Uno de los escritores del mundo moderno que mejor ejemplifica la
literatura errante es Joseph Conrad, por dos razones: no sólo porque
abandona su tierra original para adoptar los mares y después radicarse
en la capital del Imperio británico globalizador, sino porque también
deja su lengua para adoptar otra, el inglés, tal como lo hiciera después
el genial Vladimir Nabokov o, en nuestro ámbito latinoamericano, Héctor
Biancciotti, quien cansado de ser ignorado por su pares de América,
decidió adoptar el francés y lograr así llegar a la proeza de ingresar a
la Academia Francesa.
Conrad recorre el mundo como capitán de navío, en un mundo que ya
nada tiene que ver con los mares de Ulises o de Eneas, de Colón o
Magallanes ni con las rutas de seda o los caravansarys del desierto.
Estamos ya en el mundo agitado de la industrialización y del libre
cambio mundial de mercancías, en la era de las factorías, los trenes y
los gigantescos barcos de carga. Su obra vasta es una mirada lúcida de
los países y culturas lejanas, en las que se incluye los parajes
costeros del caribe colombiano que, al parecer, inspira Nostromo.
Victoria, Lord Jim, El corazón de las tinieblas, La locura de
Almayer, Bajo la mirada de Occidente son novelas extraordinarias de un
conocedor profundo del hombre, analizado y descrito por encima de las
fronteras, sin pasaportes, banderas o cruzadas nacionalistas. Cada uno
de esos capitanes o marineros perdidos que aparecen en su tensas y
telúricas narraciones habla desde la angustia de no tener por más patria
el barco sacudido por los tifones y acechado por bandidos o fuerzas
enemigas. Mueren y son lanzados para siempre a las olas de los océanos o
son enterrados en parajes que ninguno de los suyos conocerá. Conrad se
aplicó a contar todas esas historias en una aventura creativa sin par
que representa uno de los máximos logros de esa actitud de franca
extranjería alrededor del globo.
Nos dice Paul Morand que el «verdadero estatuto que nos hace vivir
es el de extranjero». En efecto, llega un momento en que el individuo
viajero, el trotamundos, adquiere la certeza de que sólo desde el ángulo
escalofriante puede sentirse libre en el camino hacia el ineluctable
fin. No tiene que representar obligatoriamente a una patria ni debe
sentirse culpable porque no se entusiasma únicamente por las músicas,
comidas, ropas de su terruño, sino por todas las que alguna vez encontró
y con las que compartió a lo largo de su periplo. Toda persona atada
patológicamente a su patria o bandera es un lisiado de la sensibilidad,
un parapléjico de la percepción y esto es aún más grave cuando se trata
de un escritor. El que escribe tiene, con mucha mayor razón, que estar
abierto a esas extrañezas y por ende estar capacitado para contarlas y
sentirlas desde el ángulo oblicuo de su extranjería.
Chateaubriand en las Memorias de Ultratumba,
elaboradas a lo largo de la vida, de manera minuciosa, a través de
innumerables palimpsestos a los que aplicó la más refinada tortura de la
corrección, relata su existencia con esa prosa moderna que dos siglos
después es absolutamente eficaz y cristalina. Su éxodo es múltiple: él
alcanza a presenciar el fin del antiguo régimen y a partir del retrato
de sus
tías abuelas dieciochescas hace un recorrido vital, político y
amoroso tan nutrido como los de Magallanes y Bougainville.
Su prosa es una bruma áurea, flexible, que ingresa a todos los
rincones posibles de su tiempo y retrata los avatares de una época donde
como pocas veces se concentraron cambios trascendentales, básicos para
el ingreso de la actual modernidad.
Su éxodo es de clase, de régimen, de edad, de tiempo y al final
ejerce de escalofriante y acertado profeta cuasi bíblico. Sólo un
observador apasionado e inteligente como él puede construir poco a poco y
terminar esa pirámide de palabras, ideas y emociones cuando, de ochenta
años, alcanza a mirar desde la atalaya terminal dos de los siglos más
agitados de la historia. Como Conrad en los océanos, cruza y sobrevive a
los más tenebrosos tifones.
---Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 21 de marzo de 2021