domingo, 7 de junio de 2015

TARDE FELIZ EN EL ELÍSEO

Por Eduardo García Aguilar
La cola de invitados empezó a formarse en la tarde canicular del jueves a las puertas del viejo Palacio del Elíseo, a donde el presidente de Francia François Hollande invitó a figuras y personalidades de las artes y las letras francesas relacionadas con América Latina y latinoamericanos y caribeños de cultura residentes en Francia, con motivo de la Semana de América Latina y el Caribe que se organiza cada año.
     Entre ellos se veía al presidente de la Maison de l’Amérique Latine en París, Alain Rouquié, gran conocedor de México y Brasil, quien hace tiempo definió latinoamérica con el concepto de Extremo Occidente, por esa amistad, esa confluencia y a veces esos sangrientos desencuentros que desde tiempos inmemoriales se tejieron entre ambos y que incluyen el atroz episodio de la trata de esclavos africanos hacia América y la invasión de México por las tropas de Napoleon III.
     La literatura y las artes han dado testimonio de ese ir y venir de artistas a través del Océano Atlántico y la imaginación que suscitan los misterios y demonios mutuos, como lo muestra el recién galardonado con el premio Rómulo Gallegos 2015 de novela Pablo Montoya, colombiano que durante más de una década vivió en París dedicado a trabajar esos espejos recíprocos destacados en la novela galardonada, Tríptico de la infamia, sobre tres pintores europeos ligados a través de la imaginación con el continente ultramarino de volcanes y tormentas.
     Miranda, Bolívar, Lautréamont, Rubén Darío, Vargas Vila, Gómez Carrillo, César Vallejo, Alfonso Reyes, Miguel Angel Asturias, Pablo Neruda, Alejo Carpentier, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Severo Sarduy, Rufino Tamayo, Botero, Cruz Díez, Soto, y multitud de músicos, pensadores, y dramaturgos latinoamericanos han vivido y viven Francia con amor, lo que llevó a  decir en su discurso al presidente Hollande, con el gran sentido del humor que lo caracteriza, que hasta “los fraceses también pueden amar a Francia”, en referencia a esa característica falta de fe, algo masoquista, de muchos franceses, en su propio país.
     A su vez figuras francesas como los viajeros Charles Brasseur y Michel Safray, el geógrafo Elisée Reclus, Antonin Artaud y los surrealistas que se afincaron en México, Claude Lévi Strauss, Jacques Soustelle, Paul Rivet, Roger Callois, el Nobel J.M. Le Clézio, Régis Debray, Jean Meyer y mil otros han soñado y amado hasta la locura el continente de todos los colores, cantado en su máxima expresión por Pablo Neruda y Gabriel García Márquez, quienes vivieron en París.
     Todos esos fantasmas del amor recíproco se dieron cita en los salones del Palacio cubiertos de gobelinos donde brilla la pátina áurea de la República: aquí el colombiano Yuri Buenaventura que de cantar en el metro se convirtió en estrella al interpretar en francés y con ritmo de salsa la famosa canción Ne me quittez pas del belga Jacques Brel y quien ahora abraza al presidente, o allá las grandes escritoras argentinas Luisa Futoransky y Alicia Dujovne Ortiz, en representacion de la tierra de Gardel y Borges, o Milagros Palma, de Nicaragua. Con ellos se cruzaban los fantasmas de Nicolás Guillén, García Márquez y el pintor Jesús Soto, que vivieron pobres en un hotel de la rue de Cujas y se ganaban la vida cantando y tocando tambor, guitarra y maracas en los bares cercanos al metro Odeon.
     A veces uno creía percibir la presencia de François Mitterrand, el otro presidente socialista que hizo historia en este palacio y quien invitó a su posesión al Nobel colombiano y al mexicano Carlos Fuentes, el autor de Terra Nostra. Y entre esas espléndidas salas y recovecos tapizados de rojo intenso y en medio de los ornamentos florales y los reflejos de luz que provenían de los jardines, uno pensaba en la condesa Castiglione, insumisa fotógrafa italiana amada por Louis Napoleon Bonaparte, o en los suspiros de ese anciano presidente Félix Faure, quien murió en brazos de su amante Marguerite Steinheil en 1899 en uno de esos salones, o en Georges Pompidou, mecenas de las artes contemporáneas, fulminado entre estos oros por la enfermedad.
     Hollande circula entre los invitados latinoamericanos siempre presto al buen sentido del humor y la actitud de “presidente normal”, que pese a las tormentas y a las críticas acerbas a su gestión y a la falta de popularidad en un país cada vez más derechizado y agobiado por sus fantasmas ideológicos y las nostalgias de Vichy, ratifica su voluntad de que la República sea de todos y no para un solo segmento blanco de la población con aspavientos de vieja nobleza del Ancien Régime y que aboga por la discriminación de los otros, el negro, el árabe, el asiático, el levantino, el judío, el hispano, el latino, el gay.
      Como prueba de ese cambio esta aquí la bella y joven ministra de Educación Najat Vallaud-Belkacem, de origen marroquí, quien recibe los dardos de una derecha que no soporta que una ciudadana de la llamada “diversidad” ostente uno de los cargos más prestigiosos de la República, al igual que la guyanesa ministra de Justicia Christiane Taubira. También en pimera fila de los que aman América Latina está el ex presidente del Senado, el socialista Jean Pierre Bel, promotor de los acercamientos entre ambas culturas, quien guarda una relación privilegiada con Cuba, y el ex Primer ministro y actual ministro de Relaciones exteriores Laurent Fabius, quien, según dijo Hollande, "está en todas partes", pero no pierde oportunidad de desplazarse a la tierra del realismo mágico.
     Al final toda esta fiesta de cultura, color y música latinoamericana y francesa se desplaza ya con los vapores del champán en alto hacia la salida del Palacio de Elíseo, bajo una canícula que recuerda a Manaos, Veracruz o Cartagena de Indias, como si París de repente se hubiese vuelto una ciudad tropical a comienzos de junio y todo se volviera barroco bajo la batuta del muy parisino y sincrético fantasma de Severo Sarduy. 
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* Publicado en la sección Expresiones de Excélsior, México D. F., el domingo 7 de junio de 2015. 
Foto: En las puertas del Elíseo.