Por Eduardo García Aguilar
Esta semana, para mi sorpresa y alegría, salió Las
rutas de Ifigenia en inglés, publicada por la editorial Aliform en
traducción de Jay Miskowiec, quien en
2008 obtuvo la primera Beca
Nacional de Traducción Literaria del Ministerio de
Cultura para vertir a la lengua de William Faulkner y Truman Capote otra
novela de
la serie manizaleña, El viaje triunfal. Cada novela que uno emprende es
un misterio y a veces una enfermedad de largo aliento, y su destino
después de colocarle el punto final siempre sorprende, ya sea que se
hunda como es previsible en el olvido total y la indiferencia o salte
como la liebre hacia otras lenguas o lectores.
La historia de Ifigenia, una muchacha
manizaleña imaginaria de mi generación, en aquellos tiempos de rock,
salsa y revolución, había permanecido latente durante décadas hasta
cuando decidí tomar el toro por los cuernos de la narrativa, a sabiendas
de que la tarea estaría llena de obstáculos, temores y dudas. En las
tres novelas que ya había escrito antes sobre temas imaginarios de mi
ciudad natal, Tierra de leones (1983), Bulevar de los héroes (1986) y El
viaje triunfal (1993), había querido tratar de contar la mítica ciudad
natal fundada en las alturas de los Andes, pequeña metrópoli que
curiosamente sigue siendo desconocida para muchos colombianos, pese a
las sorpresas aquitectónicas e históricas que guarda entre los
vericuetos de sus calles y callejuelas empinadas, entre un paisaje de
montañas, balcones floridos, precipicios y volcanes nevados y humeantes.
En Tierra de Leones abordé el
personaje de Leonardo Quijano, loco genial sobre el que varias
generaciones de manizaleños especulamos tratando de descifrar sus
misterios e insondables secretos. En mi adolescencia literaria solía
pararme a escuchar sus largos, agitados e incomprensibles discursos
pronunciados en una esquina de la plaza de Bolívar y su imagen y
leyenda, la pasión por el dibujo, su idioma personal y la fragilidad
mental que lo sumió en la pobreza, se habían convertido para mi en un
fantasma permanente que solo podía exorcizarse a través de la ficción.
Años después, en Bulevar de los
héroes inventé otro personaje, el Loco Rincón, inspirado en muchos de
los relatos que contaba en París sobre sus aventuras subversivas otra
figura de nuestra tierra, el médico Tulio Bayer (1924-1982), nacido en
Riosucio, quien de brillante profesional con posgrado en Boston, pasó a
convertirse como muchas otras figuras de su generación en un redentor
fallido de los males insolubles de Colombia.
Por complicidad caldense y
manizalita, tuve la fortuna de compartir muchas horas con Tulio en su
apartamento de París, donde se dedicaba a traducir textos para grandes
multinacionales farmacéuticas y armamentísticas cuando sucedía la
revolución iraní que llevó al poder al ayatolá Komeiny, a quien imitaba
disfrazándose con una capa de beduino y un turbante oriental. Tulio era
un gran lector y a esas alturas ya estaba decepcionado de todos los
totalitarismos, de izquierda o derecha, aunque seguía con su pasión y
rebeldía contra el establecimiento, lo que le contaba en sus cartas a su
adversario y amigo el general Alvaro Valencia Tovar.
En El viaje triunfal, el
personaje era un poeta modernista y vanguardista, Arnaldo Faría Urillo,
que le daba la vuelta al mundo y terminaba sus días en Manizales,
rodeado de los jóvenes poetas del movimiento fundidista. En las tres
novelas, además de los héroes, el otro personaje era Manizales, con sus
casas, templos y palacios de fantasía construidos antes y después de los
incendios. En todas está la Catedral como una presencia omnisciente y
omnipotente, el Parque y el Teatro Fundadores, la Plaza de Bolívar, el
Parque Caldas, el Palacio de Bellas Artes y el Teatro Olympia, el Puente
de Olivares, el Monte de Léon y la carrera 23 con sus cafés y tiendas
luminosas.
Cuando pensaba que ya no escribiría
nunca más otra novela que tuviera como escenario Manizales, se atravesó
Ifigenia y volví a la tarea, pero esta vez tratando de contarla desde
otro ángulo narrativo y con un lenguaje transparente, alejado de las
peripecias y artilugios verbales o la contención estilística presente en
anteriores obras. El resultado es una historia que surge de la
imaginación de los adolescentes protagonistas y busca captar la vida de
la ciudad, el país y el mundo en un corto universo cerrado. Miskowiec la
leyó y le encantó tanto que la tradujo en una magnífica versión que a
veces suena mejor en inglés que en castellano y que lleva por título The
trails of Ifigenia.
Miskowiec (1958) fue uno de los
discípulos preferidos de Gregory Rabassa (1922-2016), traductor al
inglés de Cien años de Soledad, Rayuela de Julio Cortázar y otros
clásicos latinoamericanos, portugueses y brasileños y quien además de
estar dotado con un maravilloso sentido del humor y ser gran amigo de
sus amigos, fue profesor en varias instituciones educativas de Nueva
York. Jay también tradujo en su momento Bulevar de los héroes, publicada
con prólogo de Rabassa en Latin American Literary Review Press, así
como El viaje triunfal, Urbes luminosas, Delirio de San Cristóbal y
ahora Las rutas de Ifigenia.
Como otros hispanistas norteamericanos tales como
Seymour Menton, Johnattan Tittler y Raymond Williams, Miskowiec realiza
su trabajo con una profunda pasión por el continente latinoamericano y a
los autores los sigue a través de las décadas con atención y cuidado y
sin prisas. En su momento, el jurado de la beca de traducción, compuesto
por Juan Manuel Pombo y Timothy Keppel, dijo que había otorgado el
premio a
Miskowiec en virtud de que El viaje triunfal “es una novela bien escrita
que capta una época histórica de América Latina de las generaciones
del modernismo y del vanguardismo, es una traducción bien ejecutada y
es interesante que se conozca ese periodo fuera del país. La
experiencia
del traductor es sólida, con una buena formación académica”.
Las rutas de Ifigenia, publicada en 2019 en Bogotá
por Uniediciones en la colección Ladrones del tiempo, emprende ahora una
nueva aventura en otra lengua y lleva la ciudad a cuestas, porque toda
ciudad natal es la impronta indeleble de los seres humanos, su huella
digital, el origen de sus tragedias, taras, celebraciones y alegrías.
Manizales es una ciudad muy reciente llena de historias secretas y nada
mejor que explorarlas y contarlas a través de novelas y relatos. La
rebelde Ifigenia está de plácemes, pues estudió inglés y escandalizó en
el Colombo-Americano de Manizales sin saber que un día la contarían en
la lengua de Mark Twain.
--------------------
Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 13 de septiembre de 2020.