domingo, 1 de noviembre de 2020

EL HALLOWEEN PLANETARIO

 


Por Eduardo García Aguilar

A la población mundial ya no le queda más remedio que celebrar de manera lúdica y feliz esta semana las fiestas de Halloween o de los muertos en sus diversos estilos y versiones culturales, como representaciones metafóricas que conjuran los miedos que acechan a la humanidad entera. Guerras terribles por allá, pandemia por aquí, crímenes y asesinatos acullá, terremotos lejanos, hambre y miseria en la mitad del planeta, contaminación, deudas, déficits, enfermedades, odio político e ideológico, convierten a estos tiempos en un verdadero Halloween planetario.
   
Al concluir la segunda década del siglo XXI ya queda muy claro para todos que el mundo va de mal en peor. En Europa muchos huyen en sus carros hacia la provincia por carreteras atestadas antes de que se impongan nuevos confinamientos en las metrópolis que pueden extenderse por meses y otros aceptan con resignación encerrarse en sus apartamentos frente avenidas y calles vacías, a escuchar los noticieros de televisión con su rosario de payasadas y desgracias.  

Pero para consuelo de todos los contemporáneos, hay que reconocer que desde que apareció en este planeta la humanidad ha estado siempre en crisis y tal vez en otros tiempos las atrocidades cometidas por el Homo Sapiens fueron aun peores que las de la actualidad, solo que en aquellos tiempos no existía prensa, televisión, redes sociales y teléfonos celulares que difunden al instante los sucesos, desencadenando reacciones rápidas de histeria planetaria.

Nadie se enteró en su tiempo y al instante de los crímenes de Vlad el empalador o la Condesa Bathor, ni supo de las masacres ocurridas en las guerras practicadas por todas las civilizaciones que, a nombre ídolos, reyes, emperadores, sultanes, príncipes, banderas, han sembrado la muerte en Medio Oriente, Asia, África, América y llenado la tierra de fosas comunes que mucho tiempo después descubren arqueólogos y comentan historiadores. Esos hechos tardaron siglos en difundirse como mitos o libros clásicos como la Ilíada de Homero o la Guerra y la paz de Tolstoi.

En su afán por controlar territorios y riquezas y despojar a los otros, los ejércitos de los sátrapas han desplazado en todas partes a sangre y fuego a la población inerme para imponer la ley de sus amos y ampliar su dominio. Así los líderes terrenales usaron al Islam y a otras religiones para extenderse rápidamente por el mundo a nombre de guerras santas, reemplazadas luego por ideologías, brujos y caudillos que prometen siempre la felicidad futura de la humanidad.   

En el siglo XX hubo la esperanza de que el fanatismo ideológico y religioso disminuiría, pero el siglo XXI ha probado lo contrario. Desde las guerras de Irak y Afganistán y la caída de las Torres gemelas de Nueva York, el globo visto desde lejos se ve salpicado de incendios y conflagraciones. Por donde se mire hay países devastados por las guerras o agitados por los culebreros de la política y las sectas.

Ni siquiera las capitales occidentales se salvan de ese escozor permanente. Aquí en la patria de los derechos humanos y de la estable democracia, un joven yihadista checheno manipulado por las redes y utilizado por iluminados de su confesión degolló a un amable maestro por hablar en clase de educación cívica sobre la libertad de expresión y mostrar las caricaturas de Mahoma publicadas por la revista satírica Charlie Hebdo. 

Durante el homenaje al joven maestro asesinado, celebrado en la sede de la milenaria Universidad de la Sorbona, el presidente de Francia defendió la libertad de expresión, la laicidad y el trabajo de los caricaturistas y de inmediato irresponsables líderes incendiaron el mundo musulmán acusándolo de todos los males e incitando a la venganza contra Francia. Desde entonces la pulsión de matar a cuchillo en las iglesias y calles de Occidente extendió como pólvora.

Esta semana en Niza un muchacho magrebí degolló a una anciana, mató a una adorable brasileña ex danzarina de samba y a un sacristán benévolo que rezaban en una iglesia. No es la primera vez que ocurre este tipo de crímenes yihadistas, pero la conmoción fue mayor. En el metro, en cualquier esquina, en un parque, puede uno ser degollado ahora de repente por un desconocido.

La historia viene ya de largo con las condenas de muerte declaradas hace décadas por los ayatolás contra el escritor Salman Rushdie y caricaturistas de varios países europeos y los sucesivos atentados sangrientos en París ocurridos desde 2015 y que ya son incontables, con saldo de centenares de muertos.

¿Además de la pandemia nos acercamos a una nueva guerra santa como las de la Edad Media? Por favor, que los líderes religiosos, económicos, militares y políticos del mundo se reúnan con urgencia en una cumbre y traten de conjurar esta deriva terrible del Halloween planetario provocada por ellos, bajando el tono a sus diatribas delirantes antes de que sea tarde.
 
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La Patria. Manizales. Colombia. 1 de noviembre de 2020.