domingo, 18 de enero de 2015

LA MAESTRÍA DEL CATALÁN JOSEP PLA

Por Eduardo García Aguilar

Una de las lecturas más sustanciosas del último año fue para mi la del Cuaderno Gris de Josep Pla (1897-1981), escritor catalán considerado no solo uno de los grandes de esa lengua, sino de España toda, gracias a la traducción que al castellano realizó Dionisio Ridruejo, publicada de nuevo hace poco por la colección Austral, con ajustes y revisiones surgidas del cotejo de la versión con el manuscrito original.

El Cuaderno Gris es un diario de lo acontecido a un joven catalán estudiante de derecho, en los años 1918 y 1919, cuando en Europa terminaba la terrible primera guerra que clausuraba el siglo XIX de manera tardía y en todo el continente se agitaban las ideas modernas que revolucionarían las artes, las letras y las ciencias.

Pla es del Ampurdam, fértil zona norte de Cataluña, región muy específica al pie de los Pirineos, fronteriza con Francia, cruzada por vientos provenientes de todos los puntos cardinales, como la tramontana y el garbí, que tienen la especificidad de volver un poco locos y excéntricos a sus habitantes. Nació en Palafrugell, en el bajo Ampurdam, no lejos de las costas del Mediterráneo y creció en un mundo lleno de campesinos y pescadores que vivían una vida sencilla degustando delicias culinarias familiares, todos ellos muy ligados a la naturaleza y al disfrute del viento, el cielo, las estrellas, la tierra, el mar, el vino y la fiesta.

La zona tiene infinidad de bellos pueblos interiores y costeros y dos ciudades medias que poseen todo lo necesario, Figueres y Girona, aunque el centro regional irradia desde la capital catalana Barcelona, una próspera metrópoli caracterizada por sus palacios, avenidas, ramblas y las construcciones delirantes del gran arquitecto Gaudí como la Sagrada familia y el Parque Güell.

El más famoso y chiflado de los artistas del  Ampurdam, al lado de Pla, es el gran surrealista bigotudo Salvador Dalí, originario de Figueres y quien vivió en Cadaqués y Port Lligat, pequeños puertos mediterráneos empotrados en intrincadas bahías rodeadas de montañas, rocas y mar, donde hoy es una delicia pasar las vacaciones bajo la luminosidad inextinguible de la Costa Brava. A esos lugares se agregan otros pueblecillos medievales que conservan rastros de habitación milenaria y recodos montañosos bañados por cascadas, en medio de bosques y reductos naturales a donde llegan las aves migratorias para descansar y reposarse en sus largos viajes desde el glacial norte europeo hasta el caluroso sur africano.

Pla centra su libro en la capacidad descriptiva de cosas, lugares, animales y humanos, pues para él lo más difícil para un escritor es saber describir y bien, pues opinar es banal, reino de lugares comunes y prejuicios, ingenuidades y estupideces encendidas por la ignorancia y la terquedad. Describir, relatar, contar, ahí esta para él lo mejor del escritor.

Su trabajo en esas mil espléndidas páginas largas de su Cuaderno Gris es plasmar lo que ocurrió en su vida en esos dos años: el relato de la rutina familiar y pueblerina, la descripción de la naturaleza viva en las diversas estaciones del año, el dibujo nítido de los seres humanos de todo origen y nivel, así como la vida estudiantil de Barcelona. Abuelos y abuelas, tíos y tías, amigos, ancianos de otro siglo, campesinos, pescadores, emigrantes millonarios que regresan de América, personajes exitosos o fracasados, solitarios, jugadores, payasos, profesores, tenderos, estudiantes, son plasmados con la maestría de una prosa que, como pocas, sabe captar la realidad y sus secretos.

Debo esa lectura al maestro Alvaro Mutis, quien alguna vez en México me regaló una vieja edición del Cuaderno Gris y me recomendó especialmente el libro, como de uno de los autores que él más admiraba y leía. Mutis estaba casado con la catalana Carmen Miracle, y tuvo una relación profunda con esa región española a lo largo de casi toda su vida, por lo que era buen conocedor de su literatura. Solo pude seguir su recomendación mucho tiempo después de su regalo, pero ya en la nueva edición revisada y muy cuidada. Al devorar esas páginas, divertirme y reir a carcajadas de las ocurrencias, la ironía y el sarcasmo de Pla, escéptico y poco confiado en los hombres, he descubierto cuánta influencia hay del viejo catalán en la prosa novelística del gran autor colombiano.

La prosa de Pla se bebe como agua fresca o vino blanco junto al oleaje del Mediterráneo, sacudido, irisado, por los vientos del norte y el sur. Es una prosa que huele, pica, agita, penetra hasta lo más insondable de la vida.  Basta acercarse a ella para encontrar en cada página una sorprendente maestría en el manejo de los adjetivos, en el cincelado natural de la frase, en la definición excéntrica de colores o formas, objetos y rostros. Es una prosa socarrona llena de sorpresas y giros que solo él sabía lograr cuando dirigía su telescopio a la acción de seres humanos, animales, pájaros, perros, gatos, loros, cisnes, árboles, caracoles y piedras.
        
Pla es un autor necesario para todo buen lector, pues aunque él escribió una obra monumental en décadas de ejercicio periodístico diario en la prensa catalana, fue ante todo un lector y un observador incisivo que veía más y mucho mejor que los otros. El Cuaderno Gris es el libro fundacional de una lengua, la catalana, y a la vez un texto bíblico que nombra todas las cosas como si fuera por primera vez. Leerlo es renacer como escritor o lector, o, simplemente, como ser humano que vive y se extingue poco a poco.



* Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 18 de enero de 2015.