lunes, 22 de diciembre de 2008
LAS AVENTURAS DE UNA DESTRONADA PAPISA LITERARIA
Por Eduardo García Aguilar
En su libro más reciente, Josyane Savigneau, la excelente biógrafa de Marguerite Yourcenar que durante tres lustros, hasta 2005, fue la papisa literaria francesa como joven y bella directora del suplemento literario de Le Monde, donde se hacían y se deshacían las trayectorias de los escritores, nos cuenta las peripecias de su defenestración burocrática y el destino que la llevó desde un modesto pueblo de provincia a los grandes y crueles salones literarios parisinos.
Nacida en 1951 en Chatelleraut, en el seno de una familia modesta, la vida de Savigneau se parece en mucho a la de los héroes inventados por los novelistas franceses del siglo XIX que, como Balzac o Maupassant, relataron con lujo de detalles los auges y las caídas de hombres y mujeres de provincia que subían a la elitista capital en busca del triunfo, el dinero, el amor y la gloria.
Al leer este libro, publicado en octubre de 2008 por la editorial Stock bajo el título Point de côté (Nada de lado), descubrimos lo poco que ha cambiado Francia a través de los siglos, fijada como está todavía en los usos y costumbres sociales de la vieja aristocracia del antiguo régimen, rodeada de relamidos cortesanos de peluca, y de la burguesía y la pequeña burguesía arribistas de tipo decimonónico que medra en ministerios, salones y sitios de moda como el Procope, el Fouquets, la Closerie de Lilas, Les deux Magots o El Café de Flore.
A Savigneau la destituyeron y metieron en un rincón del diario acusada de haber cedido el poder del suplemento a su amigo el gran don Juan y libertino Philippe Sollers, animador de la legendaria revista Tel quel, y con el que supuestamente se “acostaba”. Considerado brillante escritor y mundano de la “plaza”, Sollers era admirado por la periodista desde su adolescencia provinciana. También se le reprochó injustamente de favorecer a escritoras lesbianas o libertinas como Christine Angot, Catherine Millet y Virginie Despentes y a autores maleducados como el terrible Michel Houllebecq, en detrimento de otros escritores más tradicionales y razonables.
Pero en el fondo, la “plaza” y el “medio” no soportaban que esta “advenediza” hubiera acumulado tanto “poder literario” sin pasar por los senderos usuales de la élite. Todavía existen instituciones oficiales como la Escuela Politécnica, la Escuela Nacional de Administración, la Escuela de Ciencias Políticas y la Escuela Normal Superior, localizadas todas en el mismo barrio latino, a donde sólo acceden unas cuantas familias parisinas y de notables de provincia y fuera de las cuales es casi imposible llegar a los grandes puestos de la administración, la empresa privada o el mundo editorial.
Después de caer en desgracia, Savigneau decide contar todas las peripecias de una vida marcada por su origen modesto y el combate en ese medio dominado por hombres implacables de poder. Cuenta, paso a paso, su esgrima orgullosa frente a las humillaciones y los insultos que le propinaban los envidiosos parisinos y los enemigos que le achacan provenir de un barrio equivocado de su propia ciudad Chatelleraux y haber escapado al destino de ser una humilde “cajera de supermercado” para subir al trono de El mundo de Los Libros de Le Monde y a la amistad de grandes como Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Juliette Grecco, Doris Lessing, Philippe Roth y Marguerite Yourcenar, entre otras glorias que fueron seducidas por esta joven airada e inoportuna.
Le reprochan también su bisexualidad y el hecho de que nunca quiso ser la típica esposa o amante aplicada de un político o un financiero, como suele ocurrir hoy en el endogámico mundo en que política: favores sexuales, prensa, televisión y finanzas están entrelazados indisociablemente como en los tiempos de las cortes borbónica y napoleónica, donde todas y todos pasaban por la cama del rey, el emperador y de sus cortesanos.
Savigneau huye de su modesta provincia y decide enfrentarse al reto de conquistar Nueva York y estudiar allí periodismo a falta de una gran escuela francesa. Llega a trabajar como “muchacha” en una casa de ricos americanos para pagar sus estudios, pero se rebela pronto y se lanza sola a la ciudad ejerciendo todo tipo de trabajos de mesera o lavaplatos. Supera así todos los obstáculos y desde 1977 ingresa a Le Monde por méritos propios, con la alegría de haber vivido una inmersión profunda en la cultura y la lengua inglesas.
Poco a poco escaló posiciones hasta mandar en el más prestigioso suplemento, donde ejerció una crítica implacable de las novedades literarias. Gracias a ella los lectores pudieron leer durante tres lustros como columnista a Phillippe Sollers, cuya amistad le valió ganar sus enemigos, como el temido panfletario y chismoso de talento Jean Edern Hallier, habitante ya finado de la Place de Vosgues.
El mundo político y literario francés es un mundillo cerrado, impenetrable, que se sucede casi hereditariamente desde los tiempos del Segundo Imperio y decide en un abrir y cerrar de ojos el destino de autores, académicos y políticos. La prensa y el poder están imbricados en corruptelas de las que la cama no está nunca ausente como en las novelas libertinas del siglo XVIII y en las grandes sagas burguesas del siglo XIX. Las bellas cortesanas y los gigolós salen de los burdeles y escalan a las alturas del poder y a la gloria desde tiempos inmemoriales y los más vivos y astutos ascienden a la fama literaria aunque también caen sin misericordia como ocurrió con el macarrónico millonario y best seller Paul Louis Sulitzer.
La “cajerita de supermercado” Josyane Savigneau vuelve a recordarnos todo esto y se defiende contándonos su vida y sus encuentros con editores o críticos leales o desleales como Claude Durand, Françoise Verny, Hector Bianciotti o Angelo Rinaldi, advenedizos como ella estos dos últimos que coronaron su carrera con el ingreso a la Academia Francesa por medio de intriga s de novela que deberían ser contadas.
Pero ella dice ser sólo una modesta periodista, pues periodismo y literatura nada tienen en común y nos dice que si ahora publica este libro es para dejar testimonio de su aventura en ese mundo cruel, del que escapó a una isla donde compró una casa con las regalías de su biografía sobre su amiga, la gran Marguerite Yourcenar, autora de las inolvidables Memorias de Adriano.
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