El fotógrafo, periodista y cineasta francés Luc
Henri Fage, quien ya antes había trabajado en la Patagonia, Zaire, Nueva
Guinea y Argelia, entre otros lugares del mundo, atravesó la isla de
Borneo en 1988 y llegó a Kalimantán, en la parte indonesia, un
territorio casi virgen en materia de exploración arqueológica.
Explorando en cavernas casi al azar de su aventura,
descubrió en algunas de ellas dibujos parietales realizados con carbón,
así como rastros de manos negativas en las paredes rocosas hechas con la
proyección de óxido de hierro, como solían hacerlo los prehistóricos.
Las cuevas en esa región abundan en las cumbres calcáreas de una pequeña
cordillera que recorre el territorio no lejos del litoral, en un
ambiente paradisíaco de vegetación exuberante y riqueza de fauna,
cruzada por la línea del Ecuador.
Tras terminar la temporada de sus exploraciones e
intrigado por su descubrimiento, trató de conseguir apoyo para volver a
realizar una expedición a aquellos lugares inaccesibles y húmedos,
plagados de todo tipo alimañas, pero encontró escepticismo e
incomprensión en las instituciones universitarias o estatales a las que
acudió para hablarles del proyecto.
Fage, que no era académico sino periodista y
fotógrafo, comprendió que debía recurrir a la ayuda de un experto que
diera legitimidad al proyecto y escribió al etno-arqueólogo Jean Michel
Chazine, investigador del Centro Nacional de Investigación Cientifica
(CNRS), quien ya había trabajado en Oceanía y Polinesia en el ámbito del
arte parietal. Al principio Chazine tuvo dudas, pero finalmente se dejó
convencer y aceptó viajar en 1992 con él a Borneo.
En el terreno son muchas las dificultades que los
exploradores deben superar para poder acceder a aquellos lugares
sagrados de las cumbres que no solo albergan nidos de golondrinas, sino
que en muchos casos son cementerios donde a través de las generaciones
se han depositado los cadáveres de los ancestros.
Para llegar a esas incógnitas cumbres hay que lograr
la anuencia de las autoridades locales y nacionales, luego viajar en
canoa por ríos caudalosos y escarpar paredes difíciles apoyándose en
rocas y lianas pobladas de serpientes e insectos venenosos. Debido a la
lejanía de aquellas tierras, los exploradores deben contratar personal
local para llevar los cargamentos de arroz y otros alimentos que duran
solo unos cuantos días, obligando a los exploradores muchas veces a
acortar sus estadías antes de que se terminen los víveres.
En esa primera exploración Chazine y Fage dieron con
cavernas maravillosas llenas de manos negativas dibujadas en las rocas y
celebraron jubilosos los hallazgos sucesivos que se repitieron por
años. El etno-arqueólogo descubrió además vestigios de poblamiento en
esos lugares y encontró pruebas líticas como puntas para flechas y otros
instrumentos cortantes, así como huellas de que ahí hombres
prehistóricos cazaron, prepararon alimentos y convivieron en familia y
en tribu.
Regresaron a Europa y tras realizar análisis de los
materiales extraídos de las paredes de la cavernas donde se pintaron
aquellas manos negativas, comprobaron que se trataba de arte parietal en principio de
entre 5.000 a 13.000 años de antigüedad, o sea que a través de los
milenio aquellos prehistóricos retornaban a los lugares a
donde los ancestros imprimían aquellas misteriosas manos en rituales que
aun en la actualidad se desconocen. Más tarde se descubriría que algunas de las imágenes son de las más antiguas realizadas por la humanidad, según una publicación de la revista Nature en 2018.
Realizaron sucesivas expediciones hasta 2005
fascinandos por la abundancia de los hallazgos, con el balance total de
unas 2000 manos descubiertas. En otros lugares del mundo los hombres de
aquella época también realizaban las mismas manos rituales, como en una
gruta del pleistoceno de la región de Santa Cruz, en la Patagonia
argentina, llamada la Cueva de las manos. Después, con el avance de la
tecnología se ha llegado a comprobar que algunas de esas manos e imágenes fueron
realizadas en Borneo hace más de 40.000 años, o sea antes que las
famosas cuevas europeas de Chauvet y Altamira, o algunas australianas,
entre otras.
De esta marvillosa aventura científico-artística
quedó un libro espléndido, "Borneo, la memoria de las grutas", que
contiene los relatos de los participantes y los esclarecimientos del
científico Chazine, ilustrados con las magníficas y abundantes
fotografías y gráficos de Fage, quien tuvo su cámara y sus lápices
listos en todo instante para captar lo sucedido. Publicado en 2009 en
inglés, indonesio y francés es una historia de amistad y de azar, porque
descubrir un tesoro arqueológico de esa magnitud es como ganarse la lotería.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 24 de abril de 2022.
Ver sitio de Luc-Henri Fage:
https://www.fage.fr/index.html
https://www.fage.fr/lhfage_borneo-la-memoire-des-grottes.html
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