sábado, 30 de julio de 2022

VENEZUELA Y COLOMBIA CON AMOR

Por Eduardo García Aguilar
 
Con la histórica reunión de los cancilleres de Colombia y Venezuela en Táchira el jueves y la lectura del comunicado común que firmaron, se acelera la reanudación de las relaciones diplomáticas entre ambos países, pedida a gritos por millones de colombianos y venezolanos. A partir del 7 de agosto de 2022 los gobiernos nombrarán embajadores y cónsules para la atención de la población y de nuevo volverán a registrarse los intensos intercambios culturales y comerciales que han enriquecido desde hace siglos a este maravilloso espacio común del continente americano.

Bajo el liderazgo ágil del nuevo canciller colombiano Alvaro Leyva Durán, estadista de primer nivel que siempre ha tenido una visión estratégica por encima de las diferencias ideológicas, se sembraron así los nuevos pilares de una relación que sin duda nunca volverá a ser interrumpida. Desde hace milenios la diplomacia se ha ejercido para establecer puentes entre naciones afines o diferentes.

Basta leer sobre las viejas tabletas mesopotámicas o los códigos de la antigua Babilonia, acercarse a documentos milenarios chinos, indios, egipcios, japoneses, rusos, europeos, a los clásicos griegos y latinos, o volver a Los viajes de Marco Polo, para conocer de primera mano los benéficos oficios de la diplomacia en lejanos tiempos, ejercidos inclusive por personajes tan controvertidos como el mismísimo Atila.

En textos bíblicos, sagas milenarias, libros de caballería escritos durante Las Cruzadas o en el relato de la vida o los escritos de grandes diplomáticos como Maquiavelo, Mazarino, Richelieu, Chateaubriand, Metternich, Wiston Churchill, Henry Kissinger o Madeleine Albraight, entre otros muchos, podemos ver en acción los contactos entre representantes de países que se encuentran aliados o en conflicto, en guerras o en tiempos de paz.

Basados en ese milenario registro de la diplomacia, no había ninguna razón para que dos países con una frontera de más de 2.000 kilómetros estuvieran separados por una absurda cortina de silencio. El gran Henry Kissinger en su momento propició el histórico encuentro entre dos encarnizados enemigos: el presidente chino Mao Tse Tung y el estadounidense Richard Nixon. Y las fotos de ese encuentro aun sugieren muchas ideas a los estudiosos de la ciencia política. Así como las imágenes inolvidables de Churchill, Roosvelt y Stalin juntos en la Conferencia de Yalta, en Crimea.

Durante décadas millones de colombianos emigraron a Venezuela, que en los años 60 y 70, gracias al auge petrolero, era considerada una potencia regional y se apodada la Venezuela Saudita. Irse a Venezuela en busca de oportunidades era la solución para las familias colombianas que no encontraban en su país condiciones dignas para vivir, trabajar y educarse. Desde Venezuela, donde se otorgaba cada cinco años el Premio Rómulo Gallegos, que en esas décadas ganaron el peruano Mario Vargas Llosa y el colombiano Gabriel García Márquez, llegaban aires de modernidad a través de diarios y revistas o editoriales como Monte Avila o la Biblioteca Ayacucho.

Venezuela y Colombia son más que países hermanos, pues con Ecuador y Panamá conformaron en su tiempo la Gran Colombia, creada por el Congreso de Angostura en 1819 y que duró una década hasta su desmembramiento a manos de los caudillos locales. Grandes figuras como el precursor de la Independencia Francisco Miranda, el gramático y humanista Andrés Bello y El Libertador Simón Bolívar hacen parte del acervo común, como lo muestra el hecho de que en todas las plazas colombianas esté presente la estatua del mítico caraqueño.

Figuras como Teresa de la Parra, Rómulo Gallegos, Arturo Uslar Pietri, Miguel Otero Silva, Vicente Gervasi, entre otros muchos autores, han nutrido desde siempre el imaginario colombiano. Y Venezuela acogió en sus mejores momentos a muchos artistas y escritores colombianos, entre ellos el Premio Nobel Gabriel García Márquez, quien trabajó allí en la prensa tras su regreso de Europa. También allí hizo su vida la filósofa y escritora manizaleña Valentina Marulanda (1950-2012), autora de La razón melódica, quien vivió allí tres décadas y falleció en esa tierra escogida a donde ella decía que llegó por amor.

Valentina Marulanda es pues un emblema y un ejemplo de esa más que hermandad colombo-venzolana. En varias ocasiones dijo que le gustaba Caracas porque siendo una urbe de rica actividad cultural, tiene además el atractivo de estar cerca del mar Caribe, cuyos efluvios se sienten ya en el aeropuerto de Maiquetía. Sin duda ella estaría hoy feliz por el restablecimiento de las relaciones diplomáticas.

Se inicia pues una nueva era en la historia de estos dos países gemelos y todos los venezolanos que aman a Colombia y los colombianos que amamos a Venezuela debemos hacer esfuerzos para que al reabrirse las fronteras vuelva a florecer esa riqueza cálida que se hunde en los tiempos prehipánicos, cuando por montañas, ríos, valles y extensos llanos descritos por Humboldt transcurría la vida de los pueblos ancestrales entre la naturaleza, que es su bien más preciado.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 31 de julio de 2022.

   



sábado, 23 de julio de 2022

UN GABINETE DE LUJO


Por Eduardo García Aguilar

Gota a gota van cayendo los nombramientos de ministros, altos funcionarios y diplomáticos del nuevo gobierno y asombran la inteligencia y el tino mostrados por Gustavo Petro para formarlo con las personas más calificadas y de larga trayectoria para asumirlos. Se reconoce en ellos el mérito, la honradez y la experiencia. Lejos de atricherarse en su campo político de origen, el nuevo mandatario se abre a otras sensibilidades, pero en el marco de la lealtad con la paz y la lucha contra la corrupción y la desigualdad.

El anuncio de que el  nuevo ministro de Defensa será Iván Velázquez es una de las noticias más alentadoras para el país, pues se trata de un jurista de larga trayectoria que ha enfrentado hostigamientos múltiples por su compromiso en la lucha contra el paramilitarismo y la corrupción en importantes cargos y responsabilidades en Colombia y en Naciones Unidas.

Algo notable es que el nuevo mandatario ha designado a varios sexagenarios y septuagenarios de larga experiencia técnica y política, reconociendo así en ellos los talentos de los sabios de la tribu, tan necesarios en un mundo donde reinan la inexperiencia, la ignorancia, la codicia y el arribismo. 

Tal es el caso del nuevo canciller Álvaro Leyva, la ministra de Cultura Patricia Ariza, la de Agricultura Cecilia López, el de Hacienda José Antonio Ocampo, así como los representantes de Colombia ante Naciones Unidas, la indígena y luchadora social arhuaca Leonor Zalabata, y el representante ante la OEA, el magistrado Luis Ernesto Vargas.

Otras figuras destacadas que trabajarán por un mejor país son el embajador en Washington, Luis Gilberto Murillo, primer afrodescendiente en ocupar una embajada que era hasta ahora coto vedado de la élite bogotana, el ministro de Educación Alejandro Gaviria, la ministra de Medio Ambiente Susana Muhamad, la de Salud Carolina Corcho y la vicepresidenta Francia Márquez, quien se encargará de luchar contra la desigualdad ancestral de Colombia.

Se perfila de esta forma un gabiente de lujo que tiene como tarea iniciar un cambio que por supuesto tendrá múltiples obstáculos y momentos difíciles para su implementación paulatina. Pero en el movimiento estratégico de sus alfiles se ve la mano de un presidente de verdad, formado, con experiencia y con una biografía larga de luchas por objetivos que en nuestro país parecían utópicos.        

Casi todos los gobernantes recientes de este país siempre optaron por rodearse de amigos del club, compañeros de colegio o universidad, parientes de la élite oligárquica, políticos corruptos, gamonales regionales o financiadores de sus campañas, sin pensar nunca en el bien de las mayorías sino en pagar favores y planear el saqueo. Era un Antiguo Régimen de hidalgos crueles y autistas.

Esa ha sido la tónica en la historia del país y hasta hace poco nadie pensaba que eso pudiera cambiar algún día, o que surgiera por fin en Colombia un estadista que pensara en grande para marcar las pautas de un nuevo destino necesario. Un  dirigente capaz de hacer historia y mostrar que es posible tener grandes miras para sacar a esta nación del pantano donde lo ha sumido una casta egoísta.

No es extraño que Petro hubiese escogido para descansar antes de tomar posesión de la presidencia una ciudad como Florencia, en Italia, la capital renacentista dominada por siglos por la familia Médicis, donde se dieron las más impresionantes revoluciones cientificas y artísticas del Renacimiento y también las más emblemáticas intrigas del poder y la confluencia tenebrosa de poder financiero y política.

En Florencia la pelea por el poder se dirimía con sangre, ejecuciones, exterminio de opositores, ostracismos y la ambición de la casta dominante era tal que lograron inclusive llevar a dos de los suyos al trono San Pedro, los papas León X y Clemente VII.  Allí trabajaron bajo la protección del poder los artistas Boticcelli, Verrochio, Miguel Angel y Leonardo da Vinci, los pensadores Marsilio Ficcino y Pico de la Mirándola o cientificos como Galileo Galilei. Ahí habló desde los púlpitos el predicador Savonarola, ahorcado y quemado en su ciudad natal en 1498. Y por supuesto de ahí es el gran Nicolás Maquiavelo, autor de El Príncipe y Discurso sobre el arte de la guerra, entre otros cásicos.

En ese ámbito renacentista que suele frecuentar el nuevo mandatario y en un país donde en plena pandemia tuvo que enfrentar las incertidumbres de la enfermedad y la hospitalización solitaria lejos de su tierra, como describe en una excelente crónica humana que escribió en su momento, Gustavo Petro sin duda tomó un respiro antes de enfrentar con serenidad los terribles retos y acechanzas que le esperan. Y probablemente en su mesa de noche estaba presente el libro con las recomendaciones que Nicolás Maquiavelo hacía hace medio milenio a un príncipe Médicis. Sin duda lo necesitará en estos tiempos históricos.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 24 de julio de 2022
* En la Foto Gustavo Petro y el nuevo ministro de Defensa, el magistrado Iván Velásquez.






miércoles, 20 de julio de 2022

ROLAND TOPOR, SÁTRAPA DE LA PATAFÍSICA


Por Eduardo García Aguilar

Nada más admirable que los autores y artistas excéntricos que caminan por senderos desconocidos y abren ventanas a mundos imaginarios nunca vistos. Ellos son los más libres e irreverentes y cumplen con autenticidad la misión que debe cumplir todo artista: molestar, irritar, incomodar, desenmascarar lo pomposo, servil, ceremonial y taimado. Todo artista joven en sus inicios sigue los caminos de esos rebeldes que parecen salidos de un cuento infantil alemán de la época romántica lleno de gnomos, brujas, enanos y fuerzas absurdas.

Son muchos los que hacen honor a esa rareza, como es el caso de Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas o el genial pintor británico Turner que asombraba con sus telas aunque personalmente no era refinado y parecía un torvo campesino malhablado y gruñón que huía de las mundanidades y los salones de la lagartería. Y como ellos, también cabe mencionar a Hyeronimus Bosch, El Bosco, autor de El jardín de las delicias, y otros artistas holandeses que imaginaron mundos inimaginables.

En el grupo de excéntricos del orbe hispánico pienso en el loco Salvador Dalí, quien escandalizó al mundo con sus declaraciones, imágenes y comportamientos al lado de su amada Gala, y antes de él figuras como Ramón del Vallé Inclán, el manco autor de Tirano Banderas o Ramón Gómez de la Serna, el autor de las Greguerías. En América Latina pienso en el genial colombiano León de Greiff, cuya obra poética delirante y vasta concordaba con sus actitudes de descendiente de nórdicos extraviados en un país tan conservador como Colombia. Y no hay que olvidar a su predecesor Julio Flórez, quien solía leer poemas en los cementerios mientras libaba en cuencos de calaveras, según cuenta la leyenda.


Entre los contemporáneos pienso en los creadores del Grupo Pánico, compuesto por el chileno Alejandro Jodorowsky (1929), el español Fernando Arrabal (1932) y el francés de origen polaco Roland Topor (1938-1997), quienes en la segunda mitad del siglo XX crearon desorden en teatro, cine, novela, pintura, dibujo, relato, poesía, ejerciendo actividades múltiples en la radio y la televisión y en los escenarios.

Del trío aun sobreviven en plena actividad Arrabal y Jodorowsky, molestando aquí o allá con la frente en alto, y Roland Topor, quien murió a causa de una hemorragia cerebral en abril de 1997 sigue vivo y coleando, pues sus imágenes y cuentos son inolvidables y absurdos y con el tiempo se hacen cada vez más modernos e inquietantes. Cada nueva pieza de teatro de Arrabal causa escándalo en España o Francia y sus entrevistas son divertidísimas, pues desestabilizan a los presentadores televisivos de este siglo XXI, más conservador y temeroso que las décadas artísticas más revolucionarias del agitado siglo XX, en los tiempos del dadaísmo, el surrealismo, el rock y el pop art.

De Jodorowsky vi su increíble película mexicana Santa Sangre y varios amigos y amigas solían acudir a que les leyera el Tarot en un secreto bar de París y me relataron la experiencia. A Arrabal lo vi una vez en un homenaje que la embajada chilena le hacía al gran director de cine Raúl Ruiz, cuya obra tiene similitudes con el movimiento Pánico. Pero tengo la fortuna de haber conocido y hablado con Roland Topor dos años antes de su muerte y haber bebido con él algunas copas de vino en un cine de la calle Champollion, en el barrio latino.

El rostro de Topor era tan extraño como las figuras que reinan en sus imágenes expresionistas más absurdas y su conversación era impredecible, siempre dispuesta al buen sarcasmo y la ironía. Unas amigas mías gemelas de origen armenio, Ani y Aida Kedabian, lo conocían, y me llevaron a ese acto, pues yo quería llevarle un mensaje del amigo mexicano Héctor Trillo que realizó su tesis universitaria sobre su obra pictórica y gráfica. Lo recordaba muy bien y brindamos por los que le seguían los pasos al movimiento Pánico y a Topor, designado a título póstumo Sátrapa del Colegio de patafísica, que es la ciencia del absurdo.

Al despedirme de él, los vinos que bebí de su botella mágica, tal vez un excelente Burdeos, habían producido un extraño efecto que recuerdo como si fuera ayer. Me regaló un grabado suyo, que firmó. Pero lo increíble es que dos años después, cuando volví a Francia, las mismas amigas gemelas me informaron del repentino fallecimiento de su amigo y me invitaron al sepelio, que ocurrió en el cementerio de Montparnase.

Decenas de personas, amigos, admiradores y familiares, hicimos la cola por largos minutos para depositar cada quien en su tumba y sobre su ataúd una rosa roja. No había ambiente de tristeza sino de exaltación y su mirada y palabra grotescas de fumador y humorista resonaban y planeaban esa tarde de abril en el lugar donde reposan para siempre Charles Baudelaire, Tristan Tzara, César Vallejo, Sartre y Beauvoir, Julio Cortázar y tantos otros miembros del club.   
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 17 de julio de 2022.



 

sábado, 9 de julio de 2022

LOS SUEÑOS DE PATRICIA ARIZA


Por Eduardo García Aguilar

Cuando terminaba el bachillerato en el Colegio Gemelli de Manizales, en el bus de ida o de regreso al bello mirador de La Francia, especialmente en las tardes soleadas, solíamos cantar todos en coro la canción Una flor para mascar del nadaísta Pablus Gallinazus, que estaba entonces de moda y se escuchaba en las radios. Frente a la inmensidad de los valles del Cauca y las altas montañas de la Cordillera occidental, uno de los paisajes más hermosos del mundo, resonaban las palabras de esa bella canción.

Por esas fechas el artista y poeta también nadaísta Mario Escobar Ortiz, quien abría con generosidad las puertas a esa juventud que soñaba, me invitó a La Patria el día que Gallinazus vino a visitar el periódico y me dio mucha alegría ver al cantante y poeta con su boina, acompañado de una muchacha, recorriendo las instalaciones y viendo las máquinas offset recién importadas que producían milagros editoriales y hacían posible todo tipo de sueños como en una película magistral de Orson Wells.

Nunca imaginé que mucho tiempo después otra nadaísta amiga de Pablus Gallinazus llegaría también por milagro al ministerio de Cultura de Colombia en medio de una magnífica y bienvenida ola de cambio de época que hasta hace poco parecía impensable y solo parecía utopía.

En el excelente documental Patricia Ariza: una vida polifónica, producido por la Plataforma solidaria Confiar, podemos acercarnos a la trayectoria increíble de esta fuerte mujer que ha dado la vida al arte y a los demás. Con ella recorremos los escenarios y las turbulencias de la historia contemporánea de Colombia, así como las calles históricas del centro de Bogotá, donde contra viento y marea ha generado arte y sueños para varias generaciones por amor a la vida.

Ariza es una mujer de temple que desde muy temprano hizo parte del movimiento nadaísta al lado de mujeres y hombres jóvenes que irrigaron en aquellos años el país con refrescantes vientos culturales. Después, al lado del gran dramaturgo Santiago García y tras concluir sus estudios de arte en la Universidad Nacional, emprendió una larguísima carrera en los escenarios que la llevó a ser cofundadora del famoso teatro La Candelaria, orgullo para el país a nivel internacional y que ha montado algunas de las obras teatrales más emblemáticas de la historia del país y América Latina.

Contra viento y marea, luchando por sobrevivir, trabajando sin recursos y con las uñas, enfrentando las amenazas del exterminio, actuando muchas veces con chalecos antibala en el escenario, cuando artistas, pensadores y poetas eran exterminados uno tras otro por las fuerzas oscuras de Colombia, la poeta Patricia Ariza ha llevado en alto la antorcha de la libertad con un trabajo colectivo que ha reivindicado sin cesar los derechos de mujeres, minorías, artistas, marginados, fantasmas, nadies, excluidos por un Apartheid tan atroz como el que reinó en Sudáfrica y Estados Unidos.

Patricia Ariza es una sobreviviente que después de tantas décadas asume con alegría una misión que nunca buscó ni esperaba, porque de hecho ellla la ha practicado desde siempre en su vida. Ya antes era la ministra real del escenario, la fiesta, la música, la poesía, la palabra, la alegría, el carnaval, la danza, el color, el calor incandescente del corazón que da abrazos a quienes sufren en silencio la marginación y el olvido y buscan florecer desde la oscuridad y el fango.

En una de las primeras entrevistas televisivas que ofreció a Yamid Amat tras su designación, esta poeta elocuente, clara, serena, mientras deletreaba las palabras de esa bella canción Una flor para mascar, dejó en claro que el suyo será un trabajo colectivo para que hasta en los más alejados pueblos, rincones y regiones, allí donde están los campesinos que siembran, los afrodescendientes que pescan, los indígenas que danzan, los llaneros que cabalgan, los pobres que se regocijan con el sol y la lluvia, las madres coraje del país, se reconozca al fin la fiesta y el arte de los autóctonos y reine el color y la poesía allí donde antes se enseñorearon la muerte, el olvido, la guerra y el odio.

Será un trabajo muy difícil, con muchos escollos, pero vale la pena emprenderlo. Las nuevas generaciones que votaron por el cambio pueden continuar esa tarea en las futuras décadas. No hay en el proyecto cultural de Ariza ningún rencor sino un deseo de mirar al futuro y hacer que quienes aun estén lastrados por el deseo de la guerra descubran los vientos de un cambio que venía fraguándose desde abajo y que ahora despunta en el horizonte como una ola gigante y amorosa.

La cultura es fiesta, mito, leyenda y Colombia, país de mil facetas y paisajes, debe empezar a bailar y tocar la flauta, a disfrazarse y a reir sobre las cenizas del pasado. La utopía se ha hecho realidad y está ahora al alcance de las manos, los ojos y los corazones mientras suenan las palabras de Una flor para mascar.   
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Publiacdo en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo, Julio 10 de 2022.