Por Eduardo García Aguilar
Como casi todos los escritores latinoamericanos y europeos, Barba Jacob se ganó la vida como periodista y el periodismo lo devoró, como lo muestra mi recopilación de sus Escritos mexicanos, publicados en 2009 por el Fondo de Cultura Económica.
Su diarismo es el de un poeta modernista que escribía en un contexto donde la prosa era llena de adjetivos y adornos y se ponía al servicio de dictadores o grupos de poder. Sin embargo, entre muchas de sus páginas, algunas logran una gran factura, como en los textos del periódico Churubusco, donde hay piezas de antología escritas cuando tenía 29 años de edad.
En ese entonces reinaba en América Latina otro colombiano, José María Vargas Vila, quien inundaba todo el continente con sus libros anticlericales y radicales llenos de diatribas y era el best seller, el García Márquez de la época. Pero Vargas Vila era un incorruptible y a diferencia de Barba Jacob fue más fiel y coherente con un ideario rebelde, cascarrabias, sulfuroso, antipapista, por lo que tuvo gran aceptación en la época entre los radicales y se hizo rico y famoso. Era un maestro en el arte de rabiar. Hoy nadie lee a Vargas Vila, pese a que publicó un centenar de libros en las mejores editoriales.
Como periodista, Barba Jacob es un hombre acorde con su época, donde el periodista es servil, debe ceñirse a las órdenes del grupo de poder que lo emplea y golpea a quien le ordenan golpear. Esa tradición mexicana reinante en aquella época por desgracia ha seguido vigente a lo largo del siglo XX durante los largos años del PRI y creo que sige vigente ahora en el siglo XXI, salvo muy pocas excepciones.
Dejó Colombia muy joven y al llegar a México se destacó por su excelente prosa y su enorme capacidad de trabajo en las redacciones. Era admirador de Porfirio Díaz y mucho tiempo después, en los Perifonemas, de Ultimas Noticias, seguía abogando por la reivindicaciñon de la figura del patriarca oaxaqueño. Sus posiciones le valieron ser expulsado varias veces del país por inmiscuirse en política interior. Al final regresa derrotado, enfermo y amansado y sobrevive haciendo los Perifonemas de Ultimas Noticias y artículos para revistas como Así. Ya estaba aniquilado por la tuberculosis y la sífilis. En lo que respecta a Colombia fue más o menos fiel a las ideas del Partido Liberal laico y adverso al Partido Conservador clerical.
En el campo internacional, como muchos intelectuales del continente, por ejemplo José Vasconcelos o Leopoldo Lugones, admiró a Mussolini y se sintió seducido por Hitler y el ímpetu del Führer en la década de los 30. Pero no le tocó vivir el desenlace de la II Guerra Mundial. Es un hombre de su época. La historia estaba en curso y es difícil leer mientras ocurren los acontecimientos.
No fue adelantado para su época, pues en esa primera mitad del siglo ya se habían dado rupturas muy importantes en materia poética, novelística y ensayística en todo el continente. Tiene razón Octavio Paz al decir que Barba Jacob era un "modernista rezagado" y aún más Luis Cardoza y Aragón al definirlo como un "burócrata de funeraria".
En Colombia Barba Jacob es una figura aplastada por su leyenda. Es un personaje de opereta, borrachín, homosexual, marihuanero, fracasado, errante y con él los colombianos se identificaron a lo largo del siglo XX, pero sin conocerlo verdaderamente. En él ven el reflejo de su fracaso en el espejo.
Su poesía heliotrópica, alambicada, se acomoda mucho al gusto colombiano por "escribir bonito", un problema del que casi ningún escritor de ese país escapa, salvo excepciones y que sigue vigente. Y además los colombianos se alimentan y se identifican con sus anécdotas reales o inventadas, de los chismes y picardías supuestas de su vida, como prestar dinero y no pagar, ser un gran mentiroso y embaucador en pequeña escala y tener muchas ocurrencias.
La mayoría de los artículos o semblanzas colombianas son recopilaciones de anédotas, pero pocos han tratado de ubicarlo en su contexto literario e histórico, establecer relaciones con otras corrientes poéticas contemporáneas más avanzadas o puentes entre sus ideas y las de otros que también se fascinaron con el conservatismo porfiriano y el culto al poder fascista y falangista.
Era difícil para esos hombres vivir entre las dos guerras, cuando no se sabía que rumbo iba a tomar el mundo. Unos a la derecha, fascinados por Mussolini, Hitler y Franco y otros a la izquierda con Stalin o Trotsky. Son tiempos de creencias absolutas y de pulsiones tanáticas. En ese mundo naufragó el pobre poeta Barba Jacob, un provinciano errante, una especie de judío errante que se buscaba y nunca se halló como casi toda su generación. Y sobrevivió en medio de tanta violencia.