domingo, 3 de octubre de 2021

LA LITERATURA Y LOS DINOSAURIOS

Por Eduardo García Aguilar
 
Al emprender la tercera década del siglo XXI, la literatura parece un "dinosaurio agónico", como bien afirma el poeta y crítico mexicano Sergio Cordero en uno de sus ensayos. En las dos pasadas décadas dominadas por las redes sociales y los medios digitales se uniformizó mundialmente el gusto de los consumidores de novedades y casi en todas partes los libros que circulan como literatura, promocionados por los grandes consorcios con poder mercadotécnico, son en su mayoría textos autobiográficos que tocan temas emocionales para el consumidor. 
 
Esos libros, elaborados con una prosa insípida que parece escrita por momias empolvadas de notarios, dan al lector un producto totalmente uniformizado y masticado para una población robotizada y anancefálica. Las novelas que circulan traen frases claras, cortas, diálogos sencillos, argumentos bien encuadrados con planteamiento, desarrollo y final, como si fueran guiones cinematográficos listos para filmar y están basadas por lo regular en hechos concretos ya ocurridos y archivados.
 
Los consorcios editoriales también expulsan poco a poco a los escritores de sus catálogos, pues la preferencia viene a la publicación de novelas, reportajes o relatos escritos por figuras de la farándula,  la televisión, el deporte o la política que ya de por si traen bajo su escarcela ventas garantizadas. Los escritores que aun quedan en sus catálogos escriben a destajo y por encargo a la orden de sus patrones.
 
Y lo más importante, ya ni siquiera se necesita saber escribir para convertirse en gran novelista premiado, incluso con el Premio Cervantes o el Nóbel, pues el trabajo lo hacen los llamados escritores fantasmas, ghosts writers en inglés, que realizan los libros de esas figuras mediáticas o los editores que contratan ellos mismos para que pongan orden, corrijan y ajusten lo que han escrito con torpeza.
 
Los pobres e ingenuos escritores que aun creen en la literatura y escriben ellos mismos sus obras después de un arduo trabajo y una formación apasionada de décadas, pertenecen a una especie en extinción que desparecerá de la faz de la tierra, como esos "dinosaurios agónicos" a los que se refiere el mexicano Cordero. Esos ingenuos autores quedan relegados al ejército de editores a sueldo o escritores fatasmas que se ven obligados a escribir los textos de los famosos para sobrevivir. Eso ya es moneda corriente en los mundos editoriales anglosajón, francés y ahora en español.
 
Los consorcios preparan sus agendas para las temporadas venideras y éstas se replican de región en región. Es el caso de novelas que cuentan la vida de personajes famosos del pasado o del presente tipo Evita Perón, Marylin Monroe o Frida Kahlo o el gran éxito del best seller francés Emmanuel Carrière sobre la vida del ruso Limonov, que ha inaugurado una tendencia, ahora replicada en todas partes. El autor no tiene que imaginar nada, pues los hechos reales con trama y desenlace final estan ahí para copiar y pegar con prosa insípida.
 
Las grandes editoriales lanzan las novelas de cantantes, ex presidentes, figuras de la farándula y la sociedad, presentadores de televisión o personalidades que han saltado a la fama mediática por éxitos fenomenales, delitos cometidos o tragedias o desgracias vividas. Ninguno de ellos tiene que preocuparse por escribir nada, pues los escritores fantasmas redactan sus obras.
 
Conozco innumerables casos de novelas publicadas con éxito que fueron escritas por esos ghost writers, fantasmas que en Francia ya incluso mencionan las obras famosas de otros, que ellos han escrito para ganarse el pan de cada día. Algunos ghost writers cuentan con humor como los supuestos autores defienden sus obras en la televisión e incluso llegan a olvidar que nunca las escribieron.
 
Alguna vez, cuando se descubrió que la biografía de Ernest Hemingway que circulaba ya como una gran novedad, escrita supuestamente por el gran presentador de la televisión francesa Patrick Poivre d'Arvor, era un plagio casi total de un libro publicado en Estados Unidos, éste tuvo el cinismo de afirmar que ese no era su problema, sino la falla del escritor fantasma al que le habían encargado escribirla.
 
También ha ocurrido que los malos periodistas han terminado por adueñarse con arrogancia del ejercicio novelístico, inscribiéndose en la tendencia ahora mayoritaria de negar la validez de la ficción y encomiar la falta de estilo y el uso hasta la náusea de la primera persona del singular.
 
Hoy ninguna editorial aceptaría novelas como Rayuela de Julio Cortázar o Tres Tigres de Guillermo Cabrera Infante y escritores exquisitos como Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Juan Rulfo o José Lezama Lima serían rechazados por barrocos. El entusiasmo literario que acompañaba a esos grandes escritores de la inolvidable pléyade latinoamericana ha quedado para la historia. Y los grandes críticos que los acompañaron entonces como Emir Rodríguez Monegal, Angel Rama, Emmanuel Carballo, José Miguel Oviedo, han desaparecido para siempre.  
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. 3 de octubre de 2021