sábado, 19 de diciembre de 2020

BELLEVILLE, LA VIDA Y EDITH PIAF


Por Eduardo García Aguilar


Siempre sueño con la calle de Belleville cuando me alejo de esta ciudad donde he vivido el mayor tiempo de mi vida. Es un sueño recurrente en el que regreso y encuentro el viejo apartamento donde viví cuando estudiante y en las aceras donde venden objetos usados hallo las cosas que alguna vez fueron mías, como una vieja cafetera italiana florida, cuadros, libros, cartas, cuadernos, fotografías y las prendas que usaba en aquellos tiempos felices.

Tal vez porque es una calle empinada que sube y baja como las de mi ciudad natal Manizales, siempre me ha gustado deambular por allí para fortalecer mis pantorrillas y de paso celebrar la alegría que se se siente en cada una de sus esquinas y rincones, donde desembocan otras calles y callejuelas tan exóticas y populares como la arteria principal que da nombre al barrio de Belleville. En el número 72 de esta calle nació en la miseria el 19 de diciembre de 1915 la grandiosa Edith Piaf.

Tres cuadras más arriba, cuando íbamos rumbo al Bistrot literario Les Cascades, le dije una vez a mi coterránea Beatriz Gómez que la iglesia junto al metro Jourdain me evocaba la de los Los Agustinos de mi ciudad natal, y que bajando y subiendo por callejones y escalinatas, entre árboles iluminados, queserías, panaderías, vinaterías, librerías, carnicerías, creperías y bares llenos de vida, vuelvo a sentirme como el niño que alguna vez fui y suelo ser.

Belleville es la parte más alta de la ciudad y arriba, en la cumbre de la Place de Fêtes, Telegraph, o la Porte de Lilas, suele cruzar un viento frío que a veces se desprende por las callejuelas como el soplo de un dragón desconocido. La cumbre rivaliza con las de Montmartre, Santa Genoveva y la Place D'Italie, colinas más bajas que se dominan desde estas alturas que en otros siglos albergaron a un pueblecito de la periferia de París.

En una de las novelas de Balzac, el joven héroe provinciano Rastignac observa desde el famoso cementerio Père Lachaise la ciudad cruzada por el Sena y la reta gritándole desde las alturas "a nosotros dos ahora" deseando vencerla y conquistarla a toda costa, como ocurrió en la ficción. El cementerio es uno de los más famosos del mundo y en él reposan Jim Morrison y Balzac, Chopin y Oscar Wilde, Rufino J. Cuervo y Miguel Angel Asturias, Proust y Colette, entre otras mil celebridades que suelen visitar los turistas. Allí en sus intrincadas calzadas el filósofo Hernando Salazar Patiño, quien vino en 2019 antes de la pandemia, perdió una bufanda de seda florentina que tal vez recuperó esa misma noche el fantasma de Oscar Wilde.

La de Belleville es una calle llena de vida. El miércoles, cuando al fin nos desconfinaron, lo primero que hice fue recorrerla como en los sueños, aunque todos los bares y restaurantes están cerrados hasta nueva orden. Las tristes cortinas metálicas pintadas de grafittis es lo que resta de El Zorba, visitado en los buenos tiempos por noctámbulos excéntricos hasta altas horas de la madrugada. Inspirado en el personaje de la novela de Nikos Kazantzakis, El Zorba acoge acoge artistas, poetas, músicos y pensadores perdidos que alzan la copa a la hora de cerrar mientras suena la campana del fin y se agota la última melodía de The Doors, Riders on the stone, con la voz de Jim Morrison, quien duerme para siempre no lejos de ahí.

Están cerrados también a medida que subo por la calle el Folies, el Cabaret Populaire, el Relais de Belleville, el Bariolé, Le Metro y tantos otros bares donde hasta 2019 departían hasta el delirio centenares de jóvenes ataviados de todas las formas posibles, según la estación del momento, entre los que se cuelan mujeres y hombres mayores, canosos muchos de ellos, que se resisten a dejar atrás la adolescencia y cuentan con la copa en alto que han vivido en Belleville la mayor parte de sus vidas.


En la esquina del Cabaret Populaire, asociaciones de benévolos del barrio instalaron un intrincado laberinto de casetas ecológicas de madera adornadas de flores, donde puede llegar cualquiera a tomar gratis una sopa caliente o comer alguna delicia preparada por manos amorosas. Tanta gente se ha quedado sin empleo y sufre de soledad en estos días terribles, que proliferan sitios como estos donde hay buena música de rock y comida gratis. Me emociono. Así ha sido siempre la calle de Belleville: popular, humana, cosmopolita y solidaria.

Todos sabemos que aquí al lado vino al mundo la inovidable Edith Piaf, quien de niña cantaba en estas calles junto a un padre alcohólico y viudo que tocaba el acordeón. La grandiosa Piaf protegía a los amantes de Belleville antes de la pandemia y está lista a protegerlos con sus bondades cuando termine la pesadilla y la vida retome la normalidad. Llego a la puerta y me inclino ante la placa que dice: "En las escaleras de esta casa nació el 19 de diciembre de 1915 en la mayor pobreza Edith Piaf, cuya voz, más tarde, conmovería al mundo entero".
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 20 de diciembre de 2020.

lunes, 14 de diciembre de 2020

EL ACUERDO DE PARÍS SOBRE EL CLIMA


Por Eduardo García Aguilar


Hace cinco años 195 países participantes lograron llegar a los Acuerdos de París y ahora, como soñar no cuesta nada, se reúnen en medio de la pandemia y en plena virtualidad planetaria buscando ratificar los objetivos planteados para reducir el calentamiento de la tierra, expresado en huracanes y ciclones devastadores, incendios forestales, inundaciones sucesivas, desaparición de las cumbres nevadas y humedales y la reducción dramática de los casquetes polares ártico y antártico.

Después del avance de aquella reunión, muchas esperanzas se vinieron al suelo, pues lo primero que hizo Donald Trump al llegar al poder en Estados Unidos, fue salirse del acuerdo y sabotearlo a lo largo de su mandato, que culmina en enero, pues según él no existe tal cambio climático y el mundo puede seguir destruyendo bosques y contaminando el planeta.

Y como no hay mal que por bien no venga, la llegada de la pandemia que sacudió al mundo en este largo año excepcional de 2020, mostró con total claridad que el planeta necesita reducir la velocidad y la naturaleza de sus objetivos productivos y tecnológicos. Trump y su comparsas en el mundo fueron desmentidos por la realidad de la peste, que reveló al orbe la necesidad de que los humanos cesen su delirio depredador.

De repente todos vimos como nuestros cielos se quedaron libres del desenfrenado tráfico de la aviación mundial y del turismo enloquecido que histerizaba a los habitantes del planeta, ávidos de viajar y gastar sin sentido. También vimos como lucían las grandes y las pequeñas ciudades en los momentos más drásticos del confinamiento aplicado en todas partes ante la devastación mortífera provocada por la peste del siglo XXI.

Calles vacías de vehículos y contaminación, baja en el índice de accidentes, recuperación de espacios por parte de los animales que antes huían de la locura humana, fueron algunos de los efectos benéficos de la crisis. Muchos vieron los cielos libres de esas líneas contaminadoras expulsadas por los enormes aviones y también los mares descansaron al observar a los paquebotes del turismo de masa que invadían sitios de sueño, playas, bellas ciudades como Venecia, a los cargos petroleros y químicos y a las minas contaminadoras, paralizados todos por el cese súbito de las actividades económicas.

Por el avance terrorífico de la peste en Brasil, cuyo gobierno hacía coro con el de Trump negando el virus y el cambio climático mientras se incendiaban las selvas amazónicas, las actividades depredadoras contra la naturaleza impulsadas por los ávidos de la ganancia tuvieron cierto reposo obligado, dejando en paz a los habitantes originarios y a los animales que morían bajo el fuego provocado por quienes arrasan los bosques, afectando al pulmón amazónico del planeta.

Los activistas y los países y líderes mundiales comprometidos con el Acuerdo de París se preparan ahora para la nueva reunión COP 26, que se llevará a cabo el año entrante en Glasgow, en Escocia. Los expertos y los científicos siguen publicando informes donde explican en detalle que los objetivos deben cumplirse para que el planeta se salve de la autodestrucción, que lo convirtiría en un globo desierto, una inmensa roca fría cubierta de óxido como en los libros o las películas de ciencia ficción.

Las nuevas generaciones trabajan par proponer alternativas: reducir el uso de energías fósiles, el uso de los vehículos o al menos convertirlos en aparatos ecológicos no contaminadores, cambiar los hábitos y proponer el reciclaje de electrodomésticos, ropas y muchos elementos de la vida cotidiana, reducir el turismo masivo que invade y destruye, avanzar hacia la construcción de edificios y habitaciones ecológicas, proteger el agua, cuidar la naturaleza, promocionar el trueque, dejar de vivir arrodillados ante el dios automóvil.

Muchos adolescentes y jóvenes de este siglo XXI han tomado conciencia de esas necesidades y se mueven en la India, Suecia, Estados Unidos, América Latina, África, Asia, para hacer posible esos cambios, pero las fuerzas retardatarias hacen todo para impedir el cambio, lo que se traduce en el asesinato en muchas partes mundo de  activistas ecológicos que luchan contra la construcción de aeropuertos absurdos en lugares paradisíacos, represas megalómanas, avenidas locas que matan ciudades y se oponen a la minería de las grandes multinacionales, que tras extraer las riquezas solo dejan miseria y desiertos.

Esos jóvenes que ahora alzan la voz muestran el rumbo que los viejos sátrapas vampiros del poder y el dinero como Donald Trump y sus admiradores quieren frustrar en un baño de sangre y destrucción. No todo el mundo está loco. La humanidad puede cambiar de rumbo y aun está a tiempo. El éxito no está en enriquecerse, robar, matar, arribar, gritar, odiar, hacer la guerra, sino en luchar por un mundo más justo y más leal con la naturaleza. La poesía está a la vuelta de la esquina. El sueño se puede tocar con nuestros corazones. Solo basta mirar las flores, los ríos, el mar, los volcanes y escuchar el canto de los pájaros.   
 
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Publicado el domingo 13 de diciembre de 2020 en La Patria. Manizales. Colombia. (Incluye pequeños ajustes en los párrafos 1 y 7).  
                    

sábado, 5 de diciembre de 2020

EL VIAJE FINAL DE GISCARD D'ESTAING

Por Eduardo García Aguilar

Este miércoles murió a los 94 años de edad y a causa del coronavirus el ex presidente francés Valéry Giscard d'Estaing (1926-2020), brillante economista que durante su gobierno de siete años entre 1974 y 1981 modernizó en muchos aspectos al país y se ajustó a una feliz ola de renovación cultural iniciada un lustro antes con el movimiento de mayo de 1968.

Al morir Giscard d'Estaing, un año después de Jacques Chirac (1932-2019), desparece para siempre una generación de grandes presidentes ilustrados, amantes todos del arte y la literatura, elocuentes y con sentido de la historia y el Estado, individuos de diálogo y elegancia en el debate civilizado. Aunque solo duró un periodo en el poder, su larga jubilación de medio siglo lo vio tener protagonismo en la construcción de la Europa comunitaria y hasta hace poco era un placer verlo exponer en entrevistas sus lúcidas reflexiones geopolíticas sobre este complejo siglo XXI.

Quiso el destino que cuando llegué muy joven a Francia a estudiar, acababa de morir en plena primavera de 1974 el presidente Georges Pompidou y el país se encontraba en un ambiente eléctrico de funerales internacionales, con la presencia de líderes mundiales, entre ellos Richard Nixon, y abocado a unas súbitas y cruciales elecciones presidenciales anticipadas. Como todos los de mi generación, los asuntos sociopolíticos del mundo nos apasionaban desde el bachillerato y no había mejor momento para llegar a Francia que en medio de un acontecimiento histórico del cual se podía aprender día a día leyendo la magnífica prensa, pletórica de excelentes revistas y diarios y cuando la juventud irrumpía desmoronando las viejas tradiciones y se rebelaba contra el legado del general Charles de Gaulle (1890-1970).

Medios como Le Monde, Le Figaro, Le Nouvel Observateur, L'Express, los debates televisivos con su amplio y riguroso despliegue, se volvieron profesores de este súbito cambio cuando aun estaban vivos Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir y André Malraux, entre otras muchas eminentes figuras. La política se anclaba en una larga tradición, llena de personajes de leyenda, cuyas ideas y palabras seguían presentes y vivas y se utilizaban en debates y forcejeos electorales.  

Georges Pompidou, quien había sido Primer ministro del general que liberó a Francia de los nazis y creó la Quinta República, ya había sentado las bases para la modernización continuada después por Giscard. Como casi todos los líderes de su tiempo, el fallecido mandatario que en abril de 1974 ingresaba a la catedral de Notre Dame en su catafalco, en medio de honores y ceremonias civiles y militares, tenía una gran cultura y amaba las artes, hasta el punto de que su celebrada antología de la poesía francesa es una de las más conocidas y leídas en el país y aun sigue vigente.

A él se debe la creación de el Centro Pompidou, un espectacular museo futurista de arte contemporáneo, inaugurado con carácter póstumo en 1977 y que es visitado cada año por millones de entusiastas amantes del arte de los siglos XX y XXI. El país había vivido en los últimos meses las visibles huellas de la enfermedad del mandatario, cuyo rostro se veía hinchado por los efectos de la cortisona y a quien se le reconocía por su lucidez y los esfuerzos por hacer avanzar al país en medio de una ola de espectacular progreso económico y renovación de la sociedad y las costumbres añejas.

Planeaba sin embargo sobre todos la sombra del general De Gaulle, cuyas memorias también son un clásico de la líteratura y quien se había convertido en un anciano padre de la patria, monarca autoritario de dos metros de estaura que vivía de la gloria de su protagonismo histórico en la Liberación de junio 1944 y quien al final fue derrotado por la revolución juvenil, que lo obligó a renunciar y a retirarse de la vida politica en su refugio de Colombey-les-deux-eglises.

Vivir las elecciones en directo era asistir a una gran cátedra de ciencia política. En unas cuantas semanas los observadores experimentaron el desplome y la derrota en primera vuelta de quien se suponía sería el sucesor natural de Pompidou, el carismático Jacques Chaban-Delmas y la irrupción como candidato de Giscard, joven ex ministro de Economia de solo 48 años, un liberal que peleó en segunda vuelta con el gran socialista François Mitterrand (1916-1996), derrotado de nuevo por estrechísimo margen, pero quien llegaría finalmente al poder siete años después para convertirse en otra referencia histórica.
 
Sus opositores le reconocen a Giscard el impulso modernizador, aunque muchos de burlaban de su acento aristocrático, su altiva elegancia, sus veleidades literarias y eróticas en la senectud, pues sugería en una malísima novela que había enamorado a la bella princesa Lady Di.  En 2003 ingresó a la Academia Francesa, uno de sus sueños.

Algunos analistas, incluso de izquierda, recordaron con nostalgia estos días su paso por el poder, ya que desde la moderación que era la suya se abrió a los cambios y no retrocedió al promover a través de su ministra Simone Veil cambios fundamentales para la condición de la mujer, entre otras medidas de progreso.     

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 6 de diciembre de 2020.