A ocho décadas de su muerte y 115 años de su nacimiento, Bernardo Arias
Trujillo (1903-1938) sigue siendo actual porque hace parte de una
generación moderna y malograda que irrigó la poderosa creación telúrica
latinoamericana de su tiempo en todos los países, antes del estallido de
la Segunda guerra mundial. No solo escribió en su corta vida de 35 años
la novela cinematográfica Risaralda, sino que fue poeta, traductor,
panfletario, publicista y ensayista de talento.
Hace unos años, cuando visité una noche de neblina con Harold Alvarado,
Álvaro García y Marcela Cerón la vieja casa donde él murió, desfigurada
por la institución instalada ahí, cuando debería ser un museo dedicado a
su vida y obra, recordé con alegría y agradecimiento el hecho de que mi
padre tuviera varios de sus libros en su biblioteca y por eso me
conecté muy temprano con su traducción de La balada de la cárcel del
Reading de Óscar Wilde, así como Diccionario de emociones y En carne
viva.
El poema homosexual Roby Nelson era ampliamente conocido entre los
jóvenes poetas y amantes de la cultura de la ciudad, que éramos muchos,
pues había además de la gran agitación política reinante de la época
post-68, muchos centros culturales y un culto a la literatura que ya se
practicaba por tradición desde hacía décadas, no solo por el auge de los
llamados greco-quimbayas, que eran políticos derechistas ilustrados,
como Silvio Villegas, sino por la literatura popular y rebelde de Iván
Cocherín y José Naranjo y la literatura maldita existencialista de José
Vélez Sáenz.
Conocí el poema a través de mi padre, un liberal que amaba la literatura
y lo tenía en una antología de poesía colombiana al lado de los poemas
de Julio Flórez, Guillermo Valencia, José Asunción Silva y Rafael Pombo.
No asustaba para nada en Manizales ese canto a un efebo bonaerense de
arrabal. Se le disfrutaba como un gran logro estético. Todos admirábamos
a Rimbaud y Óscar Wilde.
En su biblioteca mi padre tenía toda su obra, salvo la que firmó con el
seudónimo de Sir Edgar Dixon. Los escritores mayores, algunos de los
cuales pudieron coincidir jóvenes con Arias Trujillo, conocían muy bien
sus libros e incluso criticaban su exageración en el manejo de los
adjetivos y el excesivo greco-quimbayismo de su prosa.
Además de su famoso poema gay Roby Nelson, hay otro poema erótico de
Arias Trujillo llamado Versos a una muchacha deportista, lo que nos
indica que como Proust, tenía buen sentido de apreciación del cuerpo
femenino, como lo demuestra en su descripción de las "belkis trigueñas"
en su clásica novela.
Su leyenda ya estaba instalada poco después de su muerte. Manizales es
una ciudad muy especial porque ya en los 30 existía allí una gran
editorial privada, Arturo Zapata editores, que publicó a todos los
clásicos del país en tiempos de entreguerras, como Fernando González,
César Uribe Piedrahíta, León de Greiff y muchos otros. El director de
esa editorial era un exquisito que dirigía además la revista literaria
Cervantes.
Lo cuento más por curiosidad documental que otra cosa: acabo de
desempolvar en unos papeles viejos que cargo en un maletín negro, el
original de un ensayo que escribí sobre Arias Trujillo a los 17 años, y
que ganó un premio de ensayo en LA PATRIA con el que me gané 5.000 pesos
de ese entonces. "Bernardo Arias Trujillo: el artista y el mundo", por
fortuna inédito, es un texto de 10 páginas con apartes que me sorprenden
y otros que me sonrojan, donde paso revista de manera caótica a la vida
y la obra del personaje con los elementos conocidos por un joven
escritor adolescente manizaleño de la época, intoxicado de literatura y
rebelión, lo que muestra con claridad documental que Arias Trujillo era
un escritor asumido y oficial en Manizales.
Tratemos de situar a Arias Trujillo en el contexto histórico nacional.
Es necesario acabar con las mitologías de opereta y de tango que la
cultura colombiana oficial ha tejido en torno a los autores de la época
de entreguerras, una de las más fascinantes del siglo XX, que está por
cartografiar y estudiar ampliamente, como lo han hecho con ese lapso de
la historia literaria de sus países argentinos, brasileños, peruanos y
mexicanos.
El país en esos años 20 y 30 era mucho más moderno de lo que creemos.
Retornó el liberalismo al poder con Enrique Olaya Herrera, Eduardo
Santos y Alfonso López Pumarejo. Se fundaron la Biblioteca Nacional y la
Universidad Nacional de Colombia, se publicó la Biblioteca Samper
Ortega y hubo un gran auge editorial y cultural. En esas dos décadas en
Bogotá y en varias ciudades de provincia había revistas, editoriales y
vida cultural.
Manizales por esas fechas era una especie de Manaos cafetera de tierra
fría con mucha presencia europea. Europeos y estadounidenses ya habían
llegado antes en el siglo XIX a trabajar como ingenieros o capataces en
las minas de la zona. O sea que no era un pueblo perdido o aislado en
las montañas. Además la cultura era algo central y ya se había fundado
el periódico LA PATRIA, donde escribían los autores del
greco-quimbayismo, entre ellos Silvio Villegas, su director, Aquilino
Villegas y otros.
Había varias tendencias políticas en el país: el liberalismo, laico y
abierto en materia cultural, el conservatismo, admirador de Mussolini,
la derecha maurrasiana francesa, la falange española y las ideas
eugenistas del protonazismo. Y también había un gran auge de las ideas
socialistas y comunistas con personalidades como María Cano, Ignacio
Torres Giraldo, Luis Vidales y una gran actividad sindical y de los
movimientos sociales. En medio de toda esa efervescencia de escritores,
caricaturistas, poetas, panfletarios, vivió el joven Arias Trujillo.
Nació en Manzanares, vivió en Manizales, pero también estuvo a fondo en
Bogotá, donde escribía folletines, y en Buenos Aires, donde fue
diplomático con el "Leopardo" José Camacho Carreño. Era pues un joven
cosmopolita de tendencia liberal, una versión liberal de los Leopardos.
En su libro En carne viva se muestra su furia frente a los que él llama
los "lanudos" de Bogotá y la oligarquía colombiana. Era un rebelde e
inclusive un derechista como Silvio Villegas, el autor de No hay
enemigos a la derecha, publicada por Arturo Zapata en 1937, admiraba a
este joven contemporáneo y dice que su rebeldía lo llevó al fracaso:
"Altivo y desdeñoso, desafió con indomable carácter las oligarquías
económicas y políticas, cerrándose los caminos del éxito". Ahí todo está
dicho.
---- Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Septiembre 23 de 2018.
Por Eduardo García Aguilar
Por su novela Risaralda, Bernardo Arias Trujillo era a nivel regional el escritor más importante y era estudiado y comentado por los profesores de literatura a nivel de bachillerato en los años 70. Pero además de Roby Nelson, acordémonos que hay otro poema erótico de Arias Trujillo llamado "Versos a una muchacha deportista", lo que nos indica que también tenía buen sentido de apreciación del cuerpo femenino, como lo demuestra en su descripción de las "belkis trigueñas" en su clásica novela.
Ambos poemas eran ampliamente conocidos en los medios literarios colombianos hacia los años 50, 60 y especialmente 70, cuando se celebraba en la ciudad donde murió el Festival Internacional de Teatro y muchos de los invitados eran llevados a conocer la casona familiar donde pasó sus últimas horas. Debido a que era un combativo liberal en tiempos de auge de los fascismos criollos, también se leía " Aclamación de Cristo", poema donde la figura es emparentada con la rebeldía y la lucha por la justicia. Su leyenda ya estaba pues instalada poco después de su muerte.
En Manizales ya en los años 30 existía una editorial privada, Arturo Zapata editores, que publicó a todos los clásicos del país en tiempos de entreguerras, como Fernando González, César Uribe Piedrahíta, León de Greiff y otros muchos. El director de esa editorial era un exquisito que dirigía además la revista literaria Cervantes.
Después de 1968, el poema Roby Nelson era ampliamente conocido entre los jóvenes poetas y amantes de la cultura de la ciudad, donde se daba un culto a la literatura que ya se practicaba desde hacia décadas, no solo por el auge de los llamados greco-quimbayas, como Silvio Villegas, sino por la literatura popular y rebelde que se practicaba en todo el departamento de Caldas, con autores como Iván Cocherín y José Naranjo o por la literatura maldita existencialista de José Vélez Sáenz.
Los intelectuales mayores, los poetas y los lectores de la ciudad sabían de memoria Roby Nelson, al lado de los poemas de Julio Flórez, Guillermo Valencia, José Asunción Silva y Rafael Pombo. De hecho yo todavía sé de memoria apartes del poema sobre Los lánguidos camellos de Valencia y por supuesto de Roby Nelson de Arias Trujillo, que aprendí entonces.
No asustaba para nada en Manizales ese canto a un muchacho bonaerense de arrabal. Se le disfrutaba como un gran logro estético. Todos admirábamos a Rimbaud y Óscar Wilde. Los intelectuales de las generaciones anteriores tenían un gran culto por la poesía y solían aprender de memoria los poemas clásicos colombianos y del modernismo latinoamericano, y referirse a su libro diatriba "En carne viva" contra la clase política colombiana, o a su hedonista "Diccionario de emociones".
En el diario local LA PATRIA se hablaba con frecuencia sobre Arias Trujillo, o sea que siempre fue un clásico entre los columnistas cultos del periódico, que eran mayoría en ese entonces, en especial José Vélez Sáenz, Jorge Santander Arias, Danilo Cruz Vélez, Edgardo Salazar Santacoloma, Ebel Botero, algunos de los cuales pudieron coincidir jóvenes con Arias Trujillo.
Incluso se criticaba su exageración en el manejo de los adjetivos, el excesivo greco-quimbayismo de su prosa. Y francamente nadie se asustaba por el asunto de la homosexualidad del poema pues Óscar Wilde, modelo de Arias Trujillo, era un autor muy apreciado. Todos los adolescentes leíamos El retrato de Dorian Grey, El ruiseñor y la rosa y la Balada de la cárcel del Reading en la traduccion de Arias Trujillo y sabíamos de su pelea con Guillermo Valencia.
Manizales vivió a comienzos de siglo un espectacular auge económico por la exportación mundial del café y por su situación geográfica y después de los incendios en 1925 y 1926 por los dineros de las pólizas de seguros con los que se reconstruyó la ciudad con edificios republicanos art-déco y republicanos, construidos por arquitectos de renombre internacional. Aunque era predominantemente conservadora, el homosexualismo wildeano era ya muy común en esos tiempos y muchos poetas, intelectuales y artistas eran reconocidos homosexuales, que vivían su condición discretamente, pero no estaban solos.
Había intelectuales que hablaban claramente del asunto como Ebel Botero y Javier Arias Ramírez, entre otros. En mi adolescencia sabíamos todos que era una ciudad donde había homosexualidad y que había amplios círculos homosexuales. Había intelectuales mucho mayores que reivindicaban abiertamente su homosexualidad como Ebel Botero.
Y es normal, dada la gran presencia del catolicismo y la impronta de la Iglesia, cuyo mayor símbolo era la enorme catedral Catedral Primada. A lo que se agregan las taras patriarcales de la cultura antioqueña. El novelista manizaleño José Vélez Sáenz, otro escritor maldito, autor de Las llaves falsas y otros libros malditos de corte existencialista, abordó muy bien el tema de la droga y ese mundo infernal de la ciudad, que ha sido el tema de su narradores.