Eduardo Gómez (1932-2022) fue uno de los grandes poetas colombianos del siglo XX, autor de una vasta obra poética, narrativa y ensayística y pilar de la cultura de entonces como profesor en la Universidad de los Andes y colaborador de instituciones editoriales o culturales colombianas, donde se desempeñó después de una larga estadía de estudios en Alemania.
jueves, 10 de julio de 2025
EDUARDO GÓMEZ ENTRE BERLÍN Y BOGOTÁ
Eduardo Gómez (1932-2022) fue uno de los grandes poetas colombianos del siglo XX, autor de una vasta obra poética, narrativa y ensayística y pilar de la cultura de entonces como profesor en la Universidad de los Andes y colaborador de instituciones editoriales o culturales colombianas, donde se desempeñó después de una larga estadía de estudios en Alemania.
martes, 8 de julio de 2025
ENTREVISTA CON EDUARDO GARCIA AGUILAR. POR JORGE CONSUEGRA. Letrasylibros.com (2006)
Lo escribí a los 13 años, en tercero de bachillerato, y lo titulé "Los secretos del infierno". Un periodista joven iba a las profundidades del infierno en la siberiana ciudad de Yakutia, en Rusia, para entrevistar al diablo. Lo envié a un concurso de cuento intercolegiado y gané. Luego vino la ceremonia de premiación ante cientos de alumnos y subí al estrado en medio de los apalusos. El rector me entregó el premio: un libro de Hemingway con varios relatos, entre ellos "Las nieves de Kilimanjaro". Fue un instante inolvidable, pues no hay nada mejor que un escritor adolescente: allí la literatura vive su estado químicamente puro. Es el sueño infinito contra los despeñaderos. Y además me dio la oportunidad de conocer la obra de Ernest Hemingway, cuyos libros "El viejo y el mar" y "París era una fiesta" me encantan.
2. ¿Cuál fue el tema?
Un periodista novato e intrépido va al infierno para entrevistar al diablo y sale a la superficie en la ciudad siberiana de Yakutia. Sin duda había influencias del Mefistófeles del "Fausto" de Goethe, que acababa de leer en la edición juvenil de Sopena, y del cuento "A la diestra de dios padre" de Tomás Carrasquilla, uno de mis escritores colombianos preferidos. Al final el personaje publica su entrevista en las revistas Time y Life, se hace conocido en todo el mundo por la primicia y después del éxito se dispone a buscar en algún lugar del planeta a Jesucristo para entrevistarlo.
3. ¿Qué se hizo ese cuento?
Guardo el original con unas anotaciones en tinta roja de un maestro de literatura del Instituto Universitario que, me acuerdo, era un señor muy alto y flaco, quijotesco. Además de mi padre, que amaba la literatura y vivía rodeado de diccionarios, tuve muy buenos profesores de letras. Eran los que me defendían en los colegios de las autoridades y de los profesores de matemáticas, física y química que me consideraban peligroso e hicieron todo por aniquilarme. Para ellos un chico que sueña con ser escritor y no ingeniero, militar, abogado o médico es muy peligroso para la sociedad.
4. ¿Cuándo supiste que ibas a ser escritor?
Sin duda el día en que subí a recibir el premio. Me gustó esa sensación súbita y efímera del triunfo literario. En el camino del colegio a la casa con el libro del premio en la mano flotaba de emoción y orgullo. Llegué a casa y le conté a mi padre la noticia. Celebramos en familia. Ese día lo tengo muy claro, fue una revelación. Desde entonces no paro. El adolescente de ese día sigue aquí dentro. El estatuto de escritor adolescente es maravilloso e inquietante. Hay que seguirle siendo fiel, no traicionarlo.
5. ¿Cómo surgió el primer libro?
El primer libro publicado como tal fue "Cuaderno de sueños", una pequeña colección de cuentos, publicada en México por la editorial El Tucán de Virgina, en 1981, después de ganar el premio de cuento "Los otros editores". Pero el primer libro para mí fue la novela corta "Tierra de leones", de 1983, un libro más complejo, que sería el primero concluido después de mucho trabajo y dudas. Sin embargo, no hay que olvidar que antes, el adolescente del colegio escribió varios libros que nunca publicó por fortuna. Yo mismo los encuadernaba y repartía a los amigos, que a su vez escribían y encuadernaban libros llenos de poemas malditos.
6. ¿Cuales fueron esos libros?
El primer "libro" de esa etapa de "arqueología literaria" personal sería una novelita corta que escribí a los 14 años llamada "El castillo de Anthony Jeffes", redactada con el estilógrafo verde mi abuela en un cuaderno cuadriculado azul y que sin duda estaba influida por "El retrato de Dorian Grey" y las novelas de espanto. Después escribí dos o tres colecciones de poemas existencialistas, terribles, escatológicos, como para cortarse las venas o lanzarse al salto del Tequendama. Los nadaístas estaban de moda en ese entonces en Colombia y todos queríamos ser Rimbaud. Además había en Manizales un poeta rockero de 20 años, Wadis Echeverri Correa, que organizaba lecturas y agitaba poéticamente la ciudad. Eran los tiempos de "In a Gadda Da Vida" de Iron Butterfly y "Satisfaction" de los Rolling Stones, los tiempos maravillosos del Festival Internacional de Teatro que trajo a Neruda, Asturias, Grotowsky, Sábato, entre otros muchos. Pero de esa etapa del colegio, lo más "serio" fue un poemario nerudiano en el que trabajé con más intensidad cuando estaba en sexto de bachillerato, a los 17 años. Hay logros, pero demasiada influencia nerudiana y del latinoamericanismo en boga en esa época, que ensalzaba lo prehispánico, lo popular, las revoluciones, el pueblo. De todos modos esos libros fueron escritos con total entrega e intensidad. Lo repito: no hay nadie más puro que un escritor adolescente.
7. ¿Luego que pasó?
Después viví en Bogotá dos años y estudié en la Universidad Nacional, antes de irme para Francia. En ese ambiente establecí el contacto básico con la literatura nacional. Por ahí en 1973 conocí a compañeros generacionales como Sonia Truque y Juan Carlos Moyano, entre otros, que leíamos nuestros textos en el taller Punto Rojo de Arturo Alape e Isaías Peña Gutiérrez. Había unas fiestas fenomenales en casa de Rosita Jaramillo y Jaime Echeverry, que acababan de llegar de Argentina y aportaban modernidad a la literatura colombiana. Las fiestas inolvidables eran en su apartamento de las Torres de Pekín, donde siempre ha vivido Germán Espinosa.
8- ¿Y cuando te fuiste de Colombia?
Me fui en febrero de 1974. La Universidad Nacional estaba cerrada, el ambiente político era atroz. A Francia llegué con 20 años recién cumplidos y allí realicé mis estudios universitarios, amé, bebí, fui a cine, viajé y leí mucho. Fue una etapa de formación. Mucho más leer que escribir y gozar la literatura francesa, que es inagotable. Días y semanas enteras leyendo y delirando con Stendhal, Balzac, Flaubert, Proust... Madrugábamos a escuchar a Michel Foucault y a Roland Barthes en el Colegio de Francia. Después de Francia me fui a California, a Los Angeles y San Francisco, donde estuve un año y descubri "Lolita" de Nabokov". Un día tomé un avión desde San Francisco y llegué a México con ganas de escribir en la prensa de ese país y publicar mis libros. A la escritura allí de la novela "Tierra de leones", influida por "Lolita", siguieron "Bulevar de los héroes" y "El viaje triunfal", que hacen parte de una trilogía. Pero con el peso de García Márquez y el "boom" encima aplastándolo a uno como montañas de mármol, era muy difícil escribir. El ejemplo y el nivel de "Cien años de soledad" y "Rayuela" eran muy altos para emprender como hormiga la factura de una novela. Además estaban ahí Borges, Rulfo, Cortázar, Onetti, Fuentes, Lezama Lima, Alejo Carpentier, vivitos y coleando....
9. ¿Cómo ha sido la vida de todos los libros?
Yo le debo todo a los amigos mexicanos. Ellos me abrieron desde 1980 las puertas de los periódicos, me publicaron todos los libros, respondieron siempre con muchos textos críticos publicados en las secciones culturales de los diarios y las revistas, e hicieron la fiesta en cada presentación. De hecho hace poco presenté mi último libro "Animal sin tiempo" en México y hubo una fiesta fenomenal en casa de Santiago Espinosa de los Monteros, en la colonia Roma. Yo crecí como escritor entre la gente mexicana de mi generación, que tiene brillantes autores, intelectuales polígrafos sólidos que no van sólo tras el best-seller y el éxito fácil. Ellos han sido mis amigos e interlocutores. Cuando pasan por París siempre los veo y hablamos de ese océano que es la literatura mexicana de la que he aprendido tanto. Creo que a fin de cuentas soy un escritor mexicano. No se como agradecerle a ellos esa atención y esa complicidad literaria. Ahora, también agradezco a Francia por toda una vida aquí. Aquí hice mis estudios universitarios y trabajo. París es una ciudad que amo. Pero en lo que respecta a mis libros, todo se lo debo a México y a los mexicanos.
10. ¿Qué libro te graduó de escritor?
Me "gradué" como escritor en México con las tres novelas de la trilogía compuesta por "Tierra de leones", "Bulevar de los héroes" y "El viaje triunfal". "Bulevar de los héroes" ya salió en Estados Unidos en inglés con prólogo de Gregory Rabassa. "El viaje triunfal" está traducida al inglés y al bengalí, en Calcuta. Luego publiqué una cuarta novela en México, "Tequila coxis", tambien inédita en Colombia, que es un homenaje a la ciudad donde viví tantos años, el Distrito Federal, y a su literatura, a ese mundo del cine de la época de oro, el surrealismo, Tamara de Lempicka, las cantinas, María Felix, Tongolele, Ninón Sevilla, Cantinflas, Agustín Lara y Dámaso Pérez Prado, el famosos "rey del mambo". Cada novela es un reto muy fuerte y por eso creo que uno tiene que "graduarse" siempre con cada libro que escribe. Uno no se gradúa nunca como escritor. Es como el mito de Sísifo.
11. ¿Qué ha significado París para los escritores latinoamericanos?
Es una intensa relación que se remonta a más de dos siglos. Primero los escritores y héroes de las independencias, románticos, que pasaban por aquí y compartían la vida con los franceses. Luego todo el siglo XIX y, a fines de ese siglo, los autores modernistas encabezados por Rubén Darío que adoraban París y la literatura francesa finisecular. En nuestro caso José Asunción Silva se formó en París y tanto su novela "De Sobremesa" como su poesía están influidas por los escritores simbolistas y finiseculares. A todo lo largo del siglo XX esa amistad fue aún más intensa. Toda la generación de los años 20 y 30, con César Vallejo, Miguel Angel Asturias, Alfonso Reyes, Alejo Carpentier y otros muchos estableció puentes que siguen vivos y abrieron las puertas al éxito espectacular del "boom" latinoamericano que con Cortázar, Vargas LLosa y García Márquez vivió intensamente los años 50, la posguerra, el existencialismo y la liberación cultural de los años 60. Ahora somos muchos los latinoamericanos que estamos aquí, pero no se está viviendo el esplendor grupal de las tres generaciones antes mencionadas: la de Rubén Darío, la de Vallejo y Asturias y la de Julio Cortázar. El mundo es ahora mucho más moderno, hay muchos polos mundiales de interés nuevo que están viviendo una fuerte interactividad. París ya no es el mito o el lugar necesario que fue en el siglo XIX y en el XX. Ahora es el web. Estamos unidos por los blogs. De hecho el mío es http://www.egarciaguilar.blogspot.com/
sábado, 5 de julio de 2025
UN POETA ALEMÁN EN COLOMBIA
sábado, 28 de junio de 2025
EL FANTASMA DE SIMÓN BOLÍVAR
Por Eduardo García Aguilar
sábado, 21 de junio de 2025
LAS TARDES DEL TITANIC
Por Eduardo García Aguilar
Con frecuencia en tiempos de canículas veraniegas como ésta he llevado a algunos amigos amantes de la literatura y las artes de paso por la ciudad, a pasar la tarde en la calle del mercado africano en los sectores de la Gota de Oro, Chateau Rouge y Barbès, bullicioso epicentro de la vida subsahariana que facilita al amante de los viajes y los exotismos alejarse de otras realidades multiculturales del norte de la capital.
En la calle y el sector de marras de la Goute D'or, suelo quedarme tardes enteras en El Titanic, un café y bar pequeño y muy popular, y ahí veo pasar a miles y miles de africanos que a lo largo del día cruzan el mercado clandestino de productos de contrabando o compran frutas, legumbres y carnes expuestas como si uno estuviera en alguna metrópoli de Senegal, Nigeria, Benin, Sudáfrica, Zimbabue o Costa de Marfil. Los comerciantes ilegales suelen jugar al gato y al ratón con la policía que pasa con frecuencia para dispersarlos, pero ellos regresan al poco tiempo con su alegre bullicio.
En su mayoría son mujeres africanas de todas las edades ataviadas con prendas supercoloridas, que llevan a sus hijos atados en la espalda. La algarabía es maravillosa y el ambiente cordial y las carnicerías y pescaderías atraen no solo a la gente sino a las voraces gaviotas que desde las costas del mar de la Mancha, en el norte, vienen por aquí para beneficiarse de los restos que les ofrecen los vendedores de productos cárnicos.
Los visitantes de la ciudad que solo están unos días especialmente en verano, suelen deamabular por los sitios más conocidos y turísticos, como las grandes avenidas, museos, catedrales, riberas del Sena, barrios con tiendas concurridas y famosas como Galerias Lafayette, Printemps y La Samaritaine, pero no tienen tiempo para aventurarse a otros sitios de la capital como Barbès, Chateau Rouge, Stalingrad y el canal de l'Ourq, u otros como Belleville y Ménilmontant y la parte trasera de Montmartre, que también gozan de mala fama desde tiempos inmemoriales.
Aunque el viejo y espectacular París inmemorial descrito en infinidad de películas o en conocidos filmes de dibujos animados como el popular Ratatouille, la historia de la rata que además es chef de cocina, o Amélie Poulajn, filmada sobre la mítica colina de Montmartre o la romántica Medianoche en París de Woody Allen, sigue ahí presente impresionando por su belleza, ostentación arquitectonica y opulencia, los sitios más periféricos, sucios a veces y de mala fama tienen su gracia y vale la pena visitarlos.
En tales lugares suelen acampar hacinados decenas y decenas de miles de inmigrantes ilegales del sureste asiático, medio Oriente o Africa que en permanencia llegan a la ciudad tras arriesgar la vida al cruzar el Mediterráneo en botes precarios, aventura en la que miles de personas, niños, mujeres, ancianos y jóvenes mueren cada año.
En esos barrios viven indios, paquistaníes, bangladesíes o srilanqueses, especializados en las difíciles faenas de cocinar en sótanos ardientes para los restaurantes de la ciudad y dedicarse además a la limpieza, tareas en lo que suelen ser muy eficientes, guiados como son por la sabiduría y la resignación milenarias orientales.
Los chinos, que ya hace más de un siglo han conquistado espacios en la ciudad, tienen varias zonas como el Chinatown cerca de la Plaza de Italia y otros barrios céntricos donde, discretos y prudentes, poseen tiendas de distribución comunicadas por túneles subterráneos, además de que poco a poco se han apoderado de los viejos bistrots franceses, ahora manejados muy bien por las nuevas generaciones descendientes de los veteranos y pacientes abuelos chinos de hace tiempos.
Pero nada igual a esta fiesta de los africanos que alegra la vida en invierno y verano. Frente al Titanic hablan, discuten y gritan como en los barrios populares carfibeños, latinoamericanos y del Tercer mundo. Están en el rebusque permanente, venden baratijas, ofrecen los servicios de peluquería y salón de belleza para las señoras africanas y promueven los restaurantes manejados por matronas donde se degusta a bajo precio la culinaria del gran continente, platos enormes y llenos de proteína cubiertos de abundantes salsas de cebolla y maní.
Ahí en El Titanic me siento como en la serie de novelas El cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrel o en la Película Casablanca, gozando de la vida al otro lado del Mediterráneo con los aromas del magreb y el oeste africano, en medio de plátanos, yuca, mangos, sandías y cocos tropicales. Y mis amigos se asombran de que el trópico esté escondido en París a la vuelta de la esquina.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 22 de junio de 2025
sábado, 14 de junio de 2025
CASA QUE RESPIRA, DE SAMUEL JARAMILLO
Por Eduardo García Aguilar