El nadaísta Jaime Jaramillo Escobar (1932-2021),
conocido en sus inicios como X-504, estaba ahí entre nosotros pero
pocos, solo los más entendidos, se daban cuenta porque en Colombia se
cree en estos tiempos de narcos y arribistas que la gran literatura
del país es la que más vende y produce best sellers o algarabía de
lagartos y aspavientos comerciales de egos hinchados de machos alfa. Él,
fiel a los pueblos donde nació y creció como hijo de maestro de escuela, y a
su pasión por la naturaleza y la vida, no estaba buscando homenajes ni
invitaciones ni reconocimientos porque su obra estaba ahí, viva,
luminosa y palpitante.
El gran poeta Alvaro Mutis era uno de sus
principales admiradores y recomendaba siempre libros suyos como Los
poemas de la ofensa (1968) y Sombrero de ahogado (1991), porque la
poesía suya era libre y un gran océano de palabras ciertas.
Mutis había recibido antes de que se volviera famoso en México y en el
mundo el premio Cassius Clay que otorgaban los nadaístas, porque ellos a
su vez detectaron en la poesía del creador de Maqroll el Gaviero a otro
de los suyos, en cuya obra circulaba la vida y el oxígeno del universo
en conexión con el deseo, la podredumbre y la muerte.
Por eso Mutis no perdía oportunidad de recomendarnos
en los años 80 a los poetas jóvenes que agotábamos las calles de la
Ciudad de México la poesía de este libertario que como él había sido
publicista, vendedor viajero, empleado puntual y amante de la tierra
caliente, los ríos, la vegetación y el ambiente de los pueblos y las
carreteras del país donde se encuentran nómadas, marginados, locos,
expresidiarios, maleantes o iluminados de ambos sexos.
Ya en los 70, los adolescentes de los colegios
conocimos su poesía o queríamos escribir como él. Como un Matuselén este
gran líder de los nadaístas al lado de Gonzalo Arango y Jotamario,
entre otros, que nunca renegó del nadaísmo, nos soprprendía cada año con nuevos libros o declaraciones
irreverentes que diferían del mundo pomposo y melifluo donde siempre ha
preferido estar presa la literatura oficial. Su obra estaba
caracterizada por poemas río que fluían caudalosamente por los paisajes
de la cordillera, las habitaciones de modestos hoteles o las calles
locas de las urbes o los pueblos.
A diferencia de una tradición muy apegada a los
cánones decimonónicos y al buen decir del maloliente casticismo de las
Academias, o sea el escribir bonito y respetar de manera juiciosa y
servil reglas y modelos, la obra de Jaramillo Escobar era rebelde y se
salía del cauce para conectarse con las mejores poéticas
latinoamericanas libres, que por lo regular se han ejercido en Brasil,
Chile, Perú y Centroamerica, abriéndole ventanas al poema para liberarlo
de los cinturones de castidad, los corsés, las cadenas de espinas de la
tradición.
Cada poema de Jaramillo Escobar nos invitaba a
seguir con él por el camino practicado por los viajeros que de pueblo en
pueblo son vigías errantes que todo lo ven y lo captan, el llanto y la
alegría, el deseo y la podredumbre, la voz de los de abajo y los
sacolevas infectos de los de arriba, las catástrofes y los carnavales.
Al leerlo nos invitaba a convertirnos en ermitaños risueños como
Diógenes.
Gonzalo Arango dijo: “de X-504 se dice que es el mejor poeta de nuestra tradición nadaísta (con
perdón de los otros mejores). Es silencioso como un secreto; misterioso
como una cita de amor; solitario y profundo como un río profundo. Su
seudónimo de placa de carro se debe a su deprecio por la popularidad, y
también para que su patrón no lo echara del puesto al enterarse de que
era poeta, y además nadaísta”. (*)
Así era el poeta, lejos de la codicia de la fama y
de la gloria, lejos de las intrigas literarias, la competencia, gestor
durante tres décadas de un taller poético de la Biblioteca Piloto de
Medellín, un "raro" que era una de las voces vivas más grandes de la
literatura colombiana, al lado de tantos autores de su generación y de
otras posteriores que nadie ve porque están ahí firmes viviendo la
literatura sin aspavientos ni amarguras, con una sonrisa generosa al
aire frente al paisaje y el misterio y la maravilla de vivir. Por eso
decía que "la errancia es la única forma de despistar al tiempo.
Meter al tiempo en el laberinto de nuestra errancia".
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 12 de septiembre de 2021. Y en La Otra revista. México. 1 de octubre de 2021.
* El poeta X-504 nunca renegó del nadaísmo y la frase definitoria es del profeta Gonzalo Arango (Jotamario dixit).
- Foto tomada de El Espectador.