Hace
un cuarto de siglo, el 19 de abril de 1998, fallecía a los 84 años de
edad en una vieja casona histórica del barrio colonial de Coyoacán, en
la Ciudad de México, el gran poeta mexicano Octavio Paz, Premio
Cervantes (1981) y Nobel (1990), quien a lo largo de las cuatro últimas
décadas del siglo XX fue el más importante y poderoso caudillo literario
del país, siguiendo con una tradición iniciada en el siglo XX con
figuras como José Vasconcelos y Alfonso Reyes, que fueron también
poderosos patriarcas.
Paz
fue albergado en esa antigua casona colonial por orden del gobierno
luego de que se incendiara su apartamento en el centro de la Ciudad de
México, donde resultaron destruidos documentos y libros de su abuelo
Irineo Paz, así como objetos y archivos personales de valor, lo que
significó una gran pena moral para el escritor, quien tuvo que
arrastrarse para escapar con las sondas que ya tenía puestas debido a su
enfermedad, en compañia de su esposa y gran amor de su vida, la
francesa Marie Jose Tramini, a quien conoció cuando se desempeñaba como
embajador en la India en los años 60.
Cuando
llegaron los bomberos encontraron a la pareja tiritando de frío,
desubicados, conmocionados, y los llevaron al Hotel Camino Real de
Polanco, donde estuvieron un tiempo antes de ser trasladados a esa
bellísima casona, donde quedaron bajo protección y atención de los
militares del Estado mayor presidencial. Ahí pasó los últimos años en
silla de ruedas, atendiéndose de un cáncer óseo, ya desahuciado por los
médicos estadounidenses que lo atendieron en Houston.
Vivió
así Paz en medio del dolor meses de reflexión y lucidez sobre el fin de
la vida y el destino de su propia escritura, e incluso llegó a decir
con claridad a sus amigos visitantes que tal vez lo único que finalmente
se salvaría de su extensa obra sería algunos poemas o solo unos versos.
Él que fue durante décadas diplomático relacionado siempre con
magnates, presidentes y políticos, y quien gozó en vida de gran éxito
literario y riqueza, pudo, como casi todos los hombres, vislumbrar el
triste fin de sus sueños pese al poder y la gloria.
Quienes
vivimos en México en ese tiempo fuimos testigos de esa presencia
permanente, avasalladora y ascendente del escritor en todos los medios
de prensa, televisivos, instituciones, festivales poéticos y literarios,
homenajes, debates sobre cultura y política mexicanas y mundiales, así
como en la dirección de la revista Vuelta que abría ventanas a todas las
culturas, lenguas e ideas del mundo y agitaba ideas democráticas y
antitotalitarias.
Paz
alternaba sus estadías triunfales en México, con largas giras por el
mundo, donde daba conferencias en universidades y academias y presentaba
las múltiples traducciones de sus obras o recibía premios y honores y
doctorados Honoris Causa. Siempre fue elegante como un gentleman e hizo
una pareja popular con la muy bella Marie José Tramini, quien le
sobrevivió varios años y murió intestada.
Ahora,
25 años después de su muerte, por fin se ha inaugurado una casa museo
en honor de la pareja en una vieja casona colonial del centro y se han
salvado los documentos, objetos, obras de arte, muebles, libros y
prendas que se exponen allí, mientras las instituciones especializadas
tratan de restaurar los papeles ajados y abandonados que se hallaron en
varias de sus propiedades.
De
joven Paz fue marxista y revolucionario, estuvo comprometido con la
causa campesina en Yucatán y tras haber escrito poemas comprometidos,
fue invitado en 1937 al II Congreso Internacional de escritores
antifascistas para la defensa de la cultura, organizado por la
republicana Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) en
tiempos de la Guerra Civil española, por invitación de Pablo Neruda, y
durante esa estadía convivió con muchos escritores progresistas del
momento. Viajó a España con su primera esposa, la futura escritora y
gran prosista Elena Garro.
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Entre
los asistentes a ese Congreso figuraron nombres como Vicente Huidobro,
Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, César Vallejo, Juan Marinello y
Carlos Pellicer. Terminada la Guerra civil española e instaurada la
dictadura de Francisco Franco y concluida la posterior Segunda Guerra
Mundial, Paz empezó su larga carrera diplomática, que lo llevó a
instalarse en Francia al final de los años 40 y parte de los 50.
Allí
se relacionó con André Breton y los surrealistas y conoció de primera
mano textos de autores que como Cornelius Castoriadis y Claude Lefort y
otros muchos ya cuestionaban en Europa los totalitarismos soviético y
chino y el marxismo-leninismo como ideología o religión. Desde entonces,
aunada a su trepidante actividad literaria e intelectual, Paz alternó
sus combates líricos con las peleas ideológicas, evolucionando hacia un
liberalismo pro-occidental y un apoyo incondicional al crepuscular
régimen mexicano del PRI, que lo alejó de sus viejos amigos de izquierda
como Pablo Neruda y Luis Cardoza y Aragón y de los ámbitos progresistas, a los que fustigó hasta el final de sus
días de manera encarnizada.
Su
paso por India y Japón como diplomático le abrió nuevos universos a su
produccion poética, caracterizada hasta el final por una fuerza inédita
de experimentacción y búsqueda, como se ve en sus libros Ladera Este
(1969), Pasado en claro (1975), Vuelta (1976), Árbol
adentro (1987), de distinta factura a la primera summa antológica
Libertad bajo palabra (1960) y su poema central, Piedra de Sol. Tal vez
un verso, una estrofa, un poema quedará de él y eso ya está bien.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo, 23 de abril de 2023.