Por Eduardo García Aguilar
Desde
hace tres cuartos de siglo Mario Vargas Llosa siempre ha estado
acompañándonos desde su juvenil éxito, con decenas de novelas, cuentos,
ensayos, miles de artículos y reportajes, piezas de teatro, e incluso se
ha dado el lujo de ser candidato a la presidencia de Perú, líder
enfebrecido y mesiánico de la derecha latinoamericana, aristócrata
miembro de la cofradía de hidalgos españoles y octogenario enamorado de
Isabel Preysler.
Varias
generaciones lo hemos seguido desde el comienzo y en los primeros
tiempos tratábamos de inspirarnos en su prosa, tras el éxito mundial de
La ciudad y los perros y La Casa verde. Infatigable, hiperactivo, lector
apasionado, académico, Vargas Llosa ha sido un fénómeno de la
literatura latinoamericana que ahora se despide con una última novela,
que es como su último vals peruano.
Hay
escritores de todo tipo, poetas, polígrafos, ensayistas, cronistas,
pero otra cosa es la misiópn del novelista que pasa su vida creando unos
mundos que son arquitecturas complejas difíciles de ajustar como
mecanismos de relojería. Y Vargas Llosa fue un novelista nato, único,
investigativo, algunas de cuyas obras de madurez son monumentales y se
preocupan por la vida de varios países del continente y del mundo.
Con
Le dedico mi silencio (Alfaguara, 2023), Vargas Llosa se despide
volviendo al Perú de su origen con una obra que se lee como un vals
alegre y triste de Chabuca Grande o Lucha Reyes, un vals a veces cursi
que trata de sintetizar en sus letras y melodías la compleja estructura
racial, imaginaria y cultural de Perú, tierra de imperios prehispánicos
enormes, barroca colonia española desbordante y mundo urbano que muchos
de sus pensadores han tratado de desentrañar. ¿Quiénes somos los
peruanos? ¿De dónde venimos y para dónde vamos?, fueron interrogantes de
pensadores que en la primera mitad del siglo XX trataron de desentrañar
los ejes del misterio, como José Carlos Mariátegui, Sebastián Salazar
Bondy y José María Arguedas, entre otros muchos.
Toño
Azpilcueta es un modesto cronista de música criolla, especialista en
valses, marineras, polcas y huainos peruanos y vive de lo que le pagan
por esos artículos en las revistas de farándula. Un típico escribidor
latinoamericano, pobre, sufrido, que lucha por sacar adelante su familia
en un antiguo vecindario de un barrio sórdido poblado de ratas y
cucarachas que lo acechan en la imaginación neurótica.
Un
día lo llaman para asistir a la presentación del desconocido y joven
guitarrista Lalo Molfino en la zona de bajo el puente de Lima y ahí en
esa casona colonial, pese a su inicial escepticismo, sufre una
revelación al descubrir que nunca había escuchado un talento igual. Y
desde entonces se dedica a seguirlo y a tratar de desentrañar su vida y
sus misterios. Con gran entusiasmo, después de enterarse de su muerte
prematura, recibe un préstamo de 5000 soles de su amigo Collau para que
escriba el libro que tanto ansía y siga la investigación, viaje al norte
en pos de los secretos y poco a poco los desentraña.
Pero
en tanto avanza, se empecina en la teoría útópica de que las divisiones
raciales y sociales del Perú podían ser atenuadas por esa música
criolla que traería la concordia nacional en tiempos de violencia y
Sendero Luminoso. El libro tiene un gran éxito, se venden decenas de
miles de ejemplares y el modesto articulista salta a la fama como
ensayista y se redime. Con esta novela liviana y profunda sobre la
peruanidad, el Premio Nobel Vargas Llosa se despide de nosotros y de la
narrativa, conmoviéndonos como siempre y ganando nuestra más sincera
admiración y agradecimiento.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 26 de enero de 2024.
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