domingo, 22 de mayo de 2022

UN TEJEDOR MEXICANO DE PALABRAS

Por Eduardo García Aguilar
Alfonso Reyes fue uno de los más notables escritores y humanistas latinoamericanos (1889-1959), que dedicó su vida a crear puentes y vasos comunicantes permanentes entre las letras latinoamericanas y europeas al calor de la maravillosa lengua castellana, de la que fue un gran defensor y difusor.
     El autor de "Visión de Anáhuac", "Simpatías y diferencias", "El deslinde" e "ifigenia cruel" fue un hombre dedicado al ejercicio de la literatura en todas sus facetas, como una forma de conjurar los fantasmas de su época, marcada por dictaduras y revoluciones sucesivas que vivió desde muy temprano, pues su padre, el general Bernardo Reyes, fue protagonista de esos acontecimientos y murió acribillado al intentar tomar el Palacio Nacional, en 1913, en medio de turbias intrigas políticas.
     Antes de la Revolución ya había conocido a ese otro gran humanista, el dominicano Pedro Henriquez Ureña, junto al cual inició en el Ateneo de la Juventud intensas actividades académicas y creativas que se difundían en revistas de comienzos de siglo XX, como la recordada Savia Moderna. 
    A raíz de la catástrofe política de su país y afectado por la muerte de su padre, Reyes fue enviado en un velado destierro a París, donde inició su larga carrera diplomática. Allí tomó contacto con las letras francesas en medio del auge artístico que ardía en ese entonces en barrios como Montparnasse, donde conoció a la legendaria Kiki de Montparnasse, quien le hizo una divertida caricatura que se muestra en el catálogo. Y desde entonces tejió lazos con los hispanistas franceses encabezados por Valéry Larbaud, el autor de Fermina Márquez.
    
Pero luego Reyes fue cesado junto a todo el cuerpo diplomático mexicano y por fortuna recaló en la Madrid de la época, ciudad que buscaba conquistar con el talento de su escritura. Allí traba relaciones múltiples con escritores como Enrique Díaz Canedo, Juan Ramón Jiménez, Amado Alonso, Jorge Guillén, Américo Castro y se dedica a publicar, traducir y escribir artículos para la prensa y las revistas literarias.
     A partir de 1920 reanuda su carrera y desde entonces, a lo largo de su vida, fue embajador de México en Francia, Brasil y Argentina, países donde se dedicó a difundir y hacer vibrar el español y a establecer puentes con todos los hombres de pensamiento de un lado y otro del mar. En Buenos Aires conoció a Victoria Ocampo, quien dijo que "algo muy especial en Alfonso Reyes era su sonrisa; sonrisa como de inteligencia. Alguna vez escribió que había sido coleccionista de sonrisas y que dejó de serlo porque un día se sorprendió dando un pésame con una sonrisa (...). Entonces empezó a desconfiar de la sonrisa y se hizo coleccionista de miradas".
    
En Brasil tuvo la difícil tarea de acercar en los años 30 a ese enorme país con la cultura latinoamericana hispanófona, ya que en ese entonces ambos mundos carecían de puentes sólidos y casi se daban la espalda, como lo indica Regina Crespo en un ensayo del catálogo sobre la vida diplomática del mexicano. 
    Fue un modesto y generoso que abogó por una escritura diáfana y transparente capaz de comunicar las ideas con serenidad y hondura. Más que brillar deseaba comunicar y abrir puertas a libros ignorados o autores olvidados. Con Reyes el artículo, el ensayo, el fragmento, el poema, parencen flotar de tan livianos y esenciales, por lo que alguien dijo, sin ironía, que fue tan modesto y generoso en su ejercicio gozoso de escritor que no quiso escribir ninguna obra genial.
    Al regresar a su país en 1938 fue clave en la fundación de nuevas instituciones como el Colegio de México, fundado con la participación de importantes autores y pensadores del exilio español,  y reinó luego desde la llamada "Capilla Alfonsina", su residencia situada en el barrio de la Condesa, enorme lugar casi sagrado donde tenía una biblioteca, cientos de objetos coleccionados en sus viajes, miles de cartas y donde escribió sin cesar y recibió a toda la intelectualidad de la época y a los jóvenes que lo admiraban mientras se iba extinguiendo o era asediado por los ataques cardíacos.
    Reyes era un hombre redondo, bajito, de bigote, de buenas maneras, tolerante, nunca tentado por los excesos ni por los extremos, algo que hoy no es muy común entre sus congéneres latinoamericanos o españoles. 
    Estaba atento a la creación de sus colegas, listo a traducir clásicos o autores contemporáneos, ejercía la poesía, el teatro y en múltiples textos abordó temas que iban hasta la culinaria. Fue un tejedor de palabras y su ejemplo puede ser útil ahora cuando la aceleración mercantilista y utilitaria de la literatura impide reflexionar a fondo o gozar de los fragmentos y los destellos de la lengua en movimiento.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 22 de mayo de 2022.

domingo, 15 de mayo de 2022

LA MUERTE DEL PADRE CAMILO TORRES

Por Eduardo García Aguilar

Durante todos esos años los diarios dominicales fueron ventanas al mundo. Los voceadores pasaban temprano por la calle y anunciaban las ediciones llenas de imágenes, fotos, propaganda y el infaltable y esperado suplemento de dibujos animados que traía las historietas de Tarzán, Mandrake el Mago, Supermán, Benitín y Eneas, Pancho y Ramona, Snoopy, y por supuesto mi querido Dick Tracy, detective de sombrero y reloj de pantalla por donde se comunicaba en directo y al instante a todas partes y podía ver las imágenes de los interlocutores. Yo quería tener un reloj así y saber todo, comunicarme con otras ciudades, países, capitales, planetas, poder estar en contacto con astronautas o extraterrestres. Por eso los amigos me apodaban Dick Tracy. 

Iba directo a los dibujos animados, Tarzán, Pedro Picapiedra, pero en especial a Dick Tracy, a quien deseaba imitar. Envuelto en el olor fresco de la tinta impregnada en el papel periódico, con las manos manchadas, recorría las historias y así pasaron semanas, meses y años de infancia hasta que aparecieron las noticias duras de muertes y guerra, reales, concretas, emanaciones de viejas conflagraciones recurrentes, cuyas heridas seguían vivas en forajidos y guerrilleros que desde niños sólo vieron descuartizamientos, lágrimas, bombardeos, incursiones del ejército, desplazamientos, éxodos, pobreza, miseria, maltrato, exclusión y el sonido permanente de las armas. 


A un lado estaban los dibujos animados y al otro las hienas sangrientas de la política, asesinos, matones del ejército y la policía, bandoleros, guerrilleros y forajidos apodados Desquite, Sangrenegra, Veneno, Chispas, Venganza, verdaderas series animadas de carne y hueso, con malos muy malos e implacables perseguidores. Pero un día el mundo colorido infantil en que vivíamos sumidos cambió y en vez de la inocente diversión irrumpió la realidad, de frente, con su cara de muerte o al menos así lo tengo registrado en la memoria con el rostro de un mártir.


Años antes regresaba de ver otra vez el El ladrón de Bagdad en el Teatro Manizales, cuando vi que había más gente de lo acostumbrado en casa en torno a mi padre. Se pasaban unos a otros los diarios en
medio de una agitada conversación. 

La foto del padre Camilo Torres en la primera plana de los periódicos me impactó y me desvió de las aventuras cinematográficas y de las tiras cómicas ese lejano 18 febrero de 1966, cuando papá comentaba que lo habían matado a los 37 años de edad, tres días antes, en un combate en Patiocemento, en las montañas de San Vicente de Chucurí, al noreste del país. Esa fecha antidiluviana del siglo pasado marcó a varias generaciones y no sería yo la excepción.


Papá tenía los diarios abiertos en la sala y leía en silencio con los ojos rojos, como si fuera a llorar. El cura muerto tenía los ojos semiabiertos, opacos, de pez ido, ciego, hacia la nada, se veía la boca entrabierta, los dientes aparentes y el rostro inexpresivo en la paz de la inercia y el cabello ensortijado negro y la barba desordenada aferrándose a su cara de ángel caído, Lucifer defenestrado desde las alturas. Diablo. Ángel. Diablo. Ángel.


Otra foto de lado, con los brazos abiertos de crucificado, dejaba ver la sangre mezclada a su barba y cabello ensortijados y el perfil de un muchacho perdido, lejos de su mamá, sin el aura que le daba el traje clergyman o las poses oratorias de líder nacional.


Papá veía la foto en la sala sentado en el sofá más grande color naranja de nuevo diseño marca Muebles Metálicos de Palmira, esa mañana de febrero de 1966, mientras Diana, la perra collie, brincaba y ponía sus patas en sus piernas y ladraba corriendo como una loca por los corredores. 


Por Camilo el país se estremeció y por eso viví la efervescencia provocada por esa figura, la agitación de los mayores, los comentarios de los estudiantes de los cursos superiores al mío y así, de la mudez observatoria del niño la voz personal emergió en ese corto lapso de tiempo, cuando percibí de manera intuitiva las fuerzas tectónicas del cambio en ciernes que, como siempre ocurrió en Colombia, fueron aplastadas en sangre. El cambio es prohibido en Colombia.

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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 15 de mayo de 2022.

sábado, 14 de mayo de 2022

CARTAS A UNA MADRE URUGUAYA

Por Eduardo García Aguilar

Silvia Baron Supervielle nació en Buenos Aires (1934) de madre uruguaya y padre montevideano naturalizado argentino y en 1961 se trasladó a París, donde ha escrito su vasta obra en la lengua francesa que era muy habitual en esos tiempos a ambos lados del río de la Plata, de donde se dice originaria esencial. En el libro Cartas a fotografías aborda el tema de la madre, uno de los más difíciles para cualquier escritor y a lo largo de 160 misivas escritas desde el corazón y en una lengua depurada, tersa y profunda, cargada de poesía, se introduce en la historia familiar.

Este pequeño libro de 133 páginas, publicado por Gallimard en 2013, es una de esas joyas que todo lector quisiera encontrar, pues se acerca a la tragedia que es la esencia de toda vida desde que existe la humanidad. Baron Supervielle habla a una madre que murió muy joven a consecuencia de un parto, dejando a tres hijas huérfanas que poco recuerdan de ella debido a su edad. Solo tiene como rastros de su existencia algunas fotos en blanco y negro que la han acompañado en su largo exilio voluntario, lejos de la tierra donde nació.

Alguna vez dijo que todo escritor debía "meterse con el padre" y aunque rinde tributo a su honestidad y su poca codicia pese a ser heredero del banco Supervielle, que administró con talento, registra el extraño silencio que siempre reinó en la familia argentina donde se crió en torno a la madre uruguaya, con quien él se casó y de la que enviudó pocos años después, antes de casarse de nuevo, tener otros hijos y seguir un rumbo que la autora considera ya separado de las hijas de su primer matrimonio, de facto excluidas por la nueva situación.

Hay vagos recuerdos de esos cortos años antes de que ocurriera la tragedia de la desaparición de la madre, por lo que al irse del río de La Plata hacia París en aviones de hélice que hacían múltiples escalas, como solía ocurrir en aquellos años, tal vez trataba de huir de ese vacío, de ese silencio, de esa cicatriz profunda e inefable. Todo el libro es un diálogo con esa madre que vive en fotografías donde su mirada de extraña tristeza expresa tal vez la intuición de su próxima muerte.

En ese viaje en busca de la madre uruguaya aprovecha también para contar a través de los ancestros la aventura social y política de esos países bañados por el río de La Plata, a donde llegaban centenares de miles de inmigrantes que huían generación tras generación de la pobreza o las guerras del viejo mundo y llegaban a aquellos puertos y pampas en busca de una vida mejor. Ya instalados, todos ellos cargaban silencios y vivían en un fuego fatuo que consumía raíces lejanas y anunciaba futuros como abismos.

Es el silencio de quienes dejaron para siempre sus orígenes gallegos, vascos, hispanos, portugueses, italianos, eslavos, balcánicos, ingleses, irlandeses, franceses, cuando por la distancia el viaje era sin retorno. Los nacidos allí crecían muchas veces ignorando lo que dejaron atrás los ancestros o nutriéndose de relatos fantásticos que falseaban la verdadera realidad. Un mundo transterrados donde hay silencios y reelaboraciones, tristezas sumidas en lo que nunca se dijo o no emergió a través de la palabra.

De ahí el misterio de este libro explorador del silencio, porque son cartas de la hija niña crecida ya y que desde la ventana de su habitación ve transcurrir las aguas de otro río, el Sena parisino que tantos inmigrantes franceses llevaron en su corazón hacia el exilio sudamericano. De allí la presencia de autores que como Isidore Ducasse, llamado el Conde de Lautréamont o Jules Supervielle, hicieron el mismo periplo del exilio de un lado para otro a través del Atlántico. Dos grandes poetas uruguayos de Francia sugeridos en las páginas de estas cartas.

Silvia Baron Supervielle es una de las grandes escritoras en lengua francesa actual con decenas de libros de ficción, poesía, ensayos y múltiples traducciones de autores de lengua española al francés, entre los que figuran Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Roberto Juarroz, Silvina Ocampo, Alejandra Pizarnik y Julio Cortázar, y también del francés al español, como varias obras de Marguerite Yourcenar.

Este libro tan personal va mucho más allá de la historia contada, pues es una reflexión sobre la muerte y la vida, el olvido y el silencio, un viaje por la naturaleza y un diálogo en varias direcciones con muchos autores leídos como Gérard de Nerval, Rimbaud, Victoria Ocampo, Yves Bonnefoy, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Roland Barthes, Roberto Juarroz, entre otros. También es una recapitulación de naciones en formación en el lejano siglo XIX en territorios lejanos más allá del Atlántico. Silvia Baron Supervielle nos susurra al oído todas esas historias desde un espacio imaginario poblado de ausencias, para reconciliarnos una vez más con la literatura.  
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blicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 8 de mayo de 2022

domingo, 1 de mayo de 2022

LAS SIETE VIDAS DE MÉLENCHON


Por Eduardo García Aguilar


A los 70 años de edad, el líder popular francés Jean-Luc Mélenchon (1951) resultó victorioso aunque no logró pasar a la segunda vuelta en las pasadas elecciones presidenciales de abril por solo 400.000 votos. Al obtener el 22% de los sufragios se ha convertido en una fuerza clave ante las elecciones legislativas que se llevarán a cabo en junio y definirán en cierta forma el destino del país, tras varios lustros de incertidumbre por el desplome de los dos partidos tradicionales que se repartían el poder desde hace cuatro décadas y resultaron pulverizados.

Cuando existían periodos presidenciales de siete años y no de cinco como ahora, las elecciones legislativas eran anteriores a las presidenciales y en el marco de la Quinta República hubo momentos en que el todopoderoso presidente monárquico tuvo que vivir en "cohabitación" con un Primer ministro opositor encargado de orientar los asuntos de gobierno, salvo la política exterior y la defensa. Tal fue el caso del socialista François Mitterrand, quien tuvo que gobernar en cohabitación con Jacques Chirac y Edouard Balladur, surgidos de la derecha moderada triunfante en las legislativas. Y a su vez Chirac tuvo que aguantarse una cohabitación con el Primer ministro socialista Lionel Jospin, quien ascendió a ese cargo tras la fallida disolución del parlamento por parte de ese presidente.

Para facilitar la tarea del monarca republicano se cambiaron las fechas y se disminuyó a cinco años el periodo presidencial, esperando  que el mandatario elegido solidificaría fácilmente su llegada al poder con una mayoría automática en posteriores elecciones parlamentarias que serían solo un trámite de ratificación de su triunfo. Así el derechista Nicolás Sarkozy gobernó con dóciles mayorías en el Congreso, antes de ser derrotado en su intento de reelección por los socialistas.

Luego la fórmula empezó a fallar durante el quinquenio del socialista François Hollande, atacado por una fronda parlamentaria de su partido y quien que al final desistió a presentarse para su reelección, al ser imposibilitado por la traición de su jovencísimo protegido de 39 años, el asesor y luego ministro de Economía Emmanuel Macron, quien lo sucedió espectacularmente en 2017, arrasando en las elecciones en la segunda vuelta frente al candidata de la extrema derecha Marine Le Pen.

El centrista Macron, ahora de 44 años, devoró a los socialistas y a la derecha moderada, pero su quinquenio ha sido más que accidentado. Fue salvado de la catástrofe por la pandemia que paralizó durante dos años la vida política del país, agitada hasta el primer confinamiento en 2019 por la violenta revolución popular de los Chalecos amarillos, quienes durante año y medio realizaron en pueblos, campos y ciudades agresivas manifestaciones y estuvieron a punto de tomarse el Palacio del Elíseo, desde donde Macron tuvo que huir un día aciago en helicóptero.

Macron mató con astucia el tradicional bipartidismo reinante en 2017, pero ahora en 2022 es víctima de su invento y de la nueva realidad política tripartita surgida de la elección presidencial, donde él resultó elegido no porque lo quisieran sino para evitar la llegada al poder de la extrema derecha, que hubiera desencandenado una impredecible apertura de la Caja de pandora del neo-fascismo, el racismo, la xenofobia y hasta la guerra civil, con secuelas graves a nivel europeo.

Mélenchon, brillante y culto tribuno que renunció al Partido Socialista hace dos décadas al considerarlo blando y de derecha, lucha desde entonces por crear un polo mayoritario popular más radical que se enfrente a las fracasadas medidas económicas del neoliberalismo que están de capa caída en Europa y en todo el mundo porque han generado excesiva concentración de la riqueza, pobreza, marginación y tensiones sociales insostenibles y generalizadas.

Como los gatos, Mélenchon fue dado por muerto siete veces y se le auguraba en estas elecciones un resultado marginal, pero logró una votación espectacular que le da dinámica para reunir a las fuerzas del descontento y generar un impulso para lograr mayorías legislativas en el Congreso frente al joven tecnócrata y ex banquero Macron. Ahora, al mando de una amplia coalición de ecologistas, socialistas, comunistas y otros progresistas, pide que le den la mayoría en el Congreso para obligar a Macron a una "cohabitación" y él convertirse en Primer ministro.

Aunque no obtenga su objetivo y luego se retire, él ha logrado un cambio importante en el panorama político y lo que antes parecía como una elección legislativa subsidiaria de la presidencial, será ahora una tercera vuelta inédita que renueva el aburrido panorama de la vieja Quinta Republica creada por le general Charles de Gaulle hace 65 años.

Ahora, rodeado por la juventud que lo adora y le ayuda, los ecologistas y las nuevas fuerzas dinamicas del país, Mélenchon es cortejado por todos en la sede de su movimiento la Francia Insumisa, pues su aval será necesario para ganar en centenares de circunscripciones. 
 
Es el premio a años de luchas y derrotas solitarias a nombre de la justicia social. Predicó durante años en el desierto, recibió golpes, se burlaron de él, pero al final los electores reconocen que este incorruptible no cambió nunca sus ideales por un plato de lentejas, un ministerio o una embajada.       
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 1 de mayo de 2022.