Por Eduardo García Aguilar
Cuando existían
periodos presidenciales de siete años y no de cinco como ahora, las
elecciones legislativas eran anteriores a las presidenciales y en el
marco de la Quinta República hubo momentos en que el todopoderoso
presidente monárquico tuvo que vivir en "cohabitación" con un Primer
ministro opositor encargado de orientar los asuntos de gobierno, salvo
la política exterior y la defensa. Tal fue el
caso del socialista François Mitterrand, quien tuvo que gobernar en
cohabitación con Jacques Chirac y Edouard Balladur, surgidos de la
derecha moderada triunfante en las legislativas. Y a su vez Chirac tuvo
que aguantarse una cohabitación con el Primer ministro socialista Lionel
Jospin, quien ascendió a ese cargo tras la fallida disolución del
parlamento por parte de ese presidente.
Para facilitar
la tarea del monarca republicano se cambiaron las fechas y se disminuyó a
cinco años el periodo presidencial, esperando que el mandatario
elegido solidificaría fácilmente su llegada al poder con una mayoría
automática en posteriores elecciones parlamentarias que serían solo un
trámite de ratificación de su triunfo. Así el derechista Nicolás Sarkozy
gobernó con dóciles mayorías en el Congreso, antes de ser derrotado en
su intento de reelección por los socialistas.
Luego la
fórmula empezó a fallar durante el quinquenio del socialista François
Hollande, atacado por una fronda parlamentaria de su partido y quien que
al final desistió a presentarse para su reelección, al ser
imposibilitado por la traición de su jovencísimo protegido de 39 años,
el asesor y luego ministro de Economía Emmanuel Macron, quien lo sucedió
espectacularmente en 2017, arrasando en las elecciones en la segunda
vuelta frente al candidata de la extrema derecha Marine Le Pen.
El centrista
Macron, ahora de 44 años, devoró a los socialistas y a la derecha
moderada, pero su quinquenio ha sido más que accidentado. Fue salvado de
la catástrofe por la pandemia que paralizó durante dos años la vida
política del país, agitada hasta el primer confinamiento en 2019 por la
violenta revolución popular de los Chalecos amarillos, quienes durante
año y medio realizaron en pueblos, campos y ciudades agresivas
manifestaciones y estuvieron a punto de tomarse el Palacio del Elíseo,
desde donde Macron tuvo que huir un día aciago en helicóptero.
Macron mató con
astucia el tradicional bipartidismo reinante en 2017, pero ahora en
2022 es víctima de su invento y de la nueva realidad política tripartita
surgida de la elección presidencial, donde él resultó elegido no porque
lo quisieran sino para evitar la llegada al poder de la extrema
derecha, que hubiera desencandenado una impredecible apertura de la Caja de pandora
del neo-fascismo, el racismo, la xenofobia y hasta la guerra civil, con
secuelas graves a nivel europeo.
Mélenchon,
brillante y culto tribuno que renunció al Partido Socialista hace dos
décadas al considerarlo blando y de derecha, lucha desde entonces por
crear un polo mayoritario popular más radical que se enfrente a las
fracasadas medidas económicas del neoliberalismo que están de capa caída
en Europa y en todo el mundo porque han generado excesiva concentración
de la riqueza, pobreza, marginación y tensiones sociales insostenibles y
generalizadas.
Como los gatos,
Mélenchon fue dado por muerto siete veces y se le auguraba en estas
elecciones un resultado marginal, pero logró una votación espectacular
que le da dinámica para reunir a las fuerzas del descontento y generar
un impulso para lograr mayorías legislativas en el Congreso frente al
joven tecnócrata y ex banquero Macron. Ahora, al mando de una amplia
coalición de ecologistas, socialistas, comunistas y otros progresistas,
pide que le den la mayoría en el Congreso para obligar a Macron a una
"cohabitación" y él convertirse en Primer ministro.
Aunque no obtenga
su objetivo y luego se retire, él ha logrado un cambio importante en el
panorama político y lo que antes parecía como una elección legislativa
subsidiaria de la presidencial, será ahora una tercera vuelta inédita
que renueva el aburrido panorama de la vieja Quinta Republica creada por
le general Charles de Gaulle hace 65 años.
Ahora, rodeado
por la juventud que lo adora y le ayuda, los ecologistas y las nuevas
fuerzas dinamicas del país, Mélenchon es cortejado por todos en la sede
de su movimiento la Francia Insumisa, pues su aval será necesario para
ganar en centenares de circunscripciones.
Es el premio a años de luchas y
derrotas solitarias a nombre de la justicia social. Predicó durante
años en el desierto, recibió golpes, se burlaron de él, pero al final
los electores reconocen que este incorruptible no cambió nunca sus
ideales por un plato de lentejas, un ministerio o una embajada.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 1 de mayo de 2022.
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