La editorial Grasset ha puesto a circular de nuevo varias obras de Alvaro Mutis, el gran escritor colombiano que a los 88 años de edad sigue presente como un faro desde su residencia en la ciudad de México, donde vive desde hace casi seis décadas. Son pequeños volúmenes de bolsillo, de color rojo, que hacen parte de una colección de clásicos extraídos del acervo editorial de la tradicional casa editora.
Las historias de Maqroll el Gaviero y su cuerpo poético han tenido gran aceptación en algunos países europeos, donde se le considera un autor secreto, de culto, pues el personaje se identifica con las muchas diásporas del continente, donde desde hace milenios surgen personajes solitarios y lúcidos que recorren su existencia por el mundo sin mucha esperanza, pero sí con gran vitalismo y alegría de vivir.
La obra de Mutis, compuesta por la Summa de Maqroll el Gaviero y una serie
narrativa de sus andanzas y tribulaciones, en la que figuran La nieve del
almirante, Un bel Morir, Ilona llega con la lluvia, Abdul Bashur y La última
escala del Tramp Steamer, entre otras, establece un puente entre las brumas de
los puertos europeos repletos de aventureros y prófugos y los del trópico,
calcinados por el el sol y marcados por la impronta del deseo.
Su factura se inició después de que Alvaro Mutis se jubiló y emprendió con
pasión inagotable la escritura de obras donde quería decir todo lo que había
acumulado en su larga vida aventurera de viajes y trabajos, caracterizada por
el goce de la amistad y la lectura.
Hasta antes de emprender esos libros narrativos donde haría existir a Maqroll
el Gaviero, Mutis era sólo conocido por la Summa de Maqroll el Gaviero,
publicada por la editorial Seix Barral en 1973 y que incluía su poesía de 1974
a 1970. En ese volumen figuraban colecciones ya clásicas como Los elementos del
desastre, Los trabajos perdidos y Reseña de los hospitales de Ultramar. Era un
autor secreto que sólo había obtenido el premio Cassius Clay, otorgado por los
nadaístas.
Después de su paso por la cárcel, de donde salió el libro Diario de Lecumberri,
Mutis, como casi todos los poetas del continente, había agotado su horas de
trabajo y lucha por la vida como locutor, publicista o empleado de empresas
multinacionales de cine, dedicado a visitar una tras otra las capitales
latinoamericanas para colocar películas y series de televisión. Incluso como
locutor hizo la voz del narrador de Los intocables.
En esos largos periplos cultivó la amistad de muchos poetas afines a él como el
nicaragüense Carlos Martínez Rivas, autor de la Insurrección solitaria, o el
argentino Enrique Molina, ex marinero autor de grandes libros como Las cosas y
el delirio, Las pasiones terrestres y Amantes antípodas. Compartía con esos
amigos y otros de su generación temáticas como el viaje, el deseo, la
enfermedad, la fuga, la soledad, la fatiga, la desesperanza, la usura, la
muerte, la podedumbre.
En México Mutis estaba cerca de quien fue otra de sus influencias cuando jugaba
billar y escribía poesía de joven en Bogotá, el gran poeta guatemalteco Luis
Cardoza y Aragón, quien vivía por Coyoacán y cuya foto ocupa lugar privilegiado
en la sala del poeta.
En ese exilio mexicano Mutis ha vivido en una casa del barrio San Jerónimo
repleta de libros, en compañía de varias generaciones de gatos y en su estudio
figuran las fotos de Marcel Proust y Joseph Conrad, entre otros. Al lado, está
su imprescindible bar con sus amados licores, vinos, cognacs y whizkys
preferidos que adquiere o le envían sus amigos.
Allí ha pasado décadas leyendo las Memorias de Ultratumba de Chateaubriand o de
Giacono Casanova o los diarios de Saint Simon, y decenas de autores de lengua
francesa, como Valéry Larbaud, sin olvidar su revisión permanente de Antonio
Machado, quien fue el primero que se le reveló cuando cursaba bachillerato en
el Colegio Mayor del Rosario, en Bogotá.
Después de publicar su saga literaria de Maqroll el Gaviero y obtener
importantes premios en España y Francia, Mutis volvió a su guarida de San
Jerónimo y se ha mantenido alejado de la farándula literaria actual. Hubiese
podido como otros autores latinoamericanos seguir alimentando la serie
narrativa para figurar, pero ha preferido volver a sus libros y a la vida,
porque cuando un autor ha dicho lo que debía decir desde lo más profundo de su
ser es preferible callar y el silencio entonces es mucho más radiante y
significativo.
Ahora que circulan de nuevo sus libros publicados por Grasset en las librerías
del mundo francófono, vuelvo a su obra y a la evocación de nuestras
conversaciones publicadas bajo el título de Celebraciones y otros fantasmas,
editadas en Colombia y España y traducidas y publicadas en francés por Folle
Avoine.
En estos tiempos de derivas literarias, donde a veces predomina la escoria,
sólo queda recomendar a los lectores volver a esa poesía esencial de Mutis y a
sus cortas historias estremecedoras porque van al fondo de lo que
« nosotros somos sin saberlo » como diría otro autor preferido por
Mutis, el paralítico de Carcasona, Joe Bousquet. Mutis es un faro y el haz de
su luz literaria gira en medio de la tormenta nocturna.