Por Eduardo García Aguilar
La editorial Angrama anunció esta semana con gran bombo la publicación de una nueva novela de Roberto Bolaño, que se suma así a otras obras póstumas suyas salidas en los últimos años, entre ellas el grandísimo mamotreto 2666. Sin duda alguna, mientras sea negocio, el pobre chileno seguirá dándonos sorpresas desde el más allá, ese terreno incógnito y misterioso donde habita y trabaja a solas, esclavizado, sin descansar en paz, sentado en una nube y vestido tal vez con una clámide griega.
Ya puedo imaginar al muerto, desesperado en su nuboso hábitat celestial sin poder conseguir cigarrillos ni tomar café o whisky, dando vueltas como un loco en los gélidos y ebúrneos senderos de algodón, despotricando por la condena terrible de tener que escribir eternamente y no poder jubilarse.
Bolaño nació en 1953 y pertenece a la generación Sin Cuenta de escritores latinoamericanos, caracterizada por un gran desprendimiento terrenal y una rebeldía contra los poderes literarios, aplastada como ha estado entre la deflagración del boom y sus reyes Midas y el éxito desbordado de los nuevos best-sellers jóvenes nacidos en los años 60 y 70.
El editor y la viuda, ayudados por el gran agente apodado “El Chacal”, seguirán haciendo escribir al chileno a través de la ouija una obra por año, que encontrarán depositada por arte de magia en el disco duro de la computadora del difunto o en forma de misteriosos mecanuscritos, que aparecen sobre su escritorio, ante la mirada atónita de un gato egipcio.
La nueva novela del muerto se llama “Los sinsabores del verdadero policía”, que según informaciones de prensa es “protagonizada por algunos personajes” de su también novela póstuma 2666. El cómico cable noticioso agrega que la viuda del escritor, Carolina López, halló en el ordenador del escritor parte de la obra y dice que está compuesta por varios textos truncos y 50 y 100 páginas misteriosas y dispersas. Ademas halló “un texto en parte mecanografiado con una máquina de escribir eléctrica y en parte impreso desde un ordenador sin archivo informático” que lleva el mismo título que el primer texto trunco “Los sinsabores del verdadero policía”.
Este último texto fantasma, dice la viuda en el rocambolesco cable de la agencia, es “una novela completa de 283 páginas, clasificada en siete carpetas, cinco de las cuales se encontraban en la mesa de trabajo del autor, junto con otros materiales relativos a 2666, en tanto que las otras dos partes se descubrieron al organizar su legado”.
El cable reproducido por los diarios añade que “sus historias y protagonistas transitan por otras novelas de Bolaño como Estrella distante, Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes y 2666, cuyo centro oculto quizás podría estar constituido por la presente novela. Además, comparten algunos de los personajes, como Amalfitano, su hija Rosa y Arcimboldi”.
El gran editor Jorge Herralde declaró a la agencia espanola Efe que “la lectura de la novela nos convence de que estamos ante una obra de una calidad literaria extraordinaria, en el territorio de 2666 y Los detectives salvajes, es decir, del Bolaño en su mejor forma”. En el prólogo de la obra, el crítico Juan Antonio Masoliver Ródenas señala que Los sinsabores del verdadero policía, como 2666, es “una novela inacabada, pero no una novela incompleta, porque lo importante para su autor no ha sido completarla sino desarrollarla”.
El artículo de prensa nos cuenta que la novela trata de un viudo que se ve obligado a huir de Barcelona hacia la frontera entre México y Estados Unidos, donde se encuentra con el mago Arcimboldi, un escritor francés cuya obra nos despliega el muerto en su nueva novela, y en ella aparecen decenas de otros personajes grotescos y circenses, que, según el cable, ya han aparecido en otras novelas suyas.
Para rematar el sancocho novelesco, la noticia añade que la obra incluye también el relato de la filmación de una película sobre la vida de Leopardi que sería protagonizada como actores por escritores como Vila Matas, Vargas Losa, Camilo José Cela, Juan Goytisolo y Juan Marsé. Así estaríamos ante el surgimiento de un nuevo género literario, la novela Frankenstein, una especie de pot-purri hecho de retazos múltiples e incongruentes unidos a la fuerza y cosidos en el quirófano de las letras en medio de un aquelarre sinigual.
Como podemos ver, la nueva obra del difunto es, si le creemos al cable de Efe, una verdadera “mamada de gallo”, como solemos decir los colombianos, o para ser más explícitos, un perfecto “paquete chileno”, una concreción futurista del realismo mágico que haría sonrojar de furia al propio difunto Bolaño, desesperado mudo fantasmagórico incapaz de protestar desde la eternidad contra las picardías literarias de su viuda y los editores.
Ya puedo imaginar al muerto, desesperado en su nuboso hábitat celestial sin poder conseguir cigarrillos ni tomar café o whisky, dando vueltas como un loco en los gélidos y ebúrneos senderos de algodón, despotricando por la condena terrible de tener que escribir eternamente y no poder jubilarse.
Bolaño nació en 1953 y pertenece a la generación Sin Cuenta de escritores latinoamericanos, caracterizada por un gran desprendimiento terrenal y una rebeldía contra los poderes literarios, aplastada como ha estado entre la deflagración del boom y sus reyes Midas y el éxito desbordado de los nuevos best-sellers jóvenes nacidos en los años 60 y 70.
El editor y la viuda, ayudados por el gran agente apodado “El Chacal”, seguirán haciendo escribir al chileno a través de la ouija una obra por año, que encontrarán depositada por arte de magia en el disco duro de la computadora del difunto o en forma de misteriosos mecanuscritos, que aparecen sobre su escritorio, ante la mirada atónita de un gato egipcio.
La nueva novela del muerto se llama “Los sinsabores del verdadero policía”, que según informaciones de prensa es “protagonizada por algunos personajes” de su también novela póstuma 2666. El cómico cable noticioso agrega que la viuda del escritor, Carolina López, halló en el ordenador del escritor parte de la obra y dice que está compuesta por varios textos truncos y 50 y 100 páginas misteriosas y dispersas. Ademas halló “un texto en parte mecanografiado con una máquina de escribir eléctrica y en parte impreso desde un ordenador sin archivo informático” que lleva el mismo título que el primer texto trunco “Los sinsabores del verdadero policía”.
Este último texto fantasma, dice la viuda en el rocambolesco cable de la agencia, es “una novela completa de 283 páginas, clasificada en siete carpetas, cinco de las cuales se encontraban en la mesa de trabajo del autor, junto con otros materiales relativos a 2666, en tanto que las otras dos partes se descubrieron al organizar su legado”.
El cable reproducido por los diarios añade que “sus historias y protagonistas transitan por otras novelas de Bolaño como Estrella distante, Llamadas telefónicas, Los detectives salvajes y 2666, cuyo centro oculto quizás podría estar constituido por la presente novela. Además, comparten algunos de los personajes, como Amalfitano, su hija Rosa y Arcimboldi”.
El gran editor Jorge Herralde declaró a la agencia espanola Efe que “la lectura de la novela nos convence de que estamos ante una obra de una calidad literaria extraordinaria, en el territorio de 2666 y Los detectives salvajes, es decir, del Bolaño en su mejor forma”. En el prólogo de la obra, el crítico Juan Antonio Masoliver Ródenas señala que Los sinsabores del verdadero policía, como 2666, es “una novela inacabada, pero no una novela incompleta, porque lo importante para su autor no ha sido completarla sino desarrollarla”.
El artículo de prensa nos cuenta que la novela trata de un viudo que se ve obligado a huir de Barcelona hacia la frontera entre México y Estados Unidos, donde se encuentra con el mago Arcimboldi, un escritor francés cuya obra nos despliega el muerto en su nueva novela, y en ella aparecen decenas de otros personajes grotescos y circenses, que, según el cable, ya han aparecido en otras novelas suyas.
Para rematar el sancocho novelesco, la noticia añade que la obra incluye también el relato de la filmación de una película sobre la vida de Leopardi que sería protagonizada como actores por escritores como Vila Matas, Vargas Losa, Camilo José Cela, Juan Goytisolo y Juan Marsé. Así estaríamos ante el surgimiento de un nuevo género literario, la novela Frankenstein, una especie de pot-purri hecho de retazos múltiples e incongruentes unidos a la fuerza y cosidos en el quirófano de las letras en medio de un aquelarre sinigual.
Como podemos ver, la nueva obra del difunto es, si le creemos al cable de Efe, una verdadera “mamada de gallo”, como solemos decir los colombianos, o para ser más explícitos, un perfecto “paquete chileno”, una concreción futurista del realismo mágico que haría sonrojar de furia al propio difunto Bolaño, desesperado mudo fantasmagórico incapaz de protestar desde la eternidad contra las picardías literarias de su viuda y los editores.