El atentado al escritor Salman Rushdie en el estado
de Nueva York, en Estados Unidos, nos recuerda que desde 1989 tenía una
condena de las autoridades islámicas iraníes encabezadas por el ayatolá
Jomeini, quienes consideraron blasfema su novela Versos satánicos.
Durante una década el escritor tuvo que vivir en la más absoluta
clandestinidad, aunque después volvió más o menos a vivir una vida
normal de giras, conferencias, mundanidades, amores y presentaciones de
libros.
El ataque sorpresivo del viernes muestra que el
fanatismo religioso no olvida y tarde o temprano se manifiesta para
realizar las condenas, como ocurrió en el caso de los caricaturistas
europeos, entre ellos los de la revista francesa Charlie Hebdo, que
murieron acribillados por las balas de los fanáticos. El 7 de enero de
2015 un comando de islamistas irrumpió en la sede de esa revista
satírica y acribilló a casi todo su famoso equipo durante la reunión de
redacción, con saldo de 12 muertos y 10 heridos. Meses más tarde, otros
comandos islamistas realizarían varias masacres en París, la principal
durante un concierto en la sala de espectáculos Bataclan, con saldo de
más de un centenar de muertos y 400 heridos.
Una década después de la condena de Rushdie el mundo
viviría nuevas experiencias en el marco de la guerra religiosa, como
los atentados del World Trade Center en Nueva York, con saldo de más de
3000 muertos, lo que desató a su vez otras guerras en Afganistán e Irak y
llevó más tarde a la irrupción del sangriento califato del Estado
islámico reinante durante una década en los territorios de Irak y Siria y
en otros países africanos y asiáticos.
Durante todo el siglo XXI el mundo ha vivido en
directo una guerra larvada e implacable de religión que sucede en los
territorios bíblicos donde hace milenios también las poblaciones se
desangraban a nombre de la fe, y episódicamente alcanza las capitales
europeas o el propio Estados Unidos. Y eso sin contar el Norte de
Africa, desde Egipto hasta los países magrebíes, amenazados todo el
tiempo por estallidos de violencia, tensiones regionales e inmolaciones o
atentados fatídicos. Arden iglesias, sinagogas y mezquitas en todos
esos territorios y mueren allí inmolados centenares de fieles
inocentes.
Rushdie se había convertido desde su condena en un
hermano mayor de la literatura mundial, un rock star, celebridad que
reivindicaba ampliamente su admiración por el escritor colombiano
Gabriel García Márquez y se inscribía en el universo del realismo
mágico, movimiento iniciado con Cien años de soledad que hallaba sus
raíces en las grandes literaturas milenarias, bíblicas, las sagas
indias, nórdicas o mediorentales.
Los libros de Rushdie se basan muchas veces en la
realidad concreta de sus experiencias contemporáneas o recuerdos, pero
también suelen perderse en el delirio de la imaginación y la fantasía de
sus ancentros los indios, que crearon El Ramayana y El Mahabarata y
centenares de historias donde los dioses se mezclan con los humanos y
los animales, y vuelan, se hunden en el fondo de la tierra o viajan por
el cosmos infinito. Mundo de monos y tigres voladores, vacas y simios
sagrados o gramáticos. Demonios y ángeles que se desploman de los
cielos.
Antes de su condena y la futura gloria, el joven
Rushdie había sido invitado a Nicaragua a vivir varias semanas en el
marco de la revolución sandinista y basado en esa experiencia escribió
su libro La sonrisa del jaguar. En muchas ocasiones reivindicó su
cercanía con el mundo latinoamericano, que le fascina por los vasos
comunicantes sostenidos con los países llamados del llamado Tercer
Mundo, de donde proviene este nativo de Bombay, quien como muchos hijos
del gran Imperio británico crecieron, estudiaron y vivieron en
Londres, como el último Premio Nobel Abdulrazak Gurnah, originario de
Zanzíbar, o V.S. Naipul, nacido en las antillas británicas de ancestros
indios. Algunos de esos escritores, músicos, artistas o científicos de
las ex colonias británicas han sido ennoblecidos por la longeva reina
Isabel II.
Por su
temperamento, generosidad, amabilidad, que se nutren precisamente en la
sabia humildad de sus ancestros
indios, Rushdie hace parte del ámbito
multicultural británico que halla su fuerza en los descendientes de los
migrantes de las colonias o los mundos lejanos. Gran parte de los
escritores británicos de hoy son de origen indio, japonés, indonesio,
afgano, paquistaní, bangladesí, chino, hispano, africano o
antillés. La mezcla ya es inevitable y se abre al futuro pese a los
nostálgicos de un mundo de blancos que sueñan con razas puras y culturas
antisépticas. Rushdie es el adalid de un mundo sin fronteras donde por
los aires vuelan las ideas y los sueños.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 14 de agosto de 2022
Foto @ DR FB