domingo, 25 de febrero de 2018

EL FANTASMA DE LA LIBERTAD

Por Eduardo García Aguilar
Además de la ofensiva de los yihadistas islamistas en el planeta desde hace décadas, que persiguen a las mujeres y las reducen al ámbito hogareño bajo el mando de los varones y que han destruido milenarios monumentos de arte como los budas de Bamiyán o parte de las ruinas de Palmira, ahora enfrentamos la agresiva ola de neopuritanismo desencadenada por las millonarias actrices de Hollywood que recorre Occidente, cuando se cumplen cincuenta años de la rebelión libertaria mundial iniciada en 1968 en el arte, la música, la liberacion femenina y la libertad sexual. 
Aunque el movimiento contra los hombres tiene reivindicaciones legítimas pues hay psicópatas, violadores, hostigadores y abusadores que han usado y usan el poder para presionar a las mujeres en el ámbito laboral, familiar o en la calle, esta ola fue cooptada en muchos lugares por quienes quieren aprovecharse de la emoción desatada contra Harvey Weinstein para restaurar oscuros velos de represión sexual y artística censurando el cine, el teatro, la pintura e incluso la forma de vestir de las mujeres.
Todos tenemos claro que a lo largo de los milenios de existencia del homo sapiens sobre la tierra la mujer fue considerada moneda de cambio a mano de los hombres. Cuando no era raptada, violada o tomada como botín de guerra, era obligada a unirse con hombres de otras tribus por medio de un intercambio de favores entre patriarcas para sellar alianzas económicas de todas las magnitudes económicas, entre los pobres por cabras o ganado y entre reyes y nobles por grandes territorios y riquezas. Esa situación aun prevalece en países que siguen dominados por teocracias o arraigados en un atraso ancestral, como ocurre en África, donde el movimiento islamista Boko Haram atacó esta semana una escuela de jovencitas internas y las raptó en masa para repartirlas entre la infame soldadesca fanática, tal y como hacia el Ejercito islámico en el califato que pretendía fundar en Oriente Medio.
Pero hay que reconocer que desde hace medio siglo en muchos países de Occidente se produjeron avances en los espacios urbanos de la clase media, donde la mujer conquistó reivindicaciones y muchos hombres cambiaron de comportamiento. Por eso es injusto que la ola antimasculina, o sea la misandria generada por el movimiento de las millonarias estrellas de Hollywood, deba ser asumida sin chistar por todos los hombres por igual, como si debieran cargar y expiar con silicios un pecado original milenario. La forma de relacionarse con las mujeres de muchos hombres de las generaciones recientes en los ámbitos universitarios y culturales ha sido cada vez más igualitaria. Y la iniciativa sexual también ha sido de las mujeres y no solo de los perversos hombres. 
Uma Thurman, Asia Argento, Salma Hayek, Angelina Jolie y otras actrices de esta época saltaron a la fama hace décadas y consintieron siendo adultas participar en ese sueño que moldeaba a generaciones de chicas. Muchas de ellas reconocieron que aceptaron voluntariamente salir con Weinstein y otros potentados del mundo cinematográfico, donde casi todas las divas como Brigitte Bardot, Sophia Loren, Mónica Vitti, Marilyn Monroe, Ingrid Bergman y Lauren Bacall fueron amantes o esposas de los productores y directores que las llevaron a la fama. Ahora ya millonarias se arrepienten y encabezan un movimiento de potentadas llenas de glamour. Sería bueno preguntarse si ellas no explotan también a otras mujeres de la servidumbre que suele estar a su servicio en sus mansiones y en los estudios de filmación, una miríada de pequeñas manos de mujeres que deben cumplir todos sus caprichos y servirles como sirvientas, limpiadoras, peluqueras, maquilladoras, secretarias. También sería bueno que se hiciera una investigación periodística sobre los jugosos divorcios en los que estas divas han estado implicadas cuando, al separarse, sacan tajadas de millones de dólares de los cerdos a quienes amaron y con quienes se casaron.  
Nada tienen que ver estas divas oportunistas con las verdaderas líderes y heroínas del feminismo que abrió las puertas a una emancipación lenta pero activa de la mujer en algunas partes del mundo. En Estados Unidos la juventud se alzó contra la guerra de Vietnam y después de Woodstock con Janis Joplin, Joan Baez, Bob Dylan, Santana, Hendrix, Morrison, Bob Marley, Rolling Stones, Patti Smith, Marianne Faithfull y otros, se inició la liberación sexual al grito del Peace and Love y de la canción Je t'aime moi non plus de Jane Birkin y Serge Gainsbourg. 
En América Latina también se recibieron con entusiasmo esas ideas libertarias venidas desde fuera a través de la música, el hippismo, el arte pop, la música de protesta. Los jóvenes se rebelaron contra la presencia asfixiante de sectores de la iglesia ultraconservadora y del autoritarismo militar auspiciado por el estado de sitio permanente y reivindicaron el amor libre y fustigaron la represión patriarcal. Los jóvenes de ambos sexos descubrieron sus cuerpos y emprendieron la lucha por la igualdad. 
La feminista norteamericana Camille Paglia se refirió a la nueva mujer libre que no quería ser considerada menor de edad eterna, frágil, que necesita la protección de patriarcas, pastores, curas, policías, como ahora sugieren las más radicales seguidoras de las actrices de Hollywood, a quienes respondieron airadas las mujeres francesas encabezadas por Catherine Deneuve y Catherine Millet.
Como fruto del movimiento pudibundo del puritanismo de estirpe anglosajona, dos jóvenes urbanas neoyorquinas pidieron quitar de un museo un cuadro de Balthus que muestra a una adolescente mal sentada. Tras ellas en Inglaterra y otras partes piden cubrir el torso a la Venus de Milo o censurar los cuadros renacentistas y románticos donde aparecen cuerpos desnudos de mujeres. O sea que estas radicales se han vuelto más papistas que el papa. Van contra Boticelli, Leonardo, Rubens y otros muchos.
¿Habrá que cubrir al David de Miguel Ángel, a las Tres Gracias, ponerle slip a la mujer de Courbet, censurar los filmes donde aparecen escenas de sexo? ¿Habrá que separar a hombres y mujeres en empresas, escuelas, sitios públicos, como ocurría antes? ¿Todas las mujeres estarán obligadas a llevar la burka y velo como las musulmanas en los califatos yihadistas? ¿Se prohibirá la minifalda? ¿Llegaremos a prohibir el sexo y el deseo? ¿Se prohibirá el coqueteo y la seducción?
Contra la ola neopuritana que busca reprimir el deseo y el sexo lúdico, debemos levantarnos todos en este cincuentenario del movimiento de liberación cultural iniciado en 1968 por las contraculturas. La lucha contra los abusadores y los remanentes del machismo ancestral no debe llevar a una nueva inquisición del arte y la cultura en los espacios donde sí ha habido avances hacia un mundo más civilizado e igualitario entre ambos sexos, como ocurre ya en muchos ámbitos urbanos modernos. 

---* Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 26 de febrero de 2018.