miércoles, 10 de marzo de 2010

CANONIZACIÓN DE BRIGITTE BARDOT


Por Eduardo García Aguilar

Boulogne Billancourt dedicó una amplia exposición al mito erótico de Brigitte Bardot, uno de los símbolos sexuales de la segunda mitad del siglo XX al lado de Marylin Monroe y fenómeno social que contribuyó al cambio de las costumbres y a la liberación de la mujer.

Bardot fue la belleza encarnada que con cuerpo perfecto y rostro seductor conquistó a los hombres del planeta y fue ejemplo para las mujeres del mundo entero. Las grandes actrices del mundo a partir de los años 50 y 60 la imitaron y nada fue igual después de ella, al convertirse en la versión femenina del Don Juan y coleccionar uno tras otro esposos y amantes ante las cámaras y los noticieros del mundo que la seguían paso a paso. El Vaticano llegó a exponerla como ejemplo de las astucias del demonio y enumeró los peligros que significaba para el mundo su desbordada sexualidad de mantis religiosa.

El estallido mundial de su fama vino con la película « Y dios creó la mujer » donde desempeñaba el papel de una joven huérfana, cuyo sex appeal complicaba la vida de una familia y un pueblo de provincia en las costas mediterráneas del sur de Francia. Luego de conquistar con esa película el éxito en Estados Unidos y lograr la fama mundial en 1956, una tras otra sus películas se dedicaron a mostrar su cuerpo largo y delicioso, sus besos apasionados e insinuar el movimiento de sus caderas bajo lás sábanas. Frente al viejo y gran actor macho Jean Gabin la bella se exhibe recostada en un pupitre y muestra al público sus nalgas perfectas, creando el escándalo nacional y dejando para la historia cinematográfica una escena inolvidable.


Hija de un industrial y una bella ama de casa que amaba la moda, Brigitte nació en 1934 en el más elegante barrio de París y desde los cinco años estudió danza en las escuelas más reputadas de la ciudad. A los 14 años su belleza empezó a aparecer en las revistas de moda de París y pronto atrajo a los directores de cine que convencieron con bastante dificultad a su familia para que la dejase actuar. El director Roger Vadim, quien fue su primer esposo, dijo que con el personaje de Juliette en « Y dios creó la mujer », busco representar a una « muchacha de su tiempo, libre de todo sentimiento de culpa, de todo tabú impuesto por la sociedad y cuya sexualidad es totalmente libre. En la literatura y en las películas de antes de la guerra, se le hubiera considerado una prostituta ».

En la amplia exposición en Boulogne Billancourt, al lado de París, asistimos paso a paso a la creación y solidificación del mito. En el vestíbulo de la entrada vemos un ejemplar blanco del cabriolet Peugeot, modelo Florida, con el que se paseaba por las carreteras de la Costa Azul, tal y como lo hacía el otro mito de su época, esta vez literario, Françoise Sagan, autora de la novela Bonjour Tristesse. Ambos mitos vivientes expresaban a una juventud despreocupada, entregada al placer, el glamour y la felicidad, lejos del culto al trabajo y a la mujer emancipada por fin.

Luego vemos sus zapatillas y trajes de danza, fotos familiares, portadas de las revistas que la muestran desde la virginal modelo adolescente hasta la bomba sexual de la era psicodélica de los años 60, al lado de actores como Jean Louis Trintignant, Jean Paul Belmondo, Anthony Perkins y de sus numerosos esposos o amantes como Roger Vadim, Jean Louis Trintignant, Jean Claude Carriere, Günter Sachs, Sacha Distel, Warren Beaty y Serge Gainsbourg.

Gracias a que prestó muchos elementos relacionados con su vida privada, asistimos a la reconstrucción de su cuarto de adolescente en París, así como la famosa casa de Saint-Tropez, en la Costa Azul, llamada La Mandrágora, donde reside desde hace medio siglo. También vemos las mejores escenas de sus películas, como una larga sucesión de besos proyectados, o fotos donde aparece desnuda para las cámaras de los mejores fotógrafos de su época, para quienes posó con total libertad haciendo familiar su cuerpo para sus admiradores, que sabían donde estaban sus lunares o su pequeñas cicatrices y la textura de su vello púbico. Fue así la amante demoníaca de todos los hombres del mundo, la infiel mujer de todos los esposos y terror de todas las esposas.


A los 40 años dejó todo y en vez de dedicarse a pulir el mito se dedicó a la causa de los animales y a dejar que los estragos del tiempo marcaran su rostro y su cuerpo, evitando operaciones, y maquillajes. Al mando de su asociación contra el maltrato a los animales se ha vuelto una militante insobornable, por lo que al final de la exposación se muestran los horrores que hace el hombre a esas criaturas que devora y tortura sin límites. Se ven las vacas degolladas, imágenes del sacrificio de los corderos, la tortura de la vivisección y los experimentos que se hacen a nombre de la ciencia en los cuerpos de esos seres vivientes.

El objetivo de la exposición se cumple. Uno sale reconciliado con esta mujer que vivió cuatro felices meses en México para filmar la película "Viva María", sobre los tiempos de la revolución mexicana. Recorriendo las salas, palpando sus prendas, sintiendo sus perfumes y comprendiendo el desespero de su fama planetaria se entiende un poco más nuestra época mediática.

La metáfora de su vida se resume en las imágenes del desmayo que sufrió al retornar a Cannes y verse asfixiada entre la muchedumbre hasta enloquecer y gritar antes de rodar y ser llevada en andas por los servicios de seguridad, inánime, como una especie de mártir de la época. Expresa el pánico de la gloria y de la fama y la terrible soledad de las estrellas que llegan a la cima sin saber cómo y por qué. Con esa proyección escalofriante se inicia y concluye la exposición de una vida emblemática del siglo XX, que todavía nos fascina. Brigitte Bardot está viva entre nosotros y todavía podemos desearla. Desde un pasado que es presente ella se nos revela entre el perfume de sus discípulas de hoy que deambulan en 2010 con nosotros, en estas salas llenas de glamour, deseo y tentación.