Por Eduardo García Aguilar
La 26 Feria Internacional del libro de Bogotá (Filbo), que se llevó a cabo del 18 de abril al 1 de mayo, se posicionó en definitiva como una de las dos más importantes fiestas libreras del mundo hispanoamericano, debido a la nutrida asistencia del público local e internacional, que superó las marcas de las anteriores, con más de 400.000 personas y la presencia de importantes figuras, entre las que se destacaron el Premio Nobel francés JMG Le Clézio, Cees Noteboon y el periodista alemán Gunter Walrraf.
Le Clézio, quien en el fondo de sus múltiples corazones es también un gran mexicano, regresó a Colombia después de cuatro décadas, pues vivió allí dos años inmerso en el mundo de los indígenas de las selvas del Darién, en la frontera con Panamá, siguiendo la tradición etnográfica y expedicionaria de los viajeros sucesores del gran Bougainville, entre los que se encuentra Claude Lévi Strauss, el autor de Tristes trópicos.
Durante su visita a Bogotá Le Clézio celebró una charla pública con el novelista Óscar Collazos, quien al lado de Fernando Cruz Kronfly es una de las dos figuras literarias colombianas mayores que se perfilan como merecedores del Premio Cervantes. Le Clézio visitó también los mercados populares para palpar la realidad vegetal del país y tuvo encuentros con miembros de las etnias con las que vivió hace tiempos, aunque no logró encontrar a sus guías y amigos de entonces en un recorrido selvático por las tierras del Chocó, quienes a su parecer marcaron su vida para siempre y dieron norte a una obra literaria marcada por fuerzas humanistas y centrífugas.
Era la primera vez que un Premio Nobel de Literatura asistía a la Feria y su presencia generosa y auténtica de ex hippie marcó la pauta de las actividades que llenaron las salas y los auditorios en permanencia y difundió entusiasmo en las avenidas repletas de gente que pasaban de un lado para otro para escuchar la palabra de los invitados locales e internacionales.
Porque la Feria del libro en Bogotá demostró en esta ocasión ser multifacética, abierta a todas las tendencias, incluso las incómodas, haciendo del acontecimiento una torre de babel situada lejos de las apariencias y las ceremonias tan usuales en este tipo de celebraciones colonizadas por la odiosa pomposidad. Con Le Clézio a la cabeza, por el contrario, se animaba a desacralizar a la literatura de librea y corbatín, cercana a los lobbys de poder, para abrir las compuertas a las nuevas expresiones, las nuevas editoriales y la nueva crítica.
El periodista camaleón alemán Gunter Wallraff, autor de Cabeza de turco, fue con Le Clézio la otra gran figura de la feria, no por casualidad otro autor irreverente que busca siempre estar lejos de las apariencias y las vanidades del orbe de las letras, quien encabezó el Encuentro internacional de periodismo organizado con la Universidad Externado de Colombia, y que convocó a un público multitudinario ante el que relató todas las peripecias de sus investigaciones para denunciar la injusticia y la explotación de los trabajadores.
Su presencia rebelde coincidió con la efervescencia que se vive en Colombia por las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) después de 50 años de conflicto, que parecen ir por buen camino y traen a la memoria el recuerdo de los periodistas e intelectuales asesinados en Colombia por las fuerzas oscuras del paramilitarismo. Con Wallraff estuvieron presentes varios de los principales periodistas investigativos colombianos, muchos de los cuales han sido perseguidos u hostigados y que relataron sus experiencias para llegar a la verdad en un país encendido por los odios de una guerra ancestral. El tema de la violentología y los debates en torno a novelas y ensayos sobre el conflicto colombiano, abordado por los autores locales desde todas sus aristas, fueron otras actividades, lo que muestra que está generando toda una literatura que explora la herida para tratar de sanarla.
Además, la feria, dedicada a Portugal, estuvo animada por una importante de delegación lusitana que asistió para presentar las nuevas traducciones al español de muchos autores de ese país, publicadas por nuevas editoriales locales como El Peregerino Ediciones, que están convirtiendo a Bogotá en un centro editorial dinámico de América Latina. Por las callejuelas de la feria se sentía la presencia de Camoes, Garrett, Queiroz y de Fernando Pessoa, pues como dijo Francisco José Viegas, autor de La polvareda que cae sobre la tierra, en cada portugués hay un heterónimo del autor de la Oda marítima. Nuno Júdice, el gran poeta portugués, estuvo presente para dar el gran regalo de traducir cien años de poesía colombiana al portugués, en Un país que sonha, bello volumen publicado por Assirio y Alvim, muestra del caluroso abrazo colombo-lusitano. Siete editoriales colombianas nuevas acudieron a la cita y publicaron 30 libros portugueses para la ocasión.
Muchos de los autores de diversas nacionalidades, como los centroamericanos Horacio Castellanos Moya y Rodrigo Rey Rosa, se sorprendieron por los movimientos telúricos que se están percibiendo en la cultura en una ciudad que encabeza a un país emergente, en pleno crecimiento económico, que después de décadas de crisis y conflictos y derivas políticas está dando el salto a una contemporaneidad ardiente, con rupturas y fuerzas inéditas.
Sebastiá Jovani, autor de Emet o la rebelión, de la editorial Duomo de Barcelona, destacó en medio de una fiesta en el café Pastis, convocada por la revista Arcadia, el sentimiento de lava ardiente y de efervescencia cultural que se percibe en las arterias de la urbe bogotana, situada a 2.700 metros de altura en la cordillera de los Andes, y que parece estar a punto de despegar hacia un viaje interplanetario cuyo destino se desconoce.