sábado, 15 de julio de 2023

CINCUENTENARIO DE DOS GOLPES DE ESTADO

Por Eduardo García Aguilar

Poco a poco se va acercando el cincuentenario del golpe de Estado en Chile del 11 de septiembre de 1973 y la muerte del presidente Salvador Allende, un hecho impactante para varias generaciones, tanto que aun es actual y motivo de actos, coloquios, efemérides que buscan conjurar aquellos tiempos para que no vuelvan a repetirse. Ese mismo año, el 27 de junio, se dio también el golpe de Estado en Uruguay y el inicio de unos años sombríos caracterizados por la represión y las desapariciones de demócratas, muchos de los cuales aun son buscados por sus familiares y las organizaciones que militan por la defensa de los derechos humanos.

La organización Amigos de El mundo diplomático, el colectivo Donde Están y la Coordinación para conmemorar los 50 años de ambos golpes de Estado cívico-militares realizan amplias actividades en París a partir de junio con debates, exposiciones, conciertos, conferencias de historiadores y analistas, proyección de filmes como Estado de sitio, con la presencia de su mítico director de cine griego Costa Gavras. Es loable que estas organizaciones no olviden nunca a las víctimas de esas dictaduras e insistan en esclarecer lo ocurrido.

El 23 de marzo de 1976 se dio el golpe de Estado en Argentina y llegó al poder una junta militar cívico militar, con lo que se inició un largo proceso de terrorismo de Estado que imperó hasta 1983, dejando una estela de ejecutados, 30.000 desaparecidos, y una oleada de tráfico de niños de militantes muertos que dio lugar a la creación del movimiento las Abuelas de mayo, que aun están en actividad y siguen descubriendo nietos que fueron adoptados ilegalmente después de la ejecución de sus madres.

Aun caen antiguos torturadores de las dictadura argentina, miembros de la organización parapolicial Triple A, que cometió crimenes atroces contra los opositores, muchos de ellos lanzados al mar desde aviones o enterrados en fosas comunes después de jornadas de suplicios perpetrados en la Escuela Mecánica de la Marina (ESMA). Con el regreso de la democracia, la Comision nacional sobre la desaparicion de personas entregó en 1984 bajo la dirección del escritor Ernesto Sábato al presidente Raul Alfonsín un informe detallado sobre las atrocidades.

Algunos de los torturadores lograron escapar y rehicieron sus vidas en Europa, como en su tiempo muchos nazis lo hicieron en Suramérica, pero tarde o temprano la justicia argentina llegó, como en el reciente caso del policía Mario Alfredo Sandoval, quien se refugió en Francia en 1985 y llevaba una vida de honorable profesor universitario en París o experto en altas instituciones de Inteligencia, como lo revela esta semana el excelente reportaje de la periodista Angeline Montoya en el diario Le Monde. Sandoval fue extraditado a su país, donde fue condenado el 21 de diciembre de 2022 a 15 años de prisión.

Todas esas acciones terroristas se hicieron en el marco del plan Cóndor propiciado de manera conjunta por Estados Unidos y las dictaduras militares imperantes en Chile, Uruguay, Argentina, Brasil, Perú, Ecuador, Paraguay y Bolivia, que sembraron el terror en Suramérica en aquellos tiempos de Guerra fría entre los imperios estadounidese y soviético, cuando en varios países surgían guerrillas armadas que también cometieron delitos atroces contra los derechos humanos.

A mi me tocó siendo estudiante de Sociología en la Universidad Nacional de Bogotá seguir por radio con los compañeros apiñados hasta la madrugada en el famoso Jardín de Freud las terribles noticias del golpe de Estado en Chile y el bombardeo del Palacio de la Moneda. Con inocencia de adolescentes incautos creíamos que el golpe podía revertirse y esperamos que militares leales a Allende retomaran la situación con una supuesta contraofensiva que nunca llegó.

Un año después en París, fui testigo de la llegada masiva de decenas de miles de exiliados de los países suramericanos que recién escapaban de las mazmorras argentinas, uruguayas, chilenas, o brasileñas. Líderes políticos, ex ministros, intelectuales, escritores, altos funcionarios, artistas, sindicalistas, militantes o campesinos deambulaban por la helada Europa desolados, arrancados de tajo a sus vidas cotidianas y algunos marcados por los atroces recuerdos post-traumáticos de la tortura. Y en México, donde viví en los años 80 y 90, compartí con miles de sudamericanos y centroamericanos de diversas profesiones que fueron acogidos como exiliados por ese hermano país.

Muchos de ellos se quedaron para siempre en los países que los acogieron, como en su tiempo ocurrió con los exiliados de las dictaduras derechistas española, portuguesa y griega o los disidentes de los países de la esfera soviética que huían de la represión totalitaria.

De acuerdo a la famosa Doctrina Monroe, Estados Unidos siempre consideró a América Latina como su patio trasero y propició a lo largo del siglo XX múltiples golpes de Estado sangrientos allí donde aparecían gobiernos democráticos como el de Jacobo Arbenz en Guatemala, derrocado en 1954.

Después de medio siglo de estos golpes en Chile y Uruguay parece que la doctrina ha cambiado y se reconoce a los gobiernos de izquierda que llegan al poder por medio de las urnas como José Mojica en Uruguay, Luis Inacio Lula en Brasil, Gustavo Petro en Colombia, Luis Arce en Bolivia, Gabriel Boric en Chile y López Obrador en México. Pero siempre subyace la tentación profunda de no reconocerlos e incluso de "defenestrarlos" porque muchos sectores en el continente son aun muy alérgicos a la alternacia política. 
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 16 de julio de 2023.







 

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