sábado, 15 de julio de 2023

AMÉRICA ESCONDIDA, MEDIO SIGLO DESPUÉS



Por Eduardo García Aguilar

Medio siglo después de haberlo escrito, publico este libro América Escondida como homenaje y reconocimiento al adolescente que tras ensayar muchas veces en distintas direcciones desde los 14 o 15 años, trata en largas jornadas y con toda su fuerza de crear una obra compacta que responda a sus pulsiones y convicciones del momento.

Desde muy temprano escribía poemas por centenares en las aburridas clases del Instituto Universitario o el Instituto Manizales, muchos de ellos marcados por las angustias adolescentes y la poesía de moda nadaísta, pero a partir de 1970 los poemas adquirieron un marcado tono americano y comprometido con las luchas que en ese momento encendían a los jóvenes de todos los continentes contra los imperios y sus guerras.

Había descubierto desde temprano la poesía de Arthur Rimbaud y Baudelaire, Walt Whitman y Federico García Lorca en bellas ediciones que llegaron a mis manos y aun tengo y la obra del modernista suicida colombiano José Asunción Silva en la espléndida edición realizada por el Banco de la República en Bogotá. Todas esas figuras me marcaron en esos años al mismo tiempo que llenaba los cuadernos de poemas que no tenían títulos sino que iban numerados.

En 1968 llegó a Manizales en el marco del Festival Internacional de Teatro el gran poeta chileno Pablo Neruda y los poetas adolescentes pudimos seguirlo por las calles de la ciudad y asistir a ese espectatacular recital suyo en el Teatro Fundadores, cuando la muchedumbre quebró los portalones de vidrio para invadir el recinto con tanta fuerza que yo me vi impulsado al escenario, a su lado, como lo atestiguan las fotos que sobre el acontecimiento salieron en el suplemento literario del diario local La Patria.

Durante el recital estuve junto a él y al final me acerqué y de la edición empastada que leía con su voz gangosa del Canto General, extraje una cinta marcadora de sedoso papel blanco donde él tenía escrita con tinta verde la palabra Pobreza, que conservé durante mucho tiempo como un amuleto. Esa experiencia de estar cerca a Neruda y seguirlo por la ciudad fue sin duda un momento crucial para el poeta en ciernes, ya que después, como era de esperarse, adopté ese tono americanista encendido, telúrico y comprometido de su poesía y lo apliqué en la construcción del libro, con cuyos poemas me ganaba casi todos los concursos poéticos intercolegiados locales, uno de cuyos trofeos conservo, precisamente el que gané con el poema América Escondida.

Más tarde terminé bachillerato en el colegio Gemelli en 1971 y viaje a Bogotá a estudiar sociología en la Universidad Nacional, donde además de agotar las bibliotecas leyendo los libros recomendados por el gran maestro y profesor de Historia Darío Mesa, me empapaba para el proyecto del libro con la poesía y la historia prehispánicas mexicana o peruana, así como el Martín Fierro y la poesía gauchesca estudiada por Jorge Luis Borges, o La Araucana de Alonso de Ercilla en Chile, pasando por los modernistas encabezados por el gran Rubén Darío. Sin olvidar La poesía ignorada y olvidada del gran poeta Jorge Zalamea, las visitas al Museo del Oro de Bogotá mientras afuera llovía o la lecturas de Los quimbayas bajo la dominación española de Juan Friede, donde se cuenta el exterminio de los indígenas, geniales orfebres, que vivían en la tierra donde nací. 

Y seguía avanzando en el libro que deseaba compacto y al que entregaba todas las fuerzas de la insensatez adolescente. El libro lo terminé en 1972, un año antes del golpe de Estado en Chile y la muerte del presidente socialista Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, un hecho histórico que marcó a varias generaciones y que ahora se conmemora para que no vuelva a repetirse medio siglo después.

El manuscrito de América Escondida con textos escritos entre 1970 y 1972 circuló entre varios de mis amigos y después de que viajé en abril de 1974 a seguir mis estudios en París, mi amigo Mario Nova llevó al teatro algunas de esos fragmentos que lo componían. Sé que la obra se presentó en varias lugares y que aun hoy quienes participaron se acuerdan de aquellos poemas encendidos de fe latinoamericanista que escenificaban en modestos teatros populares o escolares.

Nunca pensé en publicarlo, y a medida que transcurría mi nueva vida en Europa me acapararon otros intereses intelectuales, viajeros y literarios, pero siempre cargué el mecanuscrito tipeado en máquina de escribir en varias copias. Lo consideraba como una curiosidad impublicable y viajó conmigo por el mundo y está intacto tal y como como lo dejé en 1972, ya terminado. Tal vez sentí después desdén por él, ya que se inscribía dentro de un tipo de poesía que ya no practicaba, la poesía comprometida.
 
Escribí luego poemas en Europa, y más tarde en San Francisco y Berkeley, California, y en México a cuentagotas colecciones que fueron publicadas con los títulos de Palpar la zona prohibida, Delirio de Noega, Llanto de la espada y Animal sin tiempo, reunidas en la Poesía completa, publicada en la coleción Zenócrate y la Casa de poesía Silva en 2017, bajo el título de La música del juicio final. Al reunir toda la poesía, descarté lo escrito antes de viajar a Europa en 1974.

Pero tal y como dice Michael Hamburguer en el prólogo a su Poesía completa, es muy dificil para todo poeta decidir en un momento dado a partir de cuando considera que su obra es válida y publicable. Con angustia se pregunta si hay que descartar los primeros poemas o no, o sea si hay que censurar o no al poeta adolescente.

Antes de América escondida escribí centenares de poemas que tal vez nunca publique, pero este libro que tiene unidad y fue escrito con pasión en los encendidos años del sueño latinoamericanista, puede salir al fin medio siglo después como testimonio de esos tiempos y del muchacho que amanecía tecleando en las noches heladas de Manizales y Bogotá antes de irse de su país para siempre.

Esos textos fueron escritos por alguien que aun vibra dentro de mí y a veces escribía cartas al que sería décadas déspués en el futuro siglo XXI, pidiéndole no renunciar a sus sueños ni traicionarlo. Ahora yo le respondo a sus imprecaciones y lo saco del silencio con la publicación de América Escondida, que entonces firmó con el seudónimo de Peromboco Quimbaya. Como él se arriesgó, es necesario asumir también los riesgos y no tener miedo. Cada palabra y mucho más aquellas escritas entonces cuando todo comienza, merecen estar reunidas en un volumen con letras impresas medio siglo después, porque el tiempo es circular y es solo un espejismo.
 
                                                                                                             
                                                                                                                  París, 15 de julio de 2023

 

CINCUENTENARIO DE DOS GOLPES DE ESTADO

Por Eduardo García Aguilar

Poco a poco se va acercando el cincuentenario del golpe de Estado en Chile del 11 de septiembre de 1973 y la muerte del presidente Salvador Allende, un hecho impactante para varias generaciones, tanto que aun es actual y motivo de actos, coloquios, efemérides que buscan conjurar aquellos tiempos para que no vuelvan a repetirse. Ese mismo año, el 27 de junio, se dio también el golpe de Estado en Uruguay y el inicio de unos años sombríos caracterizados por la represión y las desapariciones de demócratas, muchos de los cuales aun son buscados por sus familiares y las organizaciones que militan por la defensa de los derechos humanos.

La organización Amigos de El mundo diplomático, el colectivo Donde Están y la Coordinación para conmemorar los 50 años de ambos golpes de Estado cívico-militares realizan amplias actividades en París a partir de junio con debates, exposiciones, conciertos, conferencias de historiadores y analistas, proyección de filmes como Estado de sitio, con la presencia de su mítico director de cine griego Costa Gavras. Es loable que estas organizaciones no olviden nunca a las víctimas de esas dictaduras e insistan en esclarecer lo ocurrido.

El 23 de marzo de 1976 se dio el golpe de Estado en Argentina y llegó al poder una junta militar cívico militar, con lo que se inició un largo proceso de terrorismo de Estado que imperó hasta 1983, dejando una estela de ejecutados, 30.000 desaparecidos, y una oleada de tráfico de niños de militantes muertos que dio lugar a la creación del movimiento las Abuelas de mayo, que aun están en actividad y siguen descubriendo nietos que fueron adoptados ilegalmente después de la ejecución de sus madres.

Aun caen antiguos torturadores de las dictadura argentina, miembros de la organización parapolicial Triple A, que cometió crimenes atroces contra los opositores, muchos de ellos lanzados al mar desde aviones o enterrados en fosas comunes después de jornadas de suplicios perpetrados en la Escuela Mecánica de la Marina (ESMA). Con el regreso de la democracia, la Comision nacional sobre la desaparicion de personas entregó en 1984 bajo la dirección del escritor Ernesto Sábato al presidente Raul Alfonsín un informe detallado sobre las atrocidades.

Algunos de los torturadores lograron escapar y rehicieron sus vidas en Europa, como en su tiempo muchos nazis lo hicieron en Suramérica, pero tarde o temprano la justicia argentina llegó, como en el reciente caso del policía Mario Alfredo Sandoval, quien se refugió en Francia en 1985 y llevaba una vida de honorable profesor universitario en París o experto en altas instituciones de Inteligencia, como lo revela esta semana el excelente reportaje de la periodista Angeline Montoya en el diario Le Monde. Sandoval fue extraditado a su país, donde fue condenado el 21 de diciembre de 2022 a 15 años de prisión.

Todas esas acciones terroristas se hicieron en el marco del plan Cóndor propiciado de manera conjunta por Estados Unidos y las dictaduras militares imperantes en Chile, Uruguay, Argentina, Brasil, Perú, Ecuador, Paraguay y Bolivia, que sembraron el terror en Suramérica en aquellos tiempos de Guerra fría entre los imperios estadounidese y soviético, cuando en varios países surgían guerrillas armadas que también cometieron delitos atroces contra los derechos humanos.

A mi me tocó siendo estudiante de Sociología en la Universidad Nacional de Bogotá seguir por radio con los compañeros apiñados hasta la madrugada en el famoso Jardín de Freud las terribles noticias del golpe de Estado en Chile y el bombardeo del Palacio de la Moneda. Con inocencia de adolescentes incautos creíamos que el golpe podía revertirse y esperamos que militares leales a Allende retomaran la situación con una supuesta contraofensiva que nunca llegó.

Un año después en París, fui testigo de la llegada masiva de decenas de miles de exiliados de los países suramericanos que recién escapaban de las mazmorras argentinas, uruguayas, chilenas, o brasileñas. Líderes políticos, ex ministros, intelectuales, escritores, altos funcionarios, artistas, sindicalistas, militantes o campesinos deambulaban por la helada Europa desolados, arrancados de tajo a sus vidas cotidianas y algunos marcados por los atroces recuerdos post-traumáticos de la tortura. Y en México, donde viví en los años 80 y 90, compartí con miles de sudamericanos y centroamericanos de diversas profesiones que fueron acogidos como exiliados por ese hermano país.

Muchos de ellos se quedaron para siempre en los países que los acogieron, como en su tiempo ocurrió con los exiliados de las dictaduras derechistas española, portuguesa y griega o los disidentes de los países de la esfera soviética que huían de la represión totalitaria.

De acuerdo a la famosa Doctrina Monroe, Estados Unidos siempre consideró a América Latina como su patio trasero y propició a lo largo del siglo XX múltiples golpes de Estado sangrientos allí donde aparecían gobiernos democráticos como el de Jacobo Arbenz en Guatemala, derrocado en 1954.

Después de medio siglo de estos golpes en Chile y Uruguay parece que la doctrina ha cambiado y se reconoce a los gobiernos de izquierda que llegan al poder por medio de las urnas como José Mojica en Uruguay, Luis Inacio Lula en Brasil, Gustavo Petro en Colombia, Luis Arce en Bolivia, Gabriel Boric en Chile y López Obrador en México. Pero siempre subyace la tentación profunda de no reconocerlos e incluso de "defenestrarlos" porque muchos sectores en el continente son aun muy alérgicos a la alternacia política. 
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 16 de julio de 2023.