sábado, 14 de junio de 2025

CASA QUE RESPIRA, DE SAMUEL JARAMILLO


Por Eduardo García Aguilar

La poesía colombiana tiene muchas joyas secretas que uno disfruta siempre, como ocurre con Morada al sur de Aurelio Arturo, Pensamientos del amante de Fernando Charry Lara o Los elementos del desastre de Alvaro Mutis, entre otros. 

Y entre las generaciones posteriores también hay varias colecciones inolvidables como Casa que respira, de Samuel Jaramillo González (1950), que es un libro de cabecera, de los que pueden estar siempre sobre el nochero, al lado de la lámpara, en las noches de lluvia.

El libro, en la impecable edición de Letra a Letra (Bogotá, 2016), reúne una veintena de textos que evocan la infancia y la adolescencia transcurridas por el hablante en una casa grande del Quindío en pleno Eje cafetero, donde el de la voz vive con su abuelos y familiares después de la muerte prematura y trágica del padre.

A lo largo de los poemas se describen los ámbitos de esa región cafetera con sus vientos y soles, lluvias y nieblas, ríos y quebradas, guaduales y prados, sembradíos, cafetales y trochas, pero además se adentra en el alma de personajes que vienen de otras épocas ancestrales y sobreviven en tiempos de violencia que rasgan al país y a la región generando cambios definitivos.

Ahí se avistan los temibles pájaros de la violencia que persiguen liberales y se sienten los temores que llevarán al abandono de esa casona de tres pisos, poblada de cuartos, chambranas, corredores y ventanas, patios, jardines, materos, donde transcurren las vidas de mujeres y hombres que tarde o temprano desaparecerán dejando al hablante preso de la nostalgia esencial del tiempo transcurrido.  

El  abuelo liberal y tal vez masón rodeado de libros secretos de librepensadores en los cuartos superiores de la casona, refugio del patriarca cafetero donde se encuentra la biblioteca que alimenta al de la voz poética, las máquinas de escribir a las que tiene acceso y lugar donde se hacen las cuentas del negocio, en medio de la tierna confianza del viejo por el nieto huérfano, que lo acompaña en tren los domingos en el desparecido ferrocarril hasta la finca de Quimbaya.

Todo se estremece con la irrupción de la joven y bella Estrella, cuyos senos untados de saliva y su alegría contagiosa conmueven al adolescente. Su llegada a la casa hace ver y germinar todo con mayor colorido y mucho tiempo después su voz seguirá rondando por la casa abandonada que respira como un ente intemporal y fértil.   

Desde la atalaya del librepensador el poeta ve transcurrir la vida de ese pueblo del Quindío y paso a paso descubre el mundo, el deseo, la soledad, la música que sale de las sórdidas cantinas, el paso del tiempo, ante lo que a veces se rebela al caminar solitario por las calles frías de los andes hasta el amanecer o a caballo entre las callejuelas de ese territorio de colonización donde recias figuras se abrían camino hacia la prosperidad, la enfermedad o la muerte.

Ahí está la abuela Soledad, la más bella de Circasia que se casa con el abuelo y se convierte en la matrona infalible de un mundo donde cumple la ardua tarea milimétrica de hacer que todo funcione desde la madrugada hasta el anochecer para que siempre esté lista la harina molida de maíz para las frescas arepas del desayuno y nunca falte ninguno de los alimentos, a la hora precisa en el comedor de la casa. 

Todo en medio de impecable limpieza, donde brillan pisos, paredes, corredores y amplias estancias de maderas y baldosas, y las sábanas y ropas recién lavadas y planchadas que huelen siempre a limpio. Tode ello regulado como una maquinaria de relojería. Así es el  mundo del  Eje cafetero, poblado de centenarios fantasmas coloniales y prehispánicos, de voces de espectros entre guacas de oro y miseria.

Samuel Jaramillo es autor de una vasta obra poética, ensayística y narrativa en la que destacan libros como Geografias de la alucinación, Selva que regresa, Bajo el ala del relámpago, entre otros muchos. Cada uno de sus libros, como el magnífico Casa que respira, es un estremecedor testimonio del paso del tiempo y de las llaves secretas del pasado que ayudan a cerrar para siempre los portones finales.
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Publicado en La Patria. Manizales. Colombia. Domingo 15 de junio de 2025.