Por Eduardo García Aguilar
Este
25 de agosto se celebra el centenario del nacimiento del poeta Alvaro
Mutis (1923-2013), una de las figuras más importantes de la literatura
latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX, junto a su gran amigo y
vecino en la capital mexicana Gabriel García Márquez.
Tuve
la fortuna de conocerlo en 1981 en México cuando en esa ciudad estaba
presente y en plena actividad buena parte de la pléyade literaria
latinoamericana que se exilió allí después de los golpes de estado en el
Cono Sur. Además de los latinoamericanos y españoles refugiados en ese
país de vieja data, estaban vivos aun Octavio Paz, Carlos Fuentes y Juan
Rulfo.
La ciudad era un
centro efervescente de la cultura latinoamericana y mundial, pues debido
a su atractivo era visitada por decenas de figuras extranjeras que
venían con frecuencia a congresos, encuentros o presentaciones en
universidades y teatros auspiciados por el gobierno y la academia.
México prehispánico y barroco, país literario y épico, siempre atrajo a
autores del mundo entero como Malcolm Lowry, D. H. Lawrence, Graham
Greene, André Breton, Antonin Artaud, William Burroughs y Jack Kerouac.
Todos
los diarios mexicanos tenían amplias secciones y suplementos
culturales, y se publicaban revistas literarias de alto nivel. Estaba en
pleno apogeo la editoral Fondo de Cultura Económica, mastodonte que
editaba obras fundamentales de economía, historia, filosofía y ciencias
sociales y que en su colección Tierra Firme publicaba lo fundamental del
ensayo y la poesía de América Latina. Y además florecían las
editoriales Siglo XXI y Era, entre otras.
Para
los jóvenes escritores latinoamericanos que recalamos en ese momento en
México y para los mexicanos de nuestra generación que iniciaban sus
carreras literarias, era frecuente y normal cruzarse con todas esas
figuras literarias en el Palacio de Bellas Artes, galerías de arte o
librerías. Ahí estaban a la mano Paz, Rulfo, Fuentes, García Márquez,
Mutis, José Emilio Pacheco, Juan García Ponce, Carlos Monsiváis, Elena
Poniatowska, Margo Glantz, Ida Vitale, Sergio Pitol, José Agustín, Noé
Jitrik, Hugo Gola, Mempo Giardinelli, Manuel Puig, Augusto Monterroso y
tantos otros.
Mutis,
quien se acercaba a los 60 años y trabajaba para Columbia Pictures en
una oficina del barrio Polanco, ya era una leyenda de la poesía
latinoamericana y estaba consagrado con la publicación en 1953 de Los
elementos del desastre en la prestigiosa editorial argentina Losada y de
la poesía reunida bajo el título de Summa de Maqroll el Gaviero en la
editorial Seix Barral en 1974.
Empezaba
a escribir La nieve del almirante, primera novela de la serie narrativa
Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero, a la que seguirían
Ilona llega con la lluvia, Un bel morir, Amirbar, la Última escala del
Tramp Steamer, entre otras, que fueron traducidas y recibidas con
entusiasmo por la crítica en Estados Unidos, Francia, Italia, Portugal y
Alemania.
Con Mutis nos
veíamos con frecuencia en su casa de San Jerónimo y de esos encuentros
surgió Celebraciones y otros fantasmas. Una biografía intelectual de
Alvaro Mutis (Tercer Mundo, Bogotá, 1993), libro que elaboré después de
muchas conversaciones donde abordamos temas básicos de su pensamiento
histórico y literario.
En
ese entonces, antes de que comenzara a recibir decenas de galardones en
Europa, que culminaron con el Premio Cervantes en 2001, Mutis estaba aun
disponible, por lo que abordamos sin límite de tiempo en varios
capítulos su visión de la poesía, la novela, la historia, las religiones
y los viajes. Al releerlo uno se da cuenta de la gran lucidez de este
poeta visionario que además de lector insaciable era un vitalista y el
mejor amigo de sus amigos. Su visión de la historia y el destino humano
son de gran actualidad en estos tiempos de caos y deriva experimentados
por la humanidad en el primer cuarto del siglo XXI.
Vivió
más de cincuenta años en México y desde el comienzo fue acogido por los
mexicanos con gran entusiasmo, especialmente por Octavio Paz, quien
escribió sobre su obra. Mutis además invitó y acogió en México a García
Márquez en julio de 1961, cambiándole otra vez su destino, pues antes le
hizo dar un viraje crucial a su vida al conseguirle empleo de reportero
en El Espectador, en abril de 1955.
Pero
pese a ese exilio definitivo de Mutis en México, siempre guardó en su
corazón elementos que para él eran esenciales: los ámbitos de la tierra
caliente colombiana, la lluvia que cae sobre los techos de zinc junto a
los cafetales y el sonido de los ríos en las hondonadas de las
cordilleras, muy presentes en la poesía y sus novelas. Abrir sus páginas
es recibir una bocanada de aire tropical y marino que nos reconforta e
inspira.