sábado, 16 de agosto de 2025

LA MÁQUINA CÍCLICA DE LAS GUERRAS

Por Eduardo García Aguilar

Los siglos están interconectados y nuestros años tienen similitudes con los de entreguerras del siglo XX, cuando Europa vivió una pausa antes de la Segunda Guerra Mundial, que de todas maneras venía larvada desde la derrota alemana de 1918 y las condiciones impuestas por los vencedores.

Desde siempre los europeos se vieron enfrascados en guerras terribles que significaron cambios permanentes de fronteras e imperios que ascendieron y cayeron de manera estrepitosa, como miles de años antes en la antigüedad.  Los sufrimientos indecibles de los europeos a lo largo los siglos están impregnados en la memoria colectiva de la población con los matices respectivos, según cultura, tradición, culinaria y lengua.  

La literatura registra en detalle las peripecias vividas, las terribles guerras religiosas, masacres de minorías étnicas, como ocurrió con los cátaros en Francia o con judíos, gitanos, árabes, eslavos, germanos, españoles, nórdicos, húngaros, polacos, rusos y tantos otros pueblos.

Durante milenios los ejércitos de emperadores y reyes reclutaron a sus pueblos y los mandaron a morir en batallas para deshacer las fronteras cercanas o imponerse en lejanas colonias, de donde muchos no regresaron jamás. 

En los cuentos infantiles y las sagas indias, mediorientales o nórdicas se cuenta la tragedia de viudas, huérfanos, el sufrimiento de adultos en pleno vigor y viejos desolados que volvieron a experimentar la guerra que pensaban desterrada. Garcilaso de la Vega o Miguel de Cervantes Saavedra estuvieron en batallas lejanas y llevaron en su cuerpo el estigma de las heridas. Muchos murieron jóvenes como Lord Byron en Grecia y otros más envejecieron por milagro para contar la tragedia de sus tiempos.

En ciudades y puertos de estos poderosos imperios europeos de antaño está el registro de sus glorias y esplendores esculpidos en las mansiones de piedra de los esclavistas o las increíbles catedrales y templos donde la plebe mutilada, huérfanas violadas, mendigos y viudas agonizantes se refugiaban para orar ante las fuerzas de los sagrado, en busca de un más allá mítico y compasivo que extinguiera sus sollozos.

En esta tercera década del siglo XXI, como en el mismo periodo del XX, las potencias y sus nuevos emperadores se amenazan y se miden difundiendo las más locas creencias y fanatismos para incitar a  la plebe a matarse y a tomar partido. Igual se citan en lugares especiales y simbólicos como Donlad Trump y Vladimir Putin en Alaska o Joachim von Ribbentrop y  Viacheslav Molotov, firmantes en Moscú del Pacto germano-soviético apadrinado por Stalin y Hitler.
 
Hace un siglo la propaganda la hacían a través de radio, telégrafo, cine, periódicos y discursos y ahora por las insaciables redes sociales y la adictiva televisión en directo. La algarabía mundial y nacional no se detiene jamás y calienta y entrena a la gente para la guerra y la destrucción cíclica, entre la excitación de las emociones primarias y la teja corrida general.   

Muchas ciudades fueron destruidas y vueltas a construir a través de los siglos y lo peor es que tal vez vuelvan a serlo, pues la humanidad nunca aprende las lecciones y repite la historia como tragedia y comedia, ajena a la locura de los filósofos dementes que como el buen Nietszche se alzaban con el pensamiento hasta las alturas pobladas por las águilas para escapar al miedo ambiente y su algarabía. 

Igual que Hans Castorp y sus divertidos comparsas tuberculosos de La Montaña Mágica de Thomas Mann en el sanatorio de las altas montañas suizas, en Gstaad, cuando abajo la guerra los llamaba con insistencia, como ahora al parecer nos convoca a todos en este mundo de locos.   
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 17 de agosto de 2025.