Por Eduardo García Aguilar
Cuarenta años después, la energía revolucionaria del movimiento de mayo del 1968 en el mundo sigue viva, pese a que las fuerzas tenebrosas y siniestras del gran capital y las mafias económicas que dominan la tierra quieran sepultarla para siempre entre los desechos radiactivos de su cruzada destructora de propaganda, bombardeos y tierra arrasada.
La rebelión de los jóvenes estadounidenses contra la atroz guerra de Vietnam en los campus californianos y de los franceses en las calles de París contra la sociedad cerrada, que luego se extendió al orbe, es una muestra de que de manera cíclica los jóvenes están a la vanguardia de los cambios frente a las petrificaciones de los viejos tiranuelos que siempre desearon y desean atornillarse de manera ilegítima y para siempre en el poder.
Las fotos de esa gente de pelo largo que caminaba descalza y escuchaba música, hacía el amor y buscaba la paz libremente, conmueven a quienes hoy las ven como una reacción natural del género humano frente a las fuerzas cancerígenas y depredadoras del egoísmo de los grandes capitales financieros mundiales y el poder que está a su servicio hoy para aplastar a la población en 132 países del mundo.
El gran concierto de Woodstock fue la joya simbólica de ese gran movimiento de rebelión. Centenares de miles de muchachos abandonaron sus casas y se fueron a pie o como pudieran para llegar al sitio del concierto y permanecieron allí días bajo la lluvia o el sol escuchando a las más extraordinarias leyendas del rock, que entonces apenas comenzaban a ser leyendas. ¿Quien no se conmueve al ver de nuevo a Bob Marley Jimmy Hendrix, Janis Joplin, Carlos Santana, Joe Cocker y otros muchos que sacudieron la música popular y hoy siguen vivos y son escuchados por los nuevos sin que tengan ese matiz pálido y desvaído del pasado?
Janis Joplin es una fuerza telúrica. Su voz sale desde lo más profundo de la especie, desde la matriz de la mamá grande, desde la profundidad de la hembra todopoderosa y atemporal y al vibrar nos comunica la entrega al arte y el brillo que expresa sin ser una beldad perfumada y maquillada. Tenía acné, estaba despeinada, pasada de peso y era y es una diosa aún más bella que Marilyn Monroe. Se fue antes de los 30 años porque no hubiera podido envejecer en este mundo en que vivimos hoy los 6.000 millones de borregos del mundo.
¿Y quien no se estremece con los sonidos metálicos, esenciales, geológicos, de la guitarra de Jimmy Hendrix, que parecen despertar la aventura de los primeros neardentales y homo sapiens cruzando desiertos y montañas bajo canícula, fuego, hielo, lluvia y rayos de una naturaleza viva y aún no aniquilada por el ácido del azul de metileno moderno?
Y al lado de esas dos fuerzas Bob Marley y Carlos Santana nos llevaron de su mano por un bosque de ritmos que en vez de adormecer conducían entre lianas y cascadas hacia un bosque paradisíaco en que el ser humano se comunicaba y se fundía con la naturaleza, con sus aguas, nubes, mares, ríos, precipicios, galaxias. Bob Marley llevaba la rebelión con sus aires caribeños hacia la comunión con el sol y la vibración de las venas y arterias como afluentes de la vida total, efímera, pero estremecedora. Santana gritaba con sus manos sobre las cuerdas para recordarnos de donde veníamos: sus sonidos llegaban al fondo de lo que es sólo el vestigio del animal carnívoro que somos.
Y con ellos estallaron la pintura, la literatura, el cine, las ciencias sociales, las ciencias naturales, el conocimiento, el saber, el sentir, el amar, el vestir. Los años 60 del siglo XX están vivos como en otro tiempo ocurrió con el Renacimiento, la Ilustración, el movimiento Romántico, el surrealismo y el dadaísmo. Diríase que la rebelión que salió de las calles de París y de los Campus de California destapó y dio a luz todas las rebeliones anteriores del siglo XX, como fueron el dadaísmo y el surrealismo de Breton, Buñuel y Dalí, que yacían ocultos bajo capas de convenciones y prejuicios.
El mundo de hoy reclama una nueva rebelión cultural de todos contra la manipulación mediática que maneja a los seres como conejos de laboratorio frente a la televisión y la prensa mundiales, que están al servicio de intereses oscuros de guerra. Es un fenómeno que ocurre en todo el mundo: cada día las fuerzas del capital especulativo y devorador, que se reproduce y se acumula a sí mismo, se inventa una historia para aplastar la anterior y los seres humanos son controlados en sus emociones e ideas por esa tecnología perfeccionada de la manipulación mediática. Ideas, partidos, candidatos, libros, amor, muerte, todo se ha conventido en producto, en mercancía que nos vende el big brother de la televisón al servicio del Eje de la Ganancia a toda costa y no de la sociedad. Se nos vende la guerra y el militarismo como únicas soluciones mesiánicas y renace como en los tiempos de Hitler la palabra "exterminio" convertida en el destino que merece el opositor o el disidente.
La gente de mayo de 1968 se rebeló contra la guerra de Vietnam y contra las bombas de Napalm y reclamó humanidad, serenidad, cuerpo, música, piel, en vez de ejércitos; globos de colores, dulces y música en vez de helicópteros y bombardeos. ¿Es el destino de los humanos de hoy avalar ese lenguaje repetitivo de odio guerrero, marcial, exterminador que nos quieren imponer esas fuerzas y los líderes del mundo? Pues No. No puede ser. No pasarán. Escuchemos otra vez a Janis Joplin y a Bob Marley para saber que se puede gritar. Leamos a Julio Cortázar y veamos Zabriskie Point y Blow Up para saber que se puede imaginar. Las consignas del 68 de "Paz y Amor" y "La Imaginanción al Poder" no han pasado de moda. Por el contrario son de total actualidad. Los atilas, los Pinochet, los Franco, los Bush y los Nerón de hoy, disfrazados de ovejas, están aquí y nos tienen en la mira. Cuidado, pueden disparar.
*******************