La cola de
invitados empezó a formarse en la tarde canicular del jueves a las
puertas del viejo Palacio del Elíseo, a donde el presidente de Francia
François Hollande invitó a figuras y personalidades de las artes y las
letras francesas relacionadas con América Latina y latinoamericanos y
caribeños de cultura residentes en Francia, con motivo de la Semana de
América Latina y el Caribe que se organiza cada año.
Entre
ellos se veía al presidente de la Maison de l’Amérique Latine en
París, Alain Rouquié, gran conocedor de México y Brasil, quien hace
tiempo definió latinoamérica con el concepto de Extremo Occidente, por
esa amistad, esa confluencia y a veces esos sangrientos desencuentros
que desde tiempos inmemoriales se tejieron entre ambos y que incluyen
el atroz episodio de la trata de esclavos africanos hacia América y la
invasión de México por las tropas de Napoleon III.
La
literatura y las artes han dado testimonio de ese ir y venir de
artistas a través del Océano Atlántico y la imaginación que suscitan los
misterios y demonios mutuos, como lo muestra el recién galardonado con
el premio Rómulo Gallegos 2015 de novela Pablo Montoya, colombiano que
durante más de una década vivió en París dedicado a trabajar esos
espejos recíprocos destacados en la novela galardonada, Tríptico de
la infamia, sobre tres pintores europeos ligados a través de la
imaginación con el continente ultramarino de volcanes y tormentas.
Miranda,
Bolívar, Lautréamont, Rubén Darío, Vargas Vila, Gómez Carrillo, César
Vallejo, Alfonso Reyes, Miguel Angel Asturias, Pablo Neruda, Alejo
Carpentier, Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Octavio Paz, Severo Sarduy,
Rufino Tamayo, Botero, Cruz Díez, Soto, y multitud de músicos,
pensadores, y dramaturgos latinoamericanos han vivido y viven Francia
con amor, lo que llevó a decir en
su discurso al presidente Hollande, con el gran sentido del humor que
lo caracteriza, que hasta “los fraceses también pueden amar a Francia”,
en referencia a esa característica falta de fe, algo masoquista, de
muchos franceses, en su propio país.
A
su vez figuras francesas como los viajeros Charles Brasseur y Michel
Safray, el geógrafo Elisée Reclus, Antonin Artaud y los surrealistas que
se afincaron en México, Claude Lévi Strauss, Jacques Soustelle, Paul
Rivet, Roger Callois, el Nobel J.M. Le Clézio, Régis Debray, Jean Meyer y
mil otros han soñado y amado hasta la locura el continente de todos
los colores, cantado en su máxima expresión por Pablo Neruda y Gabriel
García Márquez, quienes vivieron en París.
Todos
esos fantasmas del amor recíproco se dieron cita en los salones del
Palacio cubiertos de gobelinos donde brilla la pátina áurea de la
República: aquí el colombiano Yuri Buenaventura que de cantar en el
metro se convirtió en estrella al interpretar en francés y con ritmo de
salsa la famosa canción Ne me quittez pas del belga Jacques Brel
y quien ahora abraza al presidente, o allá las grandes escritoras
argentinas Luisa Futoransky y Alicia Dujovne Ortiz, en representacion
de la tierra de Gardel y Borges, o Milagros Palma, de Nicaragua. Con
ellos se cruzaban los fantasmas de Nicolás Guillén, García Márquez y el
pintor Jesús Soto, que vivieron pobres en un hotel de la rue de Cujas y
se ganaban la vida cantando y tocando tambor, guitarra y maracas en
los bares cercanos al metro Odeon.
A
veces uno creía percibir la presencia de François Mitterrand, el otro
presidente socialista que hizo historia en este palacio y quien invitó a
su posesión al Nobel colombiano y al mexicano Carlos Fuentes, el autor
de Terra Nostra. Y entre esas espléndidas salas y recovecos tapizados
de rojo intenso y en medio de los ornamentos florales y los reflejos de
luz que provenían de los jardines, uno pensaba en la condesa
Castiglione, insumisa fotógrafa italiana amada por Louis Napoleon
Bonaparte, o en los suspiros de ese anciano presidente Félix Faure,
quien murió en brazos de su amante Marguerite Steinheil en 1899 en uno
de esos salones, o en Georges Pompidou, mecenas de las artes
contemporáneas, fulminado entre estos oros por la enfermedad.
Hollande
circula entre los invitados latinoamericanos siempre presto al buen
sentido del humor y la actitud de “presidente normal”, que pese a las
tormentas y a las críticas acerbas a su gestión y a la falta de
popularidad en un país cada vez más derechizado y agobiado por sus
fantasmas ideológicos y las nostalgias de Vichy, ratifica su voluntad de
que la República sea de todos y no para un solo segmento blanco de la
población con aspavientos de vieja nobleza del Ancien Régime y que
aboga por la discriminación de los otros, el negro, el árabe, el
asiático, el levantino, el judío, el hispano, el latino, el gay.
Como
prueba de ese cambio esta aquí la bella y joven ministra de Educación
Najat Vallaud-Belkacem, de origen marroquí, quien recibe los dardos de
una derecha que no soporta que una ciudadana de la llamada “diversidad”
ostente uno de los cargos más prestigiosos de la República, al igual
que la guyanesa ministra de Justicia Christiane Taubira. También en
pimera fila de los que aman América Latina está el ex presidente del
Senado, el socialista Jean Pierre Bel, promotor de los acercamientos
entre ambas culturas, quien guarda una relación privilegiada con Cuba, y
el ex Primer ministro y actual ministro de Relaciones exteriores
Laurent Fabius, quien, según dijo Hollande, "está en todas partes", pero no pierde oportunidad de desplazarse a la tierra del realismo mágico.
Al
final toda esta fiesta de cultura, color y música latinoamericana y
francesa se desplaza ya con los vapores del champán en alto hacia la
salida del Palacio de Elíseo, bajo una canícula que recuerda a Manaos,
Veracruz o Cartagena de Indias, como si París de repente se hubiese
vuelto una ciudad tropical a comienzos de junio y todo se volviera
barroco bajo la batuta del muy parisino y sincrético fantasma de Severo
Sarduy.
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* Publicado en la sección Expresiones de Excélsior, México D. F., el domingo 7 de junio de 2015.
Foto: En las puertas del Elíseo.
Foto: En las puertas del Elíseo.
1 comentario:
Es cierto estimado Eduardo, latinoamericanos y europeos en un intercambio cultural, alimentándonos para la producción artística. Las cotidianidades a veces se van diluyendo en las pantallas de los celulares y las razones de la vida con su observancia necesaria de los hechos nos la han querido borrar de la memoria.
Seguiremos en esa búsqueda esencial que nos otorga la literatura y las hermandades.
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