viernes, 11 de abril de 2025

EL FANTASMA DEL 9 DE ABRIL

Por Eduardo García Aguilar

Ahora que conmemoramos de nuevo el 9 de abril de 1948, una fecha crucial en la historia colombiana del último siglo, en todos los medios y las redes sociales aparecieron artículos e imágenes sobre las diversas versiones del asesinato del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán en pleno centro de la capital. Desde entonces se han publicado decenas, tal vez centenares de libros sobre el acontecimiento, entre los que se destacan los del escritor Arturo Alape, quien dedicó gran parte de su vida a estudiar los sucesos, entrevistando a centenares de personas y consultando todos los archivos posibles desde múltiples ángulos.

Poco después del magnicidio empezaron a salir en ediciones modestas de época libros pequeños de muchos de los protagonistas, como de quienes estaban al interior del palacio presidencial al lado del presidente Mariano Ospina Pérez y su esposa Bertha Hernández, que según dicen solía llevar pistola al cinto y era un personaje de armas tomar. También hay testimonios de los liberales que fueron invitados a la sede del poder cuando estaba a punto de ser tomada por los rebeldes, Bogotá ardía y Ospina buscaba consensos con ellos para salir de la situación.

Entre esas versiones hay por supuesto libros de los partidarios de Ospina Pérez y del conservatismo que llevan  agua a su molino para limpiar la imagen del presidente y empresario antioqueño, a quienes sus opositores y la esposa del sacrificado líder acusaban de ser el autor intelectual del crimen del líder liberal, cuyo ascenso político lo ponía a las puertas de acceder a la primera magistratura, algo inadmisible para el establecimiento.

Otras versiones son de personas que estaban en la calle y descubren con detalle desde todos los ángulos las circunstancias del asesinato y dan crédito ya sea a la versión oficial de que el asesino único fue Juan Roa Sierra y hacen investigaciones periodísticas exhaustivas sobre su vida, familia, y circunstancias previas a la supuesta acción criminal, como la compra de la pistola, el dinero que le dio a su esposa antes y su presencia antes en el lugar de los hechos.

Otros hablan de la presencia de un segundo tirador y cómplice, un tal detective de apellido Potes, que habría desarmado a Roa para entregarlo a la jauría después de los hechos y que según versiones declaró ya anciano y agonizante en la miseria a un viejo amigo, para liberarse del remordimiento, que él fue el verdadero asesino. Otros dicen que Roa Sierra fue solo un chivo expiatorio que se encontró por desgracia en el sitio y en el momento equivocado.

También se especula sobre la participación de los servicios secretos estadounidenses y hasta se involucra al joven Fidel Castro, quien estaba presente en el sitio del crimen y era uno de los centenares de invitados que vinieron a Bogotá a participar en la importante IX Conferencia Panamericana que se celebraba en la capital y era el evento ideal en el marco del cual se cometió el crimen.

Tal y como pasa en todos los magnicidios, como el del presidente estadounidense John F. Kennedy, ocurrido en 1963, en el de Gaitán todas las pistas fueron trucadas y al final las diversas versiones se entrecruzaron para que el asesinato quedara impune y sin solución posible. Lío de faldas, frustración del asesino, que había pedido empleo a Gaitán, y mil hipótesis más se mezclan con la actividad tenaz y múltiple de los detectives y sicarios de los temibles servicios secretos colombianos al servicio del régimen, que en ese entonces y después se las han arreglado para matar a miles de líderes opositores y candidatos presidenciales como Luis Carlos Galán, Carlos Pizarro Leóngomez, Bernardo Jaramillo y tantos otros.

Plinio Apuleyo Mendoza, cuyo padre de mismo nombre estaba con su amigo Gaitán en el momento y recibió el cuarto impacto, también hizo su relato y presentó sus hipótesis, entre las cuales se destaca la presencia de ese misterioso segundo hombre, versión a la que Gabriel García Márquez, también presente en Bogotá el 9 de abril, daba crédito.  

La muerte de Gaitán ha producido centenares de libros, miles de artículos y fotografías e invadió también la ficción, pues desde entonces centenares de novelas han abordado el tema, pues no hay colombiano de la época o posterior que no haya oído en casa los relatos de sus mayores traumatizados por el acontecimiento, tanto que ahora, en el 2025, casi ocho décadas después, se sigue viviendo como si hubiese sido ayer. Y el crimen también ha invadido los sueños, pues los hechos se pasean con frecuencia en el ámbito onírico de los colombianos. Jorge Eliécer Gaitán sigue vivo entre nosotros como un fantasma incesante y su voz elocuente resuena aun en las esquinas.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 13 de abril de 2025.