Por Eduardo García Aguilar
Hace medio siglo, el 20 de julio de 1969, el astronauta Neil Amstrong pisó suelo lunar convirtiéndose en el primer humano en visitar el satélite, uno de los acontecimientos más importantes de la historia de la humanidad. Poco después lo siguió Buzz Aldrin y ambos caminaron alrededor del módulo lunar Eagle para instalar instrumentos, colocar una bandera de Estados Unidos, la placa conmemorativa, recoger muestras y rocas lunares y tomarse fotografías.
En todas las lenguas del mundo se publican este mes álbumes con fotografías que dan cuenta de la aventura y a la vez se editan libros que reflexionan desde todos los ángulos, estético, tecnológico, filosófico, científico las aristas y profundidades del acontecimiento. Muchos contemporáneos cuentan a su vez lo que significó para ellos ser testigos de la noticia y de la transmisión mundial del hecho. Las vitrinas de las librerías dedican espacios a todo lo referente al espacio y el estudio del cosmos y las revistas científicas populares hacen balances de los avances posteriores en el conocimiento del universo.
El paseo sobre la superficie lunar, que duró poco más de dos horas, fue transmitido al mundo y cientos de millones de humanos que tenían televisión pudieron ver en directo las asombrosas imágenes de la proeza. Luego de regresar al módulo, los astronautas durmieron más de cuatro horas y después emprendieron el regreso hasta la estación Columbia, donde Michael Collins, el otro viajero, los esperaba para la maniobra de atraque. Tras descargar muestras y otros elementos en Apollo 11, el modulo de ascenso fue desechado y cayó a la superficie lunar.
Los tres astronautas regresaron a tierra después de un exitoso amarizaje y luego de pasar la obligatoria cuarentena, fueron recibidos triunfalmente por las calles de Nueva York como héroes inolvidables. Todos esos días magníficos fueron una verdadera fiesta para la humanidad y en especial para niños y adolescentes que tuvieron la fortuna de abrir los ojos al mundo con una aventura que nunca olvidarían. Se llegaba así a un punto culminante de un largo y costoso proceso tecnológico, a lo largo del cual hubo triunfos y tragedias, accidentes y proezas logradas por las dos potencias rivales de la Guerra Fría, Estados Unidos y la Unión Soviética.
Hasta 1972, impulsadas por el gigantesco cohete Saturno V, las cápsulas Apollo realizaron seis viajes y 12 hombres caminaron por la superficie del satélite, pero desde entonces los seres humanos nunca volvieron. Se espera que en la próxima década astronautas vuelvan a viajar a la Luna, si se tiene en cuenta la voluntad de Estados Unidos y de otros países del mundo que como los de Europa, la India, China y Japón han realizado misiones recientes no tripuladas a la Luna e invertido grandes sumas en la aventura espacial, que incluye a futuro el viaje de humanos a Marte y el envío de nuevas sondas para explorar el sistema solar. También la empresa privada ha dado pasos gigantes para crear cohetes y naves espaciales.
En este medio siglo, aunque el hombre no volvió a pisar la Luna, la astronomía ha registrado avances enormes, pues varias sondas visitaron los planetas del sistema solar y realizaron fascinantes descubrimientos en varios satélites de Saturno y Júpiter, algunos de los cuales pueden albergar vida y poseer océanos interiores. Varios robots como el Curiosity y otros han logrado explorar y rastrear el planeta Marte y hace poco se detectó de nuevo allí la presencia de metano, generado por organismos, así como huellas de flujos líquidos y presencia de hielo. También se ha logrado dar un rostro más preciso a lejanos planetas como Neptuno y el pequeño Plutón, que recientemente pudo ser fotografiado y cruzado de cerca por una nave que descubrió su sorpresivo dinamismo.
Esa y otras naves anteriores lograron llegar tras décadas de viaje a los confines del sistema solar y emprender viajes al más allá, desde donde siguen enviándonos información. También se han realizado complejos viajes a cometas o asteroides. Pero los mayores avances se han dado gracias a la actividad de los observatorios astronómicos de la tierra y al trabajo extraordinario del telescopio Hubble que ha cartografiado la inmensidad del Universo con fotografías de una belleza celestial.
Los miles de astrónomos que rastrean el Universo desde los diversos observatorios del planeta han logrado proezas impensables como fotografiar hace poco un agujero negro y desentrañar los misterios de las galaxias y sus colisiones, la formas de expansión de la materia, la existencia de energía y materia oscuras y descubrir exoplanetas que orbitan en torno a estrellas, algunos de los cuales podrían estar en franjas favorables a la aparición de la vida.
En medio siglo de investigaciones y descubrimientos sabemos que incluso nuestra Galaxia Vía Láctea, donde hay una suma escalofriante de estrellas y planetas, es solo un grano de arena entre la aun más escalofriante cantidad de galaxias y nebulosas que hay en el universo en todas las direcciones. Los poetas, los autores de ciencia ficción y los filósofos pueden ahora contar con informaciones veraces que potencian su infinita capacidad de imaginar y delirar. Julio Verne estaría feliz en estas primeras décadas del siglo XXI.
Los científicos siguen trabajando en la exploración de ese mundo infinito con la esperanza de algún día captar alguna señal de vida extraterrestre. Pero las distancias son tan enormes e inaccesibles que tal vez nunca podamos saber si allá afuera existió alguna vez hace miles de millones de años la vida o alguna civilización ya extinguida o cuántas civilizaciones habría en activo en la actualidad en algunos de los trillones y trillones de planetas existentes. Por eso celebrar este modesto logro de haber ido a la Luna el 20 de julio de 1969, hace medio siglo, nos ratifica que la vida y la inteligencia humanas son fascinantes e inescrutables.
domingo, 30 de junio de 2019
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