sábado, 5 de junio de 2021

LA RESURRECCIÓN DE KEYNES


Por Eduardo García Aguilar


El mexicano José Angel Gurría deja a los 71 años de edad la secretaría general de la OCDE después de 15 años terribles en que el mundo experimentó crisis económicas sin precedente como la gran bancarrota de 2008 y el impacto devastador de la pandemia del coronavirus en 2020 y 2021. Ambos acontecimientos causaron la ruina de muchos particulares y la quiebra de empresas y de países que como Grecia, Portugal, España, Italia, entre otros, realizaron arduas y largas negociaciones con las instituciones internacionales no caer al abismo.

Tanto la quiebra con efecto dominó de bancos, empresas y particulares de hace más de una década como la pandemia actual incrementaron de repente el desempleo y llevaron a la pobreza a millones de personas, especialmente en los países donde no se aplican sólidas políticas sociales y la mayoría de la población lucha día a día en la informalidad para ganarse unas cuantas monedas, ante la indiferencia de los malos gobiernos.

Gurría, que en principio era un adalid del neoliberalismo más radical aplicado en México por los políticos de su generación encabezados por Carlos Salinas de Gortari a lo largo de un cuarto de siglo,  ha cambiado como todo ser inteligente debería hacer y en la actualidad defiende las políticas heterodoxas que han salvado a muchos países del desastre, lejos de la defensa a ultranza de la austeridad terca y más cerca de resucitar las políticas keynesianas que recuperaron al mundo después de la Segunda guerra mundial con gigantescas políticas de inversión pública y ayuda a quienes quedaron en la miseria.

Cuando el mundo después de múltiples negociaciones y pulsiones volvía más o menos a encontrar cierto equilibro, cayó la inédita pandemia ante la cual los gobiernos y las instituciones financieras tuvieron que generar como bomberos o rescatistas de emergencia rápidas medidas que impidieran el derrumbe y el caos generalizado, sin cometer los errores de otros años.  

Me acuerdo del joven viceministro Gurría, quien nos recibía a algunos corresponsales extranjeros en su oficina del Palacio Nacional de la capital mexicana para explicar las nuevas políticas aplicadas por esa ambiciosa generación de economistas mexicanos dispuestos a dejar para siempre las viejas ideas del Partido Revolucionario Institucional y cambiarlas por las que estaban de moda en los tiempos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan: privatizar a ultranza, bajar los impuestos a los ricos, liberar la economía para que funcionara sola sin restricciones y reducir la intervención del Estado a lo mínimo. El pobre es pobre porque es bruto y no emprende, pensaban. Mientras más ricos sean los ricos mejor estarán los pobres, agregaban.

En una reciente entrevista para El País de España, Gurría se despide con el mismo buen humor que tenía en aquellos tiempos de joven funcionario, cuando tal vez creía que el ideario de Reagan y Thatcher traería la felicidad al mundo y eliminaría la pobreza, pues al fin y al cabo después de la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría llegábamos al final de la historia, como abogaba entonces Francis Fukuyama.

Al escucharlo ahora nos damos cuenta de que la realidad provocó tal vez en su pensamiento un viraje que lo lleva a defender medidas económicas impensables antes, aplicadas hoy al interior de las grandes potencias norteamericanas y europeas, empezando por el impresionante plan de recuperación del presidente Joe Biden y las generosas políticas de soporte a la economía siniestrada en la Unión Europea, bajo la consigna de "cueste lo que cueste" del presidente francés Emmanuel Macron y con el apoyo de la poderosa Alemania de Angela Merkel, antes rigurosa adalid de la austeridad.

El viejo John Manyard Keynes, amante de las letras y miembro con Virginia Woolf del grupo de Bloomsbury, está ahora más vivo que nunca, pese a que los neoliberales de hace unas décadas lo dieron por muerto para siempre.

Gurría alerta ahora como un viejo sabio que se debería seguir aplicando las medidas generosas y sociales requeridas por la excepcional pandemia mundial, cosa que no se hizo en la crisis de 2008, pues de lo contrario, al despertar de este traumatismo, todo se puede volver a venir abajo.

El Estado tiene que intervenir para salvar a la gente inyectando recursos a la economía porque su función antes que defender a ultranza a los ricos es propiciar más justicia social, hacer que más amplias capas de la población se eduquen y coman, tengan mejores servicios de salud, y ese esfuerzo se debe hacer por varias generaciones de manera sostenida como lo hicieron las políticas keynesianas de la posguerra. Ojalá algún día los gobiernos latinoamericanos entiendan que dejar para siempre en la pobreza a la mitad de la población de un país no le conviene a nadie, ni siquiera a los ricos.    

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 6 de junio de 2021.