Por Eduardo García Aguilar
Abandonada
por sus habitantes, que partieron de vacaciones a sus lugares de
provincia, e invadida por millones de turistas, París es ahora el
escenario cinematográfico y mediático de los Juegos Olímpicos 2024 que
verán en las pantallas desde todos los rincones del mundo miles de
millones de habitantes del planeta. Desde hace días las sirenas suenan a
lo largo del día y la noche en calles y avenidas de la abigarrada,
antigua y densa ciudad, a medida que llegan jefes de estado, figuras
mediáticas, estrellas deportívas y musicales y personalidades encargadas
de llevar la llama olímpica a varios rincones emblemáticos de la
capital y sus suburbios.
Deportistas
y turistas sueñan con la ciudad que los franceses han sabido conservar
casi intacta respetando el pasado y en los cines se proyecta ahora El
fabuloso destino de Amélie Poulain, una película de comienzos de siglo
XXI que se convirtió de culto y genera en espectadores de varias
generaciones en el mundo una atracción especial por el mito de la ciudad
luz, la de poetas, mimos, actrices, comediantes, divas, músicos,
novelistas. Una película que ha convertido al barrio de Montmartre en
una especie de Disneylandia.
En
la madrugada del día de la inauguración se registraron una serie de
sabotajes de misterioso origen en las redes eléctricas e informáticas
del ferrocarril, que paralizaron los trenes de alta velocidad en las
zonas atlántica, norte y este del país, perjudicado a casi un millón de
viajeros que se aprestaban a partir de vacaciones o a venir a la capital
a asistir a los actos, generando caos en varias estaciones centrales
férreas como la concurrida Montparnasse.
Además,
a diferencia de otros años en que por estas fechas reina la canícula y
el sol, y la alegría y la fiesta en los bares, la capital lleva meses
registrando nubosidad y ligeras y fuertes lluvias, que reinaron también
durante la ceremonia preparada desde hace años en el río Sena, lo que no
impidió que la gente acudiera y asistiera con entusiasmo a las
celebraciones como si estuvieran en un día de invierno bajo un aguacero
terrible. Tony Estanguet, el joven ex deportista, máximo jefe francés de
la organización, destacó que cuando se aman los Juegos Olímpicos, nadie
se deja impresionar por "algunas gotas de lluvia".
La
noche anterior, centenares de jefes de Estado, funcionarios, estrellas
cinematográficas, autoridades deportivas y diplomáticas, magnates,
asistieron a la cena central previa a la ceremonia en el museo del
Louvre, con la presencia del presidente Emmanuel Macron y en el marco de
la crisis política que tiene al país sin gobierno después de la
disolución del Congreso y la derrota del campo presidencial.
Varias
estaciones de metro aledañas a las riberas del Sena fueron cerradas y
un laberinto de vallas ocupó la mayor parte del centro de la ciudad,
obligando a negocios, tiendas, bares y restaurantes a cerrar, ante la
imposibilidad de que sus clientes puedan acceder, mientras decenas de
miles de policías, gendarmes y militares patrullan las calles para
prevenir cualquier acto terrorista que empañe el inicio y el desarrollo
de los Juegos Olímpicos, en un agitado contexto mundial afectado por las
guerras, el auge del yihadismo islámico y la incertidumbre política
generalizada en Europa y el mundo.
Pero
pese al cielo cubierto y al aguacero, cuando debía reinar el dios sol,
el espectáculo coreográfico resultó notable y variado. Los artistas
dieron todo de sí y se adaptaron al clima y gracias a ellos el arte
estuvo presente con la energía necesaria. Los deportistas en barcos
grandes y pequeños cruzaron el Sena esgrimiendo sus banderas y alegría.
El
futbolista Zidane, Rafael Nadal, Nadia Comanecci, los túneles, Lady
Gaga, raperos, pop stars, homenajes a grandes mujeres precursoras,
afrodescendientes y personas provenientes de minorías esclavizadas y
humilladas, Maria Antonieta decapitada, la Última cena transgénero, dieron el toque libertario en el marco del espíritu de la
Revolución Francesa cantada por Victor Hugo en sus poemas y novelas. La
coreografía impresionante no olvidó la historia y la consigna francesa
revolucionaria de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Un
gran espectáculo como saben hacerlos los coreógrafos franceses, años de
preparativos y lucha bajo la guía de la alcaldesa de París Anne
Hidalgo, nacida en España e hija de inmigrantes. Un éxito para ella y
para Francia y para el mundo, que sueña con la paz. Por un momento las
guerras y el odio desaparecieron tras la maravilla del arte, la danza,
el canto, el color, la luz.
La
pirámide del Louvre, el Jardín de Tuilleries, lugares llenos de
historia, asonadas, golpes y revoluciones Y bajo el aguacero la llama
olímpica, encendida por Marie José Perec y Teddy Riner, voló en un
enorme globo aerostático antes de que resonara la voz milagrosa de
Céline Dion, interpretando una canción de Edith Piaf. Y al fondo la
Torre Eiffel y unos magníficos efectos especiales mientras los drones
captaban las imágenes de la ciudad húmeda y límpida como nunca, llena de
luces y de sombras.