sábado, 11 de marzo de 2023

LOS PACTOS AUTOBIOGRÁFICOS

Por Eduardo García Aguilar

La novela autobiográfica El cuerpo en que nací de la mexicana Gudalupe Nettel ya va por su decimosexta edición después de que Anagrama la publicó en 2011 y se enmarca dentro de la corriente dominante de la narrativa del siglo XXI en los países occidentales y sus principales lenguas. Me encanta porque conozco los escenarios de la novela, Coyoacán, Villa Olímpica, Polanco, Aix en Provence y los ámbitos en los que vivieron los padres de la narradora, contemporáneos de los héroes de Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. No en vano ha vivido uno tres lustros en la capital mexicana, epicentro fascinante y terrible de muchas cosas.

En Francia la mayoría de las novedades más vendidas y con reconocimiento crítico son relatos de la vida de hombres y mujeres marcados por traumas o complejos, como es el caso de Annie Ernaux, Michel Houellebecq, Christine Angot y Emmanuel Carrère, el hijo de la presidenta de la Academia Francesa, así como de muchas figuras mediáticas que cuentan los secretos inconfesables de sus familias o entornos.

En algunos casos se trata de personas pertenecientes a las altas élites políticas y culturales parisinas que denuncian abusos sufridos en la infancia o la adolescencia, como ocurrió con El consentimiento de Vanessa Springora (Grasset, 2020) o La familia grande de Camille Kouchner (Seuil, 2021), quien es hija del famoso french doctor y ex ministro de Relaciones exteriores Bernard Kouchner, excelso representante de la llamada "gauche caviar".

En el primero la autora, gran editora parisina, cuenta como fue seducida a los 14 años por el escritor Gabriel Matzneff, adicto a las relaciones con menores de edad, de lo que se ufanaba en sus libros autobiográficos y en el segundo la prestigiosa abogada Kouchner relata que su padrastro Olivier Duhamel, gurú de la escuela de Ciencias políticas y personaje influyente, abusó de su hermano en la adolescencia con la complicidad de su madre Evelyne Pisier, quien a su vez, cuando joven, fue amante de Fidel Castro. En ambos casos las publicaciones significaron la muerte social y el ostracismo de los acusados.
 
Otros autores autobiográficos como Ernaux, Houellebecq o Angot, vienen de clases bajas. Ernaux relata las miserias de su origen humilde y campesino, Houellebecq los maltratos y la ausencia de su madre irresponsable, egoísta y hippie y Angot, que saltó a la fama con El Incesto, los abusos de su padre. Todos estos libros han sido espectaculares éxitos de ventas mayores y recibieron el aplauso de la crítica. Eso sin contar La Vida sexual de Catherine M., de Catherine Millet, precursora total de la tendencia.

En los países latinoamericanos también ha venido imponiéndose esta tendencia y los libros más aceptados en cada país son por lo regular este tipo de obras con las que se identifican muchos de los lectores, porque en ellos encuentran coincidencias en el difícil oficio de nacer y crecer y vivir en el mundo hostil.

En este texto de Guadalupe Nettel (1973), la voz de una mujer de la capital mexicana habla a su sicoanalista la doctora Sazlavski sobre el transcurso de su existencia, marcada por el hecho haber nacido con una nube blanca en uno de sus ojos y la tendencia al estrabismo, lo que dificulta su vida escolar y la obliga además a construirse enfrentada no solo a ese defecto de origen sino a la madre, la abuela, los dramas familiares que siempre acechan en todas las familias del mundo.

Sus jóvenes progenitores se han divorciado, pero además el padre, psicoanalista, desparece misteriosamente por unos años y solo hasta el final sabremos lo que le ocurió. La madre, es la encargada de criarlos a ella y a su hermano en un apartamento de la Villa Olímpica, al sur de la ciudad, donde la niña solitaria descubre poco a poco el mundo, el deseo, la amistad, en medio de una acuciante soledad en el marco de la clase media y con la presencia en esos ámbitos de exiliados sudamericanos que tienen hijos igualmente afectados por tragedias, exilios, ausencias, como es el caso de la vecina Ximena, que vive en otro apartamento de la unidad habitacional y ella adopta a distancia como amiga imaginaria en una de las escenas más notables del libro.

Cuenta luego la vida en Aix en Provence, en Francia, donde su madre hace un doctorado y las nuevas experiencias vividas allí por la narradora, que todos sabemos será escritora, pues la soledad y la lectura en la infancia y la adolescencia y los defectos físicos llevan por lo regular a la literatura para salvarse del naufragio, para izarse frente a la catástrofe. Y relata su paso por el Liceo Franco-Mexicano y las fiestas adolescentes en Coyoacán, una de ellas en la casa del legendario Indio Fernández.

Escrito con una prosa quirúrgica, el libro de Nettel es un ejemplo notable del pacto autobiográfico realizado por muchos autores como Rousseau, Sartre, Beauvoir, José Vasconcelos, Teresa de la Parra, Anais Nin, Paul Nizon, J.M. Coetzee y otros muchos que en su momento recurrieron a ese ejercicio para poner en claro el destino y la práctica de la propia escritura y tal vez salvarse.

El libro de Nettel me hace recordar la Confesión sexual de un anónimo ruso, escrito también ante el psicoanalista silente que escucha y no dice nada, pero cuyo mutismo ayuda a desenmarañar las neurosis del autor.

Sobre este tema Philippe Lejeune ha escrito precisamente un libro notable, El pacto autobiográfico, que deberían leer quienes deseen aventurarse en la difícil tarea de desnudarse de verdad en un libro. Nettel es una tejedora y desde el principio hasta el fin nos cuenta la génesis de su escritura, que no es solo la de ella sino la de todos los escritores que de tara en tara y de naufragio en naufragio conquistan al fin el barco Titanic de su creación y pese a todo, el cuerpo en que nacieron.  
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* Guadalupe Nettel. El cuerpo en que nací. Editorial Anagrama. Barcelona. 16 edición. 2022. 196 pp.