La
novela autobiográfica El cuerpo en que nací de la mexicana Gudalupe
Nettel ya va por su decimosexta edición después de que Anagrama la
publicó en 2011 y se enmarca dentro de la corriente dominante de la
narrativa del siglo XXI en los países occidentales y sus principales
lenguas. Me encanta porque conozco los escenarios de la novela,
Coyoacán, Villa Olímpica, Polanco, Aix en Provence y los ámbitos en los
que vivieron los padres de la narradora, contemporáneos de los héroes de
Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. No en vano ha vivido uno
tres lustros en la capital mexicana, epicentro fascinante y terrible de
muchas cosas.
En
Francia la mayoría de las novedades más vendidas y con reconocimiento
crítico son relatos de la vida de hombres y mujeres marcados por traumas
o complejos, como es el caso de Annie Ernaux, Michel Houellebecq,
Christine Angot y Emmanuel Carrère, el hijo de la presidenta de la
Academia Francesa, así como de muchas figuras mediáticas que cuentan los
secretos inconfesables de sus familias o entornos.
En
algunos casos se trata de personas pertenecientes a las altas élites
políticas y culturales parisinas que denuncian abusos sufridos en la
infancia o la adolescencia, como ocurrió con El consentimiento de
Vanessa Springora (Grasset, 2020) o La familia grande de Camille
Kouchner (Seuil, 2021), quien es hija del famoso french doctor y ex
ministro de Relaciones exteriores Bernard Kouchner, excelso
representante de la llamada "gauche caviar".
En
el primero la autora, gran editora parisina, cuenta como
fue seducida a los 14 años por el escritor Gabriel Matzneff, adicto a
las
relaciones con menores de edad, de lo que se ufanaba en sus libros
autobiográficos y en el
segundo la prestigiosa abogada Kouchner relata que su padrastro Olivier
Duhamel, gurú de la escuela de Ciencias políticas y personaje
influyente, abusó de su hermano en la adolescencia con
la complicidad de su madre Evelyne Pisier, quien a su vez, cuando joven,
fue amante de Fidel Castro. En ambos casos las publicaciones
significaron la muerte social y el ostracismo de los acusados.
Otros
autores autobiográficos como Ernaux, Houellebecq o Angot, vienen de
clases bajas. Ernaux relata las miserias de su origen humilde y
campesino, Houellebecq los maltratos y la ausencia de su madre
irresponsable, egoísta y hippie y Angot, que saltó a la fama con El
Incesto, los abusos de su padre. Todos estos libros han sido
espectaculares éxitos de ventas mayores y recibieron el aplauso de la
crítica. Eso sin contar La Vida sexual de Catherine M., de Catherine
Millet, precursora total de la tendencia.
En
los países latinoamericanos también ha venido imponiéndose esta
tendencia y los libros más aceptados en cada país son por lo regular
este tipo de obras con las que se identifican muchos de los lectores,
porque en ellos encuentran coincidencias en el difícil oficio de nacer y
crecer y vivir en el mundo hostil.
En
este texto de Guadalupe Nettel (1973), la voz de una mujer de la
capital mexicana habla a su sicoanalista la doctora Sazlavski sobre el
transcurso de su existencia, marcada por el hecho haber nacido con una
nube blanca en uno de sus ojos y la tendencia al estrabismo, lo que
dificulta su vida escolar y la obliga además a construirse enfrentada no
solo a ese defecto de origen sino a la madre, la abuela, los dramas
familiares que siempre acechan en todas las familias del mundo.
Sus
jóvenes progenitores se han divorciado, pero además el padre,
psicoanalista, desparece misteriosamente por unos años y solo hasta el
final sabremos lo que le ocurió. La madre, es la encargada de criarlos a
ella y a su hermano en un apartamento de la Villa Olímpica, al sur de
la ciudad, donde la niña solitaria descubre poco a poco el mundo, el
deseo, la amistad, en medio de una acuciante soledad en el marco de la
clase media y con la presencia en esos ámbitos de exiliados
sudamericanos que tienen hijos igualmente afectados por tragedias,
exilios, ausencias, como es el caso de la vecina Ximena, que vive en
otro apartamento de la unidad habitacional y ella adopta a distancia
como amiga imaginaria en una de las escenas más notables del libro.
Cuenta
luego la vida en Aix en Provence, en Francia, donde su madre hace un
doctorado y las nuevas experiencias vividas allí por la narradora, que
todos sabemos será escritora, pues la soledad y la lectura en la
infancia y la adolescencia y los defectos físicos llevan por lo regular a
la literatura para salvarse del naufragio, para izarse frente a la
catástrofe. Y relata su paso por el Liceo Franco-Mexicano y las fiestas
adolescentes en Coyoacán, una de ellas en la casa del legendario Indio
Fernández.
Escrito con
una prosa quirúrgica, el libro de Nettel es un ejemplo notable del pacto
autobiográfico realizado por muchos autores como Rousseau, Sartre,
Beauvoir, José Vasconcelos, Teresa de la Parra, Anais Nin, Paul Nizon,
J.M. Coetzee y otros muchos que en su momento recurrieron a ese
ejercicio para poner en claro el destino y la práctica de la propia
escritura y tal vez salvarse.
El
libro de Nettel me hace recordar la Confesión sexual de un anónimo
ruso, escrito también ante el psicoanalista silente que escucha y no
dice nada, pero cuyo mutismo ayuda a desenmarañar las neurosis del
autor.
Sobre este tema
Philippe Lejeune ha escrito precisamente un libro notable, El pacto
autobiográfico, que deberían leer quienes deseen aventurarse en la
difícil tarea de desnudarse de verdad en un libro. Nettel es una
tejedora y desde el principio hasta el fin nos cuenta la génesis de su
escritura, que no es solo la de ella sino la de todos los escritores que
de tara en tara y de naufragio en naufragio conquistan al fin el barco
Titanic de su creación y pese a todo, el cuerpo en que nacieron.
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* Guadalupe Nettel. El cuerpo en que nací. Editorial Anagrama. Barcelona. 16 edición. 2022. 196 pp.