paulo Coelho y Ana Maria Machado
entre otros autores veteranos y jóvenes que alternan con figuras
locales de la literatura, para abrir una ventana a un país que siempre
genera sueño, alegría y sensualidad a través de sus clichés permanentes,
oficiales y profesionales, como son el fútbol, la playa, el deseo, el
cuerpo, las favelas, Lula, Pelé, la samba y la saudade de la bossa nova.
Brasil
es una potencia regional con sólida y tradicional actividad
diplomática, que sabe mantener y dar el rango que merece a la figuración
de su cultura a nivel mundial por medio de la presencia de sus libros
en múltiples reuniones y acontecimientos celebrados en el mundo. Para
ese efecto no escatima esfuerzo alguno, porque sabe que la cultura es la
mejor carta de presentación de un país en el mundo.
Esta
vez estuve en la inauguración, a la que asistí para saludar antes que
todo y en medio de la barahúnda a Geraldo Holanda Cavalcanti (1929),
presidente de la Academia de Letras de Brasil y quien al año pasado
recibió la antorcha de Argentina, país invitado en esa ocasión y cuya
presencia fue todo un éxito, incluso por la llegada de su mandataria a
la apertura de la feria en el contexto de una visita oficial. Una
impresionante delegación argentina encabezada por el padre de Mafalda,
Quino, y una exposición y homenaje a Julio Cortázar en su centenario,
animó la pasada feria, mostrando la vitalidad de la literatura y la
actividad editorial de ese país sudamericano también marcado por
folclóricos clichés oficiales como el fútbol, el tango, Gardel, Borges,
Cortázar, Maradona y Evita Perón.
Cavalcanti,
diplomático, poeta y amante fiel de la literatura, es el traductor de
la obra de Alvaro Mutis al portugués y fue embajador de Brasil en
México, donde estrechó una gran amistad con el recién fallecido autor de
la saga de Maqroll El Gaviero, por lo que cada ocasión de compartir con
él esa amistad es una gran alegría. El veterano diplomático es de una
generosidad a toda prueba y en medio de la sala donde se llevaba a cabo
la inauguración, al ser decano, marca la pauta para la febril actividad
de las letras brasileñas que se toma París por unos días del 20 al 23 de
marzo de 2015.
Le
presento a Cavalcanti a Melisa Serrato, joven y talentosa periodista
cultural, que trabajó varios años en El Tiempo de Bogotá y quien como
toda buena periodista colombiana siempre se encuentra en el lugar
indicado y a la hora indicada y luego, como por convocatoria de la
ausente literatura colombiana, aparecen en medio de la fiesta del libro
de París dos prestigiosas académicas colombianas de la diáspora, Fabiola
Rodríguez López, encargada del acervo hispanoamericano de la Biblioteca
Nacional de Francia y la profesora y poeta Luisa Ballesteros, de la
Universidad de Cergy-Pontoise, especialista de la literatura escrita por
mujeres en Colombia y América Latina.
Su
compañía me inspira para recorrer por corredores tapizados de rojo
mientras suenan las botellas de champaña recién destapadas en cada uno
de los salones de las grandes editoriales francesas que tiran la casa
por la ventana junto a su autores, por lo que durante estas horas de
inauguaración especial para los invitados puede decirse que el lugar
reúne la mayor cantidad de escritores y vedettes por metro cuadrado.
Claude Lellouche por aquí, Alain Duhamel por allá, Joseph Joffo acullá.
Porque
la literatura francesa y el mundo de la edición local, que es uno de
los pocos que publica tantos libros extranjeros cada año, es un
microcosmos endogámico y cruel donde la proliferación es de verdad
impresionante: solo en la temporada que se inicia en septiembre se
publican más de 700 novelas y se cuentan por decenas de miles los
títulos publicados cada año en el país, muchos de los cuales son obras
excelentes de ensayo que encuentran siempre un lector. Por fuera de las
grandes conglomerados editortiales como La Martinière, Editis, Hachette y
Gallimard, que son las contrapartes locales de Penguin, Harper Collins,
Random House-Mondadori y Planeta, es saludable visitar los puestos de
los exquisitos pequeños editores que publican joyas por cientos y a
veces pasan inadvertidos en medio de la abundancia.
Pero
de repente lo más soprendente de estas jornadas es la presencia de la
misteriosa Expresso Book Machine (Terminal de impresión del libro a la
demanda) que se supone puede curar las angustias actuales de la
industria editorial, pues solucionaría el problema de los stocks y la
distribución. Con un simple click el libro es impreso en menos de cinco
minutos a pedido del comprador, quien espera el volumen tomándose un
café.
Ahí,
por supuesto, he iniciado y terminado esta visita y por la máquina he
brindado el champán que por todas partes se riega a cántaros: en menos
de cinco minutos apareció el libro que he pedido, Alcools, de Guillaume
Apollinaire, mientras una dama más osada, editora muy elegante vestida
de negro, espera del mismo autor su clásico terrible y pornográfico Las
once mil vergas, que los dueños de la máquina y creadores del programa
Ireneo ofrecen gratuitamente a los curiosos más advertidos. Esta
es la fiesta del libro y por eso los bibliópatas todos brindamos ebrios
alzando la mano y la copa con el burbujeante líquido translúcido que
celebra la entrada de la edición a una nueva aventura numérica digna de
Blade Runner y 2001 Odisea del Espacio.
*Publicado en la Patria. Manizalez. Colombia. Domingo 22 de marzo de 2015.