Se
 ha ido también Raquel Welch (1940-2023), una de las actrices 
norteamericanas icónicas de la segunda mitad del siglo XX, famosa por el
 afiche en que aparece en un bikini prehistórico de piel de venado en la
 película Un millón de años antes de Cristo, dirigida por el británico 
Don Chaffey en 1966, filmada en las Islas Canarias y difundida con 
fuerza en América y el mundo por la 20th Century Fox.
La
 imagen de la actriz, de padre boliviano y madre norteamericana, se 
convirtió de inmediato en una figura del imaginario erótico de aquellos 
tiempos al lado del Che Guevara, quien fue ejecutado en Bolivia en 1967,
 cuando la película recorría el mundo en esos años que sociólogos 
contemporáneos califican de cruciales para el cambio de época y el fin 
definitivo de las remanencias culturales arcaicas en muchas partes del 
planeta. Esos momentos son cíclicos y parecen huecos negros o 
explosiones volcánicas culturales que remecen las estabilidades 
anteriores. En el futuro surgirán otros episodios de ese tipo como en el
 pasado ocurrió con el Renacimiento.
La
 película hace convivir de manera absurda a los dinosaurios con los 
hombres prehistóricos en una serie de escenas de efectos especiales que 
hoy nos parecerían cómicos a todos por su torpeza e ingenuidad. Y allí 
en ese difícil tiempo imaginario se destaca la bella y escultural 
heroína de nombre Loana que se enfrenta con los suyos a las bestias y 
los apocalipsis terráqueos como una amazona y defiende a su tribu poco a
 poco devastada por la realidad.
Welch
 quedó atrapada en la imagen de ese afiche como el Che Guevara 
permaneció suspendido en la foto de Korda que figura en camisetas y 
cachuchas y nada ni nadie pudo salvarla a ella de ese cliché, aunque 
actuara después con grandes actores y se convirtiera en una exitosa 
empresaria y en mujer de carácter y fuerte personalidad, como muchas de 
su generación. Y el Che nunca imaginó que más de medio siglo después su 
imagen aun circularía por ahí.   
Ya
 se vislumbraba entonces lo que el artista Andy Warhol definió como los 
15 segundos de celebridad mundial a los que todos los seres humanos 
tienen derecho alguna vez en sus vidas por azar. Aunque los medios 
audiovisuales han dado un salto infinito en el último medio siglo con la
 era internet y el fin de los tiempos editoriales de Gutenberg, ya por 
entonces los instantes televisivos, fotográficos o cinematográficos 
volaban como el fuego incendiando el mundo y los gestos e imaginarios 
quedaban plasmados para siempre: el máximo de todos, los primeros pasos 
en la Luna del primer astronauta Neil Amstrong.
Antoine
 Compagnon, profesor del Colegio de Francia y uno de los investigadores 
más reconocidos sobre diversos fenómenos literarios y culturales de 
nuestra época, dedicará en breve varias conferencias magistrales en la 
Biblioteca Nacional de Francia a lo sucedido alrededor del  año 1966, 
que para él concentró de manera especial movimientos sociales, 
artísticos y culturales que ya venían larvados desde los años 50, pero 
explotarían como deflagración años después con  la revolución de mayo 
del 68 y el renacimiento pop de los años 70. Durante mucho tiempo creyó 
estar engañado por un asunto generacional, pero el tiempo lo ha 
convencido de la pertinencia de emprender ese estudio.
La
 juventud, hasta entonces controlada por estrictas costumbres y rígidos 
valores patrióticos y morales, se rebelaría en una serie de movimientos 
que aun hoy impactan a los estudiosos como las protestas por la guerra 
del Vietnam, el auge de las reivindicaciones de la población negra 
liderada por el líder Martin Luther King, asesinado en 1968, lo que iba 
acompañado por el auge de la ideología del Peace and Love, la liberación
 sexual, el auge del rock con figuras como Janis Joplin, Jim Morrison, 
Carlos Santana, Jimmy Hendrix y los Rollings Stones, entre otros muchos 
grupos y estrellas individuales que aun hoy siguen dando guerra, como 
los octogenarios Mick Jager y el beatle Paul McCartney. 
Todo
 eso constituyó un proceso definitivo de asesinato al padre, algo que ya
 teorizaba desde inicios del siglo Sigmund Freud y todo el movimiento 
psicoanalítico mundial originado en Viena. La juventud plantó cara al 
patriarca falocrático y desde entonces en Occidente empezaron a cambiar 
las costumbres laborales, vitales, sexuales, de género, asuntos que aun 
hoy siguen moviéndose en el siglo XXI, aunque al otro lado del planeta 
el autoritarismo, el fanatismo y la represión se solidifican con los 
totalitarismos y las teocracias y sus trágicas emanaciones yihadistas de
 Al Qaida y el Estado islámico.  
Welch
 dijo en contra de su mito que «mi padre maltrataba a mi madre y por eso
 decidí 
que mis relaciones con los hombres no estarían basadas en la sumisión. 
Nunca quise ser un icono sexual, y me costó décadas reconciliarme con 
mis pósteres. Soy más interesante que una chica prehistórica en 
bikini». Pero su huella ha quedado y sigue viajando en el siglo XXI al 
lado de la pose martirológica del Che. Muchas figuras de esa revolución 
cultural popular mundial murieron muy jóvenes como Joplin, Hendrix y 
Morrison, y otros y otras poco a poco se van ahora y quedan en la 
historia de nuestro tiempo.  
------
Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 19 de febrero de 2023. 
.   

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
