Por Eduardo García Aguilar
Hace bien empezar el año nuevo respirando frente al Mediterráno en
esta ciudad de Barcelona que el año pasado vivió turbulencias y cambios
excepcionales como los vividos por ella casi siempre, por lo que es
considerada una ciudad histórica en cuyas calles se respira el auge
centenario y los dramas de la vida, la guerra, la cultura y el comercio
incesantes, agitados por las pasiones de la política.
Junto a las iglesias Santa Maria del Mar o a Santa Maria del Pi o
en una callejuela junto a la catedral gótica central, mientras un joven
toca el Concierto de Aranjuez en su guitarra, o frente a las obras
monumentales de la delirante Catedral de Gaudí, o en la Barceloneta o en
la Rambla de Raval, se comprende la razón del éxito y el señorío de la
llamada ciudad condal.
Ya en el Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes decidió llevar a
su personaje a estas playas barcelonesas a luchar con el caballero del
Verde Gabán, afectado como está el andante caballero por sus delirios
políticos y humanitarios y su fama de apasionado desfacedor de
entuertos. Vencido en una pantomima necesaria, el viejo loco pierde aquí
su batalla de sueños y luego es llevado a su hogar a morir con la razón
perdida y el amor de los suyos.
Este año, la soñadora Ada Colau, joven mujer luchadora de barrio a
favor de los desalojados de sus casas, quien hace poco pronunciaba
discursos ante solo unas decenas de marginales, derrotó a la vieja
aristocracia burguesa catalana y tomó el poder en la capital, antes de
ratificar y ganar a su vez las legislativas locales y convertirse en
figura nacional con un gran futuro político.
Tanto en Barcelona como en Madrid, figuras de la oposición barrial y
asociativa cumplieron este año el sueño de llegar al poder en nombre de
los olvidados, aquellos precarios olvidados por décadas de auge
ecomómico y corrupción, donde los barones políticos de derecha y de
izquierda se repartían el poder en un festín obsceno contra el cual el
Quijote de la Mancha también se hubiera rebelado de resucitar en estos
tiempos de comienzos del siglo XXI.
Son milllones los visitantes europeos que huyen desde el norte y
vienen a Barcelona a percibir el mar y gozar el sol permanente que juega
con las fuerzas del viento y de las nubes. Todas las lenguas se
escuchan en la vieja Rambla siempre repleta de visitantes y en las
callejuelas que dan al mar en la salitrosa y húmeda Barceloneta.
Y al mismo tiempo que se escuchan todas las lenguas exóticas, se oye el
español omnipresente y el catalán local entremezclándose con sus voces y
conflictos. Muchos catalanes quieren separarse de España y otros tantos
quieren quedarse en el seno de esa madre patria, que para algunos es
protectora y para aquellos una madrastra.
La primera vez que vine a Barcelona fue en 1975 en tiempos de
Franco, cuando en la misma Rambla central que va de la Plaza Cataluña al
monumeto a Cristóbal Colón los carabineros de la Guardia Civil
perseguían a los manifestantes contra la dictadura que los azuzaban en
permannecia cuando se vivía ya la agonía de la larga y sangrienta
dictadura del caudillo gallego.
En aquellos tiempos agónicos del franquismo, Barcelona ya era la
capital de la edición hispanoamericana por medio de una pujante vida
editorial y literaria y la pujanza de ateneos, librerías, bibliotecas y
todo tipo de expresiones culturales, musicales, pictóricas y teatrales.
Permanecían todavía muchos exiliados españoles en otros países de
Europa, en especial los más comprometidos rebeldes que corrían peligro
de ser detenidos y torturados por el régimen, pero ya la vida de la
contracorriente se sentía en esas calles que auguraban la libertad y el
pronto ingreso a la era democrática. Los congresos políticos de los
partidos opositores de izquierda debían aun celebrarse en otras
capitales europeas y sus líderes de entonces, Felipe González y Santiago
Carrillo, solo podían venir a España como clandestinos, pero ya era
inevitable que el anciano tirano daría su patético último suspiro de
eructos asesinos.
Poco después murió Franco y se dio inició a la gran transición hacia
la democracia que ha durado cuatro décadas y ahora vive nuevos momentos
de crisis y cambios, donde como es la uzanza, Barcelona y los
habitantes de Cataluña vuelven a ser protagonistas.
Bajo el sol barcelonés el año 2016 se inicia ahora en medio de una
saludable incertidumbre política: la era iniciada en 1976 se agotó con
el bloqueo del sistema tras las elecciones legislativas de diciembre y
el fin del reinante bipartidismo dominante en estas cuatro décadas,
cuando los conservadores del Partido Popular y los socialistas del PSOE
compartieron hegemónicamente el poder de manera alternativa.
El juvenil partido Podemos de los indignados, compuesto por
treintañeros universitarios encabezados por el coletudo e informal Pablo
Iglesias, quien lleva por casualidad el mismo nombre del fundador del
Partido Socialista hace 138 años, obtuvo 69 escaños, y su irrupción
espectacular en solo un año de existencia resquebrajó el sistema
imperante.
El gobernante y viejo Partido Popular del presidente Mariano Rajoy
perdió su mayoría absoluta, un nuevo partido conservador moderado y
joven, Ciuadanos, logró importante participación, los socialistas
obtuvieron el peor resultado de su historia reciente y otras fuerzas
alternativas, entre ellas varias catalanas, lograron representación en
un parlamento superfragmentado en el marco del cual es casi imposible
llegar por ahora a la formación de un gobierno estable.
Un bello ejemplo democrático impensable hace poco: la voz de los
jóvenes y los marginados llega al congreso por primera vez con una
fuerza decisiva y al despuntar el 2016 nadie sabe si será necesario o no
convocar a nuevas elecciones para destrabar el bloqueo. Lo mismo ocurre
en Cataluña, donde la irrupción de nuevas fuerzas alternativas bloquea
la formación de un gobierno local.
Pero este sol inicial que baña las costas del Mediterráneo calienta
este nuevo escenario inédito de renovación democrática, de cambio feliz,
pues sea cual fuere el desenlace hará de España y de Cataluña un país y
una región renovadas, gobernadas por jóvenes alternativos, y de
Barcelona el mismo puerto estratégico y pujante, multicultural, rebelde,
donde la historia se seguirá escribiendo bajo la mirada cómplice de
Picasso, Gaudí, Casals y Dalí.
* Publicado el domingo 3 de enero de 2016 en La Patria. Manizales. Colombia
lunes, 4 de enero de 2016
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